El
premio de la rifa
Por Alberto
Cabrera
¡Querías
un elefante, no lo niegues! Lo veías casi a diario, al pasar por el mostrador
de la tienda de mascotas. Platicamos tardes enteras acerca de los pros y los
contras de tal animal en el vecindario. Y finalmente, tu insistencia molesta,
suplicante, perseverante, me ablandó corazón y bolsillo, y accedí al capricho.
Los
primeros días, ¡toda una aventura! Cuidarlo, mirarlo, allegárselo. Ver cómo
poco a poco se fortalecía, cómo iba dejando la caja de cartón de la televisión
que compramos para Navidad, cómo de la tina y el baño tuvo que pasar al patio
trasero, para deleite, en un principio, de los vecinos, y después, para su
preocupación y molestia. Cada pellizco que podíamos dar a la ya de por sí
delgada quincena, cada gusto que sacrificábamos, todo iba a parar a la tripa
del paquidermo (que aunque herbívoro, come, y bonito). Con todo, hay que
reconocer, ahora que lo veo a la distancia, que hubo sus momentos gratos: la
emoción de sacarlo al parque cercano, cada domingo, a bañarse a la fuente,
mostrando su peso y poder. ¡Todos los niños miraban, mudos de asombro, algunos
con mirada envidiosa, deseando tu suerte, hijo mío!
En fin,
los dos crecieron, y tendrían que haber seguido sus caminos por la vida. Pero
el instinto es el instinto. Y eso fue lo que finalmente sucedió esa tarde,
cuando al salir en un estruendo, encontré la pared derrumbada, la higuera y el
naranjo desgajados, y destrozos por todo el camino por el que corrí
desaforadamente...
Se hace
tarde, hijo. Te dejo entonces las coronas: la de flores para tus ojos, y la
otra, bien helada, para calmar tu sed. Aunque ya no necesitas nada más: tienes
una muerte extrema, sepultada con tus huesos bajo esta loza.
Febrero
2014
Alberto Cabrera (1972) ha transitado entre los caminos
de las matemáticas y la filosofía, para instalarse en la promoción cultural y
humana. Andariego por vocación, llamado a ser cosmopolita por su nacimiento en
la Ciudad de México, se deja seducir fácilmente por un café compartido entre
amigos, un paseo por una calle empedrada, la visita a un templo colonial. Pasa
una temporada de creación y trabajo en la ciudad de Chihuahua.
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