Fray José Alberto. Su homilía del domingo 8 marzo 2015
Por José Alberto Nava Aguirre
Queridos hermanos:
El tiempo
cuaresmal nos lleva en su marcha a la meditación de tres pasajes importantes
dentro del Evangelio de Juan. Recordemos que la dinámica espiritual y teológica
del Cuarto evangelio es particular, distinta a la de los otros tres...
El primer
pasaje: la purificación del Templo. Este episodio marca el inicio del
ministerio público de Jesús en este evangelio. Y la autoridad de Jesús para
realizar esto es su poder sobre la vida y la muerte, su condición de enviado,
capaz de establecer un nuevo punto de comunión, inédito, entre Dios y los
hombres. Esa comunión se inició en la antigua Alianza por la puerta de la Ley,
con su Decálogo. Pero llegó a la plenitud por la presencia de Jesús. Su Cuerpo
es el nuevo Templo, purificado por el sufrimiento y el servicio comprometido y
fiel. Lo que es locura y necedad, para judíos y paganos, se hace para los
llamados: alegría, encuentro, renovación.
Pidamos en
este tiempo de Cuaresma a nuestro Padre Dios ese encuentro renovado con su Hijo
Jesús; pidamos la renovación al Espíritu Santo; pidamos al propio Jesús que nos
confirme y que, en nuestra fragilidad, podamos darle la respuesta de la fe, que
nos pide.
¡A seguir de
camino por el desierto!
En oración, renovada, por la paz del mundo, que pasa por la paz de los
corazones. Sigan platicando del Salvador; sigan escrutando estos nuevos tiempos
que nos toca vivir, para identificar los caminos que posibiliten la mutua
comprensión.
Un abrazo.
fr. Pepe op
III Domingo de Cuaresma
Domingo 8 de marzo de
2015
Del santo Evangelio según
san Juan (2,13-25)
Cuando se acercaba la
Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los
vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas.
Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus
ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las
monedas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quiten todo de aquí y no
conviertan en un mercado la casa de mi Padre”.
En ese
momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu
casa me devora.
Después
intervinieron los judíos para preguntarle: “¿Qué señal nos das de que tienes
autoridad para actuar así?”. Jesús les respondió: “Destruyan este templo, y en
tres días lo reconstruiré”. Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis años se ha
llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”
Pero
él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los
muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en
la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.
Mientras
estuvo en Jerusalén para las fiestas de Pascua muchos creyeron en él al ver los
prodigios que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a
todos y no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre.
Este autor es hombre de fe y magnífico intelectual mexicano. La claridad de su discurso es de gran belleza. En sus textos y en el púlpito.
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