Domingo de Ramos o De la Pasión. Homilía. 29 marzo 2015
Por José Alberto Nava
Aguirre
Queridos
hermanos:
con este
domingo iniciamos de lleno la Semana Santa, centrada en la meditación de la
pasión y muerte de Jesús.
Los pasajes
que incluyo en la reflexión centran nuestra mirada en la degradación y el
sufrimiento sufridos por Jesús durante su tormento. El abandono de Dios que
reclama Jesús es al mismo tiempo el momento de la entrega total de su ser. Y
así, el instante más oscuro se convierte en el momento más claro y
resplandeciente del mundo. Tan así, que el oficial romano, al ver cómo moría,
confiesa lo que ha buscado presentar el evangelista a lo largo de todo su
relato: "Este hombre es verdaderamente Hijo
de Dios".
Que nosotros
podamos también hacer coro con él, y podamos proclamarlo con nuestra vida, esta
Semana Santa y siempre.
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Saldré
de misión con un grupo de San Francisco, a compartir con dos comunidades los
días santos. Nos encomendamos a sus oraciones, ya comentaré después con ustedes
la experiencia.
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Un abrazo, y
bendiciones,
fr.
Pepe op
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Pasión de nuestro Señor
Jesucristo según san Marcos (Mc 15,25-28; 33-39)
Era media mañana cuando lo crucificaron. En
el letrero de la acusación estaba escrito: “El rey de los judíos”. Crucificaron
con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió
la Escritura, que dice: Fue contado entre
los malhechores (Sal 22,8; 109,25).
Al llegar el mediodía, toda aquella tierra
se quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres, Jesús gritó con
voz potente: “Eloí, Eloí, lemá sabactaní?” (que significa: Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?). Algunos de los presentes, al oírlo,
decían: “Miren, está llamado a Elías.” Uno corrió a empapar una esponja en
vinagre, la sujetó a un carrizo y se la acercó para que bebiera, diciendo:
“Vamos a ver si viene Elías a bajarlo”. Pero Jesús, dando un fuerte grito,
expiró.
Entonces el velo del templo se rasgó en
dos, de arriba abajo. El oficial romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo
había expirado, dijo: “De veras este hombre era Hijo de Dios”.
Este joven fraile, plena madurez intelectual en su oficio de escritor y en su profesión religiosa, redacta cada semana su homilía del domingo.
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