El paletero
Por Heriberto Ramírez Luján
Jugábamos en la parte
de atrás de la capilla, cuando oímos una voz que llamaba.
—Niños vengan,
ayúdenme.
Cuando acudimos al
llamado vimos a un paletero con su carrito queriendo subir la pendiente del
arroyo para llegar a El Tecolote. La entrada al pueblo era por el viejo camino
entre dos lomas, a un lado estaba la capilla y del otro el camposanto. El
sudoroso paletero empujaba con cara de cansancio su carrito, enmedio de un
caluroso día de verano musicalizado con el pertinaz zumbido de las chicharras.
Había hecho un largo
recorrido por un camino de tierra, salvando tramos arenosos a base de empujar
duro, con eventuales avances de aventón en alguna troca. Era, de cualquier
manera, una figura inusual y sorpresiva en aquellos desolados lugares.
Conseguimos un mecate y
lo jalamos pendiente arriba. Al llegar nos ofreció media paleta a cambio de un
huevo. Una paleta rica y fría en pleno sol era de lo más atractivo, así que
corrimos en busca de nidales de gallina entre los mezquites para saborear las
delicias de una paleta fría; en un entorno abrasador era como tocar las puertas
el cielo.
(Este cuento de
Heriberto Ramírez Luján es parte de su libro Relatos en celular, inédito).
Heriberto Ramírez filósofo mexicano redacta la lógica con precisión de cirujano. En sus ensayos y libros de filosofía y también en sus textos literarios. Sobrio y elegante profesor, el estoicismo es divisa de su estética. Y de su gran estilo.
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