sábado, 15 de septiembre de 2018

Heriberto Ramírez Luján. Su relato El martillo de aire

El martillo de aire

Por Heriberto Ramírez Luján

Había pasado dos meses en el rancho de J. B. Runyan trabajando como peón, haciendo diversas tareas, pero faltaban otras emociones; para mi fortuna llegó Saúl mi hermano al rescate. Me llevó a Eunice, Nuevo México, para trabajar en una refinería de gas haciendo zanjas con un martillo de aire, una especie de pistón conectado a un compresor pensado para romper piedra o concreto. Con el que trabajábamos nosotros debía pesar unos 30 o 40 kilos, era una tembladera todo el día, hacíamos jornadas de 10 y hasta 14 horas diarias. Llegué ahí con algunos kilos de más que al paso de las semanas fueron desapareciendo para darme una complexión delgaducha.
A pesar de ser jornadas agotadoras, la convivencia con otros mojados era de lo más divertida. Escuchar a Chente, un campesino tozudo originario de Falomir, contar la vez que tuvo que cargar a su viejo tractor, a falta de gasolina, con turbosina que lo hacía casi volar, nos desternillaba de risa. O a Elías, un compa aquejado de estrabismo salido de la ranchería El Mulato, platicar sus aventuras sexuales de fin de semana; eran pasatiempos singulares.
Estar ahí fue todo un contraste, entre un rancho con experiencias de contacto con la naturaleza muy gratas y un complejo industrial con motores cuyos pistones rebasaron por mucho mi imaginación.

(Este cuento de Heriberto Ramírez Luján es parte de su libro Relatos en celular, inédito).




Heriberto Ramírez filósofo mexicano redacta la lógica con precisión de cirujano. En sus ensayos y libros de filosofía y también en sus textos literarios. Sobrio y elegante profesor, el estoicismo es divisa de su estética. Y de su gran estilo.

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