Plastic Money
Por Alberto Cabrera
¡Tuc!
―Y en cuanto lleguemos a casa bajamos las
cosas y luego luego me preparo para el jale de la tarde en el taxi, tengo que
estar puntualito a las 3.
¡Tuc!
―Sí, yo meto todo en las alacenas, poco a
poco, antes de que llegue el Johnny, ya ves que siempre la trae atrasada, y en
un ratito nos las vacía de nuevo…
¡Tuc!
―¡P’a qué llevas de esa sopa, ya ves que ya
no me gustó!
¡Tuc! ¡Tuc!
―Es que está a buen precio.
―¡Y dos, p’a colmo!
¡Tuc!
―Bueno, ya, no reniegues, de que se acaba,
todo se acaba.
¡Tuc!
―¿No se habrá olvidado algo?
¡Tuc!
―No, creo que no
¡Tuc!
―Bien, son cuatrocientos setenta y dos pesos
con veintinueve centavos. ¿Desea redondear sus centavos?
―Sí.
―No, Gladys. Dicen que ni entregan el dinero.
―¿Será? Bueno, p’a la próxima.
―Su pago, ¿en efectivo?
―No, con tarjeta de débito.
―A ver, joven, acomódeme bien las cosas en el
carrito, no se vayan a tirar.
―¡Seguro que sí!
―La tarjeta no pasa, seño. Me indica el
sistema que no tiene fondos suficientes.
―No puede ser, si la acabo de revisar en la
mañana, antes de venir para acá… Vuélvala a pasar, señorita.
―Bueno, hagamos la prueba.
―¡Oye, pero si ya depositaron la quincena!
―Pues sí.
―No, seño, no pasó.
―¡Válgame! No puede ser…
―Deje llamo a mi supervisor.
―¿Y se tardará mucho?, tengo prisa.
―Híjole, joven, mejor pásese a la caja de
junto.
―Pero es la caja express. ¡Mire todo lo que traigo!
―No importan, seguro lo atienden.
―Bueno, a devolver las cosas al carrito…
―¿Qué pasa, Wendy?
―Mire, no pasa la tarjeta, dicen los señores
que sí tenía fondos.
―A ver… no, pues aquí dice claramente que no
hay lo suficiente para pagar.
―A ver, si quitamos algunas cosas. Porque de
que tenía fondos, tenía fondos.
―Autorízame, por fa. Bueno, dígame qué
regreso
―¡Las sopas!
―No, Flaco, mejor los higos. Y esto, y esto
otro, que es lo más caro. ¿A ver ahora?
―Vamos a ver, seño… No, ni así. Sigue
marcando crédito insuficiente. ¿No trae efectivo para pagar esto?
―No, señorita.
―Ni modo, Gladys, pues a regresar todo…
―Espere… ¡Autoríceme la cancelación!
―A ver, Chapito, ponga en el carrito todas
las cosas que vaya marcando.
―¿O se las guardamos, señito?
―…
―No, Gladys, mejor que las saquen de las
bolsas y las acomoden de nuevo, ya veremos mañana.
―Pero, y hoy, ¿qué vamos a comer…?
Alberto Cabrera ha transitado entre los caminos de las matemáticas y
la filosofía, para instalarse en la promoción cultural y humana. Andariego por
vocación, llamado a ser cosmopolita por su nacimiento en la Ciudad de México,
se deja seducir fácilmente por un café compartido entre amigos, un paseo por
una calle empedrada, la visita a un templo colonial. Pasa una temporada de
creación y trabajo en la ciudad de Chihuahua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario