domingo, 9 de septiembre de 2018

Larizza Arvizo. Felicidades


Felicidades


Por Larizza Arvizo


Entró por la puerta, me parecía ver un fantasma, pálido y muy delgado, sus orejas gigantes jamás  habían sido un secreto pero hoy parecían más notorias. Habían pasado tres meses desde que una pesquisa con la foto de él y de su hermana se dejó ver por la colonia, aunque a  la madre no parecía importarle que no supieran nada de ellos: ella ni se inmutaba, muy apenas  y sacaba los cinco pesos para comprar copias de las  fotos y el con peso de cambio compraba un dulce para sus otros dos críos.
Se acercó lento y ligero como una pluma cayendo de un árbol. Jalaba su camiseta y metía el dedo índice en un agujero. Cercano estaba  el día de la  madre, pregunto por un moño y una  tarjeta blanca. Sus ojos estaban sombreados por unas ojeras feroces, sus dientes aunque nunca fueron blancos sí se notaban más grandes por lo delgado de la cara; no le había visto desde que me informaron que ya los habían encontrado.
Regresó hecho una miseria, se le veía triste y amarillo. No era él, no era ya aquel niño travieso y sonriente, el que nunca me pareció grata su presencia pero yo notaba saludable.
Eligio un moño de entre el montón, el único que quedaba verde, un verde tan oscuro como su nueva alma.
Tenía endidas las cienes, el cabello muerto de tan reseco, parecía quedarse calvo y apenas tenía 10 años. Pobre Bernardo.
Salió arrastrando sus pies, parecía que le pesaban. Se fue su casa.
Esa noche escribió a  su madre:
―Mamá, me siento muy triste, no sé porque no me quiere, hice todo para que me quiera pero a usted le gusta más emborracharse que hablar conmigo. En las noches cuando le pido que ya no me deje en el cuarto con mi papá, usted no me hace caso. Cuando me sale sangre por lo que me hace, no solo del cuerpo, también de mi corazón, y mis lágrimas me llenan la cabeza de dolor, entonces me dan ganas de morirme. Perdóneme por ser mal hijo, ya no quiero molestarla. Feliz día, mamá.
Dejó la carta en la cama, justo bajo la almohada de su madre. Salió del cuarto, subió a la mesa, con la cinta se su trompo hizo un nudo en el abanico, brinco de golpe.
Cuando entro Mireya casi dormida vio unos zapatitos que colgaban, voltio asustada y salió corriendo. Estaba Fernando su hijo más pequeño colgado en el aire, el abanico daba vueltas, la cabeza casi se le arrancaba, Bernardo se había ido dejándole a su madre un hermoso regalo de las madres.


 

Larizza Arvizo es licenciada en teatro por la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Ha actuado en 25 montajes y es ganadora del premio a mejor actriz y actriz revelación en la Muestra Municipal de Teatro 2009. Actualmente se dedica a la fabricación de máscaras y muñecos teatrales, además de estar escribiendo el libro El viaje de lyme.

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