lunes, 24 de septiembre de 2018

Raúl Sánchez Trillo. Mijail Bakunin

Mijail Bakunin

Por Raúl Sánchez Trillo

Sabrá dios (y como ese ente no existe, no lo sabe nadie) cómo fue que surgió la idea de publicar algunos textos de Bakunin en las beneméritas páginas de Azar, precisamente en el lugar donde aparecieron en el número anterior algunos de los sabios consejos del señor Carreño, escritor de un añejo manual de urbanidad. El cuento es que, ya entrados en el rollo del saber o no saber, nadie supo qué pitos tocaban las edificantes frases de ese señor en esta bella revista y, sobre todo, qué significaban las olorosas viñetas de Felipe Alcántar a su lado.
Se creyó necesario, entonces, que en esta ocasión debiera incluirse una nota que diera contexto a los libertarios fragmentos del Miguelón Bakunin o, ya de jodido, una mínima advertencia (como la que hacen a los niños los locutores de la lucha libre) para que no se tratara de seguir al pie de la letra lo que ese amigo dijo sin tener el entrenamiento necesario. Huelga decir que esta última opción no nos pareció válida en vista de que cualquier güey puede ser anarquista sin quebrarse una pierna o partirse en dos la columna vertebral. Quedando así, por reducción al absurdo solo el primer planteamiento se presentaron serios problemas para llevar a su última y óptima finalidad la intención de estas esclarecedoras notas. Razones:
1. La tronadez en que cíclicamente se ven inmersos la mayoría de los colaboradores de esta revista, lo cual permite arriesgar la hipótesis de que se trata de un núcleo atacado por un virus productor de una conducta maniaco-depresiva-paranoica. Y, habiéndole tocado al autor de estas notas padecer tan recurrente enfermedad, no será posible dilucidar de una vez por todas la pugna histórica que ha mantenido escondidos, desde los años sesenta del siglo antepasado, a los hermanos gemelos del socialismo revolucionario: marxistas y anarquistas.
2. Algunos autores como E.H. Carr plantean que Bakunin dejó una constancia confusa e imperfecta de sus opiniones porque confiaba sobre todo en la inspiración del momento. Esto es verdad, la obra de Bakunin es fragmentaria, se compone de chispazos que interpretan la realidad del momento o le permiten lanzar terribles predicciones que desgraciadamente en este siglo se cumplieron. Pero no podía ser de otra manera, Bakunin fue un anarquista consecuente que en cierta ocasión dijo: “Ninguna teoría, ningún sistema preestablecido, ningún libro salvarán al mundo. Yo no pertenezco a ningún sistema; soy un auténtico buscador”.

No merece pues el revolucionario ruso ser encasillado en un sistema o abordado con algún método. Por estas razones, no esperen mucho de las siguientes notas:


No se puede hablar de Miguel Bakunin sin hablar de Carlos Marx, y viceversa. Ambos se disputaron la dirección del movimiento obrero de su época, cuyo organismo palpable era la Asociación Internacional de los Trabajadores. Los dos poseyeron una fuerte e influyente personalidad, pero eran excluyentes entre sí:

“Uno, alemán, pequeño burgués, universitario, filósofo y congénitamente autoritario; el otro, ruso, aristócrata, aventurero, revolucionario por elección y profesión, amante de la igualdad, visceralmente libertario”.

Carlos Marx escribía artículos sobre matemáticas para descansar. Incluso existe el mito de que contribuyó al cálculo diferencial. Sin embargo, después de ser publicados en 1933 en una revista soviética, fueron puestos a disposición de expertos matemáticos quienes solo encontraron “notas de un principiante inteligente (aunque algo confuso) que comenzaba a entender el significado de la diferenciación”.

Miguel Bakunin, en contraste, escribió una novela pornográfica para su entretenimiento. El tema era el desfloramiento de tres doncellas a instancias de su propio padre. Se cree que los personajes estaban inspirados en sus primas, las hermanas Maraviev, hijas de su tío Nicolás el miembro más distinguido del clan Maraviev. La novelita de Bakunin permanece todavía inédita en su expediente del Start sarchiv, Drésde. La crítica literaria no ha podido opinar aún si el anarquista ruso tuvo vocación literaria.

Quien se ha formado en la cultura política del marxismo, al escuchar el nombre de Bakunin opina automáticamente: “como teórico es un cero a la izquierda, pero las intrigas son su elemento”, o bien, que su doctrina era bazofia compuesta por trozos tomados de Proudhon, Saint-Simon y otros. Sin embargo, la doctrina de Carlos Marx no es un planteamiento original surgido de la nada. Lenin nos lo muestra en su famoso opúsculo Tres partes y tres fuentes integrantes del marxismo. Se supone que Marx se apropió y superó a la economía clásica inglesa, al socialismo francés y a la filosofía alemana. Si lo que tomó de esas corrientes fue bazofia o no, puede ser solo una opinión personal.

Marx y Bakunin tienen en común el socialismo francés. Bakunin, también hegeliano de izquierda, como lo dictaba la moda de aquel tiempo, dijo adiós a la filosofía con el ensayo más lúcido que haya surgido de su pluma: La reacción en Alemania. A partir de entonces toda la metafísica alemana le pareció irreal. Los filósofos alemanes con sus teóricas fórmulas de salvación eran para él sencillamente cómicos en comparación con los visionarios sistemas de Saint-Simon, Fourier, Proudhon y Leroux. La filosofía alemana era pensamiento puro, el socialismo francés llamaba a la acción. Bakunin conoce a Proudhon y se declara humildemente su discípulo.

