Mijail Bakunin
Por
Raúl Sánchez Trillo
Sabrá
dios (y como ese ente no existe, no lo sabe nadie) cómo fue que surgió la idea
de publicar algunos textos de Bakunin en las beneméritas páginas de Azar, precisamente en el lugar donde
aparecieron en el número anterior algunos de los sabios consejos del señor
Carreño, escritor de un añejo manual de urbanidad. El cuento es que, ya
entrados en el rollo del saber o no saber, nadie supo qué pitos tocaban las
edificantes frases de ese señor en esta bella revista y, sobre todo, qué
significaban las olorosas viñetas de Felipe Alcántar a su lado.
Se
creyó necesario, entonces, que en esta ocasión debiera incluirse una nota que
diera contexto a los libertarios fragmentos del Miguelón Bakunin o, ya de
jodido, una mínima advertencia (como la que hacen a los niños los locutores de
la lucha libre) para que no se tratara de seguir al pie de la letra lo que ese
amigo dijo sin tener el entrenamiento necesario. Huelga decir que esta última
opción no nos pareció válida en vista de que cualquier güey puede ser
anarquista sin quebrarse una pierna o partirse en dos la columna vertebral.
Quedando así, por reducción al absurdo solo el primer planteamiento se
presentaron serios problemas para llevar a su última y óptima finalidad la
intención de estas esclarecedoras notas. Razones:
1. La
tronadez en que cíclicamente se ven inmersos la mayoría de los colaboradores de
esta revista, lo cual permite arriesgar la hipótesis de que se trata de un
núcleo atacado por un virus productor de una conducta
maniaco-depresiva-paranoica. Y, habiéndole tocado al autor de estas notas
padecer tan recurrente enfermedad, no será posible dilucidar de una vez por
todas la pugna histórica que ha mantenido escondidos, desde los años sesenta
del siglo antepasado, a los hermanos gemelos del socialismo revolucionario:
marxistas y anarquistas.
2. Algunos autores como E.H. Carr
plantean que Bakunin dejó una constancia confusa e imperfecta de sus opiniones
porque confiaba sobre todo en la inspiración del momento. Esto es verdad, la
obra de Bakunin es fragmentaria, se compone de chispazos que interpretan la
realidad del momento o le permiten lanzar terribles predicciones que
desgraciadamente en este siglo se cumplieron. Pero no podía ser de otra manera,
Bakunin fue un anarquista consecuente que en cierta ocasión dijo: “Ninguna
teoría, ningún sistema preestablecido, ningún libro salvarán al mundo. Yo no
pertenezco a ningún sistema; soy un auténtico buscador”.
No merece pues el revolucionario ruso
ser encasillado en un sistema o abordado con algún método. Por estas razones,
no esperen mucho de las siguientes notas:
No se puede hablar de Miguel Bakunin
sin hablar de Carlos Marx, y viceversa. Ambos se disputaron la dirección del
movimiento obrero de su época, cuyo organismo palpable era la Asociación
Internacional de los Trabajadores. Los dos poseyeron una fuerte e influyente
personalidad, pero eran excluyentes entre sí:
“Uno, alemán, pequeño burgués,
universitario, filósofo y congénitamente autoritario; el otro, ruso,
aristócrata, aventurero, revolucionario por elección y profesión, amante de la
igualdad, visceralmente libertario”.
Carlos Marx escribía artículos sobre
matemáticas para descansar. Incluso existe el mito de que contribuyó al cálculo
diferencial. Sin embargo, después de ser publicados en 1933 en una revista
soviética, fueron puestos a disposición de expertos matemáticos quienes solo
encontraron “notas de un principiante inteligente (aunque algo confuso) que
comenzaba a entender el significado de la diferenciación”.
Miguel Bakunin, en contraste,
escribió una novela pornográfica para su entretenimiento. El tema era el desfloramiento
de tres doncellas a instancias de su propio padre. Se cree que los personajes estaban
inspirados en sus primas, las hermanas Maraviev, hijas de su tío Nicolás el
miembro más distinguido del clan Maraviev. La novelita de Bakunin permanece
todavía inédita en su expediente del Start sarchiv, Drésde. La crítica
literaria no ha podido opinar aún si el anarquista ruso tuvo vocación
literaria.
Quien se ha formado en la cultura
política del marxismo, al escuchar el nombre de Bakunin opina automáticamente:
“como teórico es un cero a la izquierda, pero las intrigas son su elemento”, o
bien, que su doctrina era bazofia compuesta por trozos tomados de Proudhon,
Saint-Simon y otros. Sin embargo, la doctrina de Carlos Marx no es un planteamiento
original surgido de la nada. Lenin nos lo muestra en su famoso opúsculo Tres partes y tres fuentes integrantes del
marxismo. Se supone que Marx se apropió y superó a la economía clásica
inglesa, al socialismo francés y a la filosofía alemana. Si lo que tomó de esas
corrientes fue bazofia o no, puede ser solo una opinión personal.
Marx y Bakunin tienen en común el
socialismo francés. Bakunin, también hegeliano de izquierda, como lo dictaba la
moda de aquel tiempo, dijo adiós a la filosofía con el ensayo más lúcido que
haya surgido de su pluma: La reacción en
Alemania. A partir de entonces toda la metafísica alemana le pareció
irreal. Los filósofos alemanes con sus teóricas fórmulas de salvación eran para
él sencillamente cómicos en comparación con los visionarios sistemas de
Saint-Simon, Fourier, Proudhon y Leroux. La filosofía alemana era pensamiento
puro, el socialismo francés llamaba a la acción. Bakunin conoce a Proudhon y se
declara humildemente su discípulo.
