En la foto Ninfa Delia García Rascón 1980
En las fiestas patrias no seamos bélicos
Por Ninfa Delia García Rascón
¡Le ganamos a Alemania!, México lindo y querido, como
México no hay dos ¿Por qué escribir tu nombre con la equis que algo tiene de
cruz y de calvario.
Por fin todo México unido porque una pelota entró en la
portería contraria en mundial viva México viva Pancho Villa, viva Manuel Andrés
¡qué orgullo ser mexicanos!
Cantemos el Himno Nacional con las lágrimas de emoción
que nos provoca.
Todos al unísono: Mexicanos al grito de guerra el
acero aprestad y el bridón y retiemble en sus centros las tierra al sonoro
rugir del cañón México lindo y querido si muero lejos de ti que digan que estoy
dormido y que me traigan a ti.
De esto se ha nutrido nuestro patriotismo desde el
kínder. Un mensaje subliminal que nos enseña que el famoso Masiosare es el
enemigo al que debemos combatir y como no tiene apellido se lo dedicamos a
cualquiera que no piense igual que yo. Así hemos conseguido una gran cantidad
de enemigos y nos hemos dividido, peleado e insultado a otros mexicanos a
quienes convertimos en “el extraño enemigo” porque él es rico y yo soy pobre o
a la inversa, porque yo soy moreno y él es güero; él les va a Las Chivas y al
América; es de otra religión o de otro barrio, o de otro estado. O porque es
más alto, o es más tonto, o es más viejo, o sencillamente es del sexo opuesto,
o es homosexual. También porque se cree mucho y no es nadie. Y así nos la
pasamos divididos, hasta que llega un terremoto al que también le cantamos en
el himno:
Antes Patria que inermes tus hijos bajo el yugo su
cuello dobleguen tus campiñas con sangre se rieguen, sobre sangre se estampe su
pie. Y tus templos, palacios y torres se derrumben con horrido estruendo y sus
ruinas existan diciendo: de mil héroes la patria aquí fue.
Guerra, guerra sin tregua al que intente de la patria
manchar los blasones. Guerra, guerra los patrios pendones en las olas de sangre
empapad. Guerra, guerra en el monte, en el valle, los cañones horrísonos
truenen. Y sus ecos sonoros resuenen con las voces de ¡unión! ¡libertad!
Esto lo hemos cantado miles de niños, niñas,
adolescentes y adultos mexicanos desde los tiempos de Santa Ana y yo considero
que sería conveniente cambiar la letra tan belicosa por otra letra que llamara
a la unidad, a la paz, al trabajo al verdadero amor por la patria.
Alimentemos el espíritu con otras palabras, como estas
del gran Victor Hugo (1802 1885):
¿De dónde soy? No sé, sueño profundo oculta mis
recuerdos como un velo. Por patria tengo la extensión del mundo. Cual tiene
el ave la extensión del cielo.
¿Mi doctrina cuál es? —dirán acaso.
Desprecio al que se arrastra por el lodo. Quisiera ver
en fraternal abrazo a los hombres unidos, eso es todo.
Al tirano maldigo, odio la guerra que enciende con su
encono a las naciones.
La misión de mortal sobre la tierra es fabricar arado,
no cañones.
Que letra tan distinta la del gran Victor Hugo. Tan
distinta a la belicosidad que suelen tener los himnos nacionales.
Ninfa Delia García Rascón estudió en el Instituto Angloespañol de la
ciudad de México, en el Instituto América de Chihuahua y el Bellas Artes de la
UACH, donde fue su maestro Fernando Saavedra. Tomó un curso de escritoras en
Demac y pertenece al Club de Lectura Josefina Avitia.
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