Marx despedaza a Proudhon en su ensayo Miseria de la filosofía, desdeña a los demás socialistas por utópicos y autonombra “científica” a su concepción del socialismo. Pone en pie la dialéctica hegeliana y le confiere un poder de interpretación casi mágico. En manos de sus discípulos el materialismo dialéctico sería la filosofía capaz de explicarlo todo: la naturaleza, la sociedad y el pensamiento. Gramsci lo intuye cuando propone despojar de su olor religioso al marxismo.

Es muy posible que el germen autoritario del marxismo se encuentre en deuda con la filosofía de Hegel. Es conocida la admiración que el oscuro filósofo profesaba al estado prusiano, incluso, para él no podía existir mejor destino para el individuo que convertirse en un engranaje de la máquina estatal. A este halagador destino se opuso radicalmente Max Stirner; su obra El único y su propiedad reivindica un individualismo acendrado y solipsista. Es, sin embargo, un grito de protesta quizás llevado al absurdo, ante el peligro que encierra la filosofía hegeliana. Bakunin tomó también “trozos de bazofia” de este pensador, pero, a diferencia de Nietzsche, no desembocó en una filosofía del superhombre. Para Bakunin como para Stirner, lo únicoque puede funcionar es un pacto entre egoístas, y ese pacto solo es posible en sociedad, de ahí que la concepción libertaria de Bakunin puede reducirse en una sola frase: La libertad de los demás amplía la mía al infinito.

Es común olvidarse que tanto Marx como Bakunin fueron seres humanos con vicios y virtudes, que en su lucha por influir el movimiento revolucionario de su época desplegaron todos los recursos a su alcance, entre ellos la calumnia. Mucho de lo que se dijo en aquella época permanece hoy cuando se escribe sobre el fundador del anarquismo. En el terreno de la propaganda y la detracción Bakunin siempre ha llevado las de perder. Siendo el marxismo la doctrina política, dentro de la gran tradición socialista, que mayor éxito tuvo en el presente siglo, es natural que la historia y los juicios que más circulación han tenido sobre el anarquismo los hayan escrito en su mayoría intelectuales desde la perspectiva marxista. Bakunin carga desde el siglo pasado con los sanbenitos de agente del zar, puto, intrigante, impotente sexual, topillero, incestuoso, etcétera. Marx, en cambio, permanece como un ser perfecto, un héroe del proletariado, a pesar de que en su correspondencia se atisba un hombre vanidoso (véase por ejemplo La canalla literaria en Como leer en bicicleta de Gabriel Zaid) y en ocasiones crudamente inhumano, como en el caso de la muerte de Mary Burns, una obrera amante de Engels, que Marx ignora en su correspondencia no obstante la pena de su amigo.

Es discutible el hecho de que la personalidad se constituya en una categoría para valorizar una doctrina o teoría política, porque la doctrina trasciende a la persona que la sustenta desde el momento que encuentra seguidores. Si alguien ha logrado resumir las agudas contradicciones entre Marx y Bakunin, a partir de su personalidad y concepción del mundo, es E.H.Carr, de quien tomo el siguiente párrafo:

“(…) Marx enfocaba a la humanidad con la óptica del estadista y del administrador. Su sujeto no era el individuo, sino la masa. Introdujo en la teoría y en la práctica revolucionarias el orden, el método y la autoridad; aspectos que hasta entonces habían sido una prerrogativa exclusiva del gobierno, con lo cual echó los cimientos del estado revolucionario disciplinado. Bakunin fue un visionario y un profeta. Lo que le preocupaba no era la masa, sino el individuo; no eran las instituciones, sino la ética. Su carrera revolucionaria fue infecunda en resultados concretos. ‘Se pasó la vida –dijo su amigo Virubov– desempeñando el papel de Sísifo, preparando incesantemente revoluciones políticas y sociales, las cuales, cuando más seguras las creía, se le iban cayendo’. Con todo, hablar de su incapacidad de realización práctica es un poco improcedente, puesto que la idea misma de realización fue siempre ajena a su carácter y a su intención. Reichel le preguntó una vez qué haría si lograse ver realizados todos sus planes y plasmados todos sus sueños en la realidad. Entonces –contestó Bakunin– volvería a derribar todo lo que hubiese hecho. Bakunin fue, en la historia, una de las más completas encarnaciones del espíritu de libertad. De la libertad que no excluye el capricho ni la licencia, que no tolera ninguna de las instituciones humanas, que sigue eternamente un ideal irrealizado e irrealizable, pero que es casi universalmente aceptada como parte indispensable de las más elevadas manifestaciones y aspiraciones de la humanidad”.
 (Esta crónica de Raúl Sánchez Trillo es parte de su libro Notas anárquicas, inédito).




Raúl Sánchez Trillo estudió la maestría en artes visuales en la ENAP/UNAM. Escribe crónicas y es profesional de la fotografía de arte. Fue director de la Facultad de Artes y actualmente lo es de Extensión y Difusión Cultural de la Universidad Autónoma de Chihuahua.

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