Marx despedaza a Proudhon en su
ensayo Miseria de la filosofía,
desdeña a los demás socialistas por utópicos y autonombra “científica” a su
concepción del socialismo. Pone en pie la dialéctica hegeliana y le confiere un
poder de interpretación casi mágico. En manos de sus discípulos el materialismo
dialéctico sería la filosofía capaz de explicarlo todo: la naturaleza, la
sociedad y el pensamiento. Gramsci lo intuye cuando propone despojar de su olor
religioso al marxismo.
Es muy posible que el germen
autoritario del marxismo se encuentre en deuda con la filosofía de Hegel. Es
conocida la admiración que el oscuro filósofo profesaba al estado prusiano,
incluso, para él no podía existir mejor destino para el individuo que
convertirse en un engranaje de la máquina estatal. A este halagador destino se
opuso radicalmente Max Stirner; su obra El
único y su propiedad reivindica un individualismo acendrado y solipsista.
Es, sin embargo, un grito de protesta quizás llevado al absurdo, ante el
peligro que encierra la filosofía hegeliana. Bakunin tomó también “trozos de
bazofia” de este pensador, pero, a diferencia de Nietzsche, no desembocó en una
filosofía del superhombre. Para Bakunin como para Stirner, lo únicoque puede
funcionar es un pacto entre egoístas, y ese pacto solo es posible en sociedad,
de ahí que la concepción libertaria de Bakunin puede reducirse en una sola
frase: La libertad de los demás amplía la mía al infinito.
Es común olvidarse que tanto Marx
como Bakunin fueron seres humanos con vicios y virtudes, que en su lucha por
influir el movimiento revolucionario de su época desplegaron todos los recursos
a su alcance, entre ellos la calumnia. Mucho de lo que se dijo en aquella época
permanece hoy cuando se escribe sobre el fundador del anarquismo. En el terreno
de la propaganda y la detracción Bakunin siempre ha llevado las de perder.
Siendo el marxismo la doctrina política, dentro de la gran tradición
socialista, que mayor éxito tuvo en el presente siglo, es natural que la
historia y los juicios que más circulación han tenido sobre el anarquismo los
hayan escrito en su mayoría intelectuales desde la perspectiva marxista.
Bakunin carga desde el siglo pasado con los sanbenitos de agente del zar, puto,
intrigante, impotente sexual, topillero, incestuoso, etcétera. Marx, en cambio,
permanece como un ser perfecto, un héroe del proletariado, a pesar de que en su
correspondencia se atisba un hombre vanidoso (véase por ejemplo La canalla
literaria en Como leer en bicicleta de
Gabriel Zaid) y en ocasiones crudamente inhumano, como en el caso de la muerte
de Mary Burns, una obrera amante de Engels, que Marx ignora en su
correspondencia no obstante la pena de su amigo.
Es discutible el hecho de que la
personalidad se constituya en una categoría para valorizar una doctrina o
teoría política, porque la doctrina trasciende a la persona que la sustenta
desde el momento que encuentra seguidores. Si alguien ha logrado resumir las
agudas contradicciones entre Marx y Bakunin, a partir de su personalidad y
concepción del mundo, es E.H.Carr, de quien tomo el siguiente párrafo:
“(…) Marx enfocaba a la humanidad con
la óptica del estadista y del administrador. Su sujeto no era el individuo,
sino la masa. Introdujo en la teoría y en la práctica revolucionarias el orden,
el método y la autoridad; aspectos que hasta entonces habían sido una
prerrogativa exclusiva del gobierno, con lo cual echó los cimientos del estado
revolucionario disciplinado. Bakunin fue un visionario y un profeta. Lo que le
preocupaba no era la masa, sino el individuo; no eran las instituciones, sino
la ética. Su carrera revolucionaria fue infecunda en resultados concretos. ‘Se
pasó la vida –dijo su amigo Virubov– desempeñando el papel de Sísifo,
preparando incesantemente revoluciones políticas y sociales, las cuales, cuando
más seguras las creía, se le iban cayendo’. Con todo, hablar de su incapacidad
de realización práctica es un poco improcedente, puesto que la idea misma de
realización fue siempre ajena a su carácter y a su intención. Reichel le
preguntó una vez qué haría si lograse ver realizados todos sus planes y
plasmados todos sus sueños en la realidad. Entonces –contestó Bakunin– volvería
a derribar todo lo que hubiese hecho. Bakunin fue, en la historia, una de las
más completas encarnaciones del espíritu de libertad. De la libertad que no
excluye el capricho ni la licencia, que no tolera ninguna de las instituciones
humanas, que sigue eternamente un ideal irrealizado e irrealizable, pero que es
casi universalmente aceptada como parte indispensable de las más elevadas
manifestaciones y aspiraciones de la humanidad”.
(Esta crónica de Raúl Sánchez Trillo
es parte de su libro Notas anárquicas,
inédito).
Raúl Sánchez Trillo
estudió la maestría en artes visuales en la ENAP/UNAM. Escribe crónicas y es
profesional de la fotografía de arte. Fue director de la Facultad de Artes y
actualmente lo es de Extensión y Difusión Cultural de la Universidad Autónoma
de Chihuahua.
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