En la foto Francisco León, Lucero de Santiago, Ramón Alberto Rangel Flores, Ramón Gerónimo Olvera yEdgar Trevizo
La
cocina y los poemas, presentación del libro Panza
llena, corazón de letras, de Ramón
Gerónimo Olvera
Por
Ramón
Alberto Rangel Flores
La
poesía toma muchas formas. Las imágenes que a veces aparecen en la ejecución de
un poema pueden materializarse, cuántas veces no hemos comido una carne asada y
pensamos que justo eso es un poema; por su olor, su presentación, su sabor. Por
este embelesamiento con la comida es que la consideramos sublime, de ahí las
odas elementales de Neruda. Y sucede que la gastronomía y la poesía no son
entes ajenos, ambos necesitan sensibilidad para ser admirados, comprendidos e
incluso ejecutados. Así como no cualquiera es cocinero, no cualquiera es poeta.
En
Panza llena, corazón de letras Ramón
Gerónimo Olvera, con la compañía gráfica de Fuco León, muestra un colorido menú
lleno de tradición e identidad. Escribir es un acto de identidad,
reconocimiento propio y proyección ante los demás. Aquí Ramón Gerónimo se
muestra no solo como un poeta, sino como un conocedor de aquello que llega al paladar.
Junto a la pluma, Ramón Gerónimo tomó el tenedor y la hizo de Chef y, sobre
todo, de comensal, dando como resultado tanto un menú como la guía de un
conocedor de la comida, un menú y una bitácora ilustrada. De la ilustración destaca
lo colorido y adecuado, como si se tratase de una presentación gourmet de este
lírico platillo.
Lo
que tratamos aquí es obvio: hoy las letras nos darán de comer, el sueño de todo
literato. Nutrirá nuestra imaginación el manejo lúdico de los alimentos que
Ramón Gerónimo con gran receta cocinó. Aquí el poeta no solo nos habla de los
elementos alimenticios que hacen base en nuestra cultura sino también elementos
que tienen qué ver con su producción primordial, como la mención del tractor o
del horno de tierra.
La
historia y el canto a estos elementos de la gastronomía no podían haber nacido
sin el buen diente de su autor, un poeta que además de mover la pluma sabe
mover el bigote. La presencia dichos elementos no es gratuita, pues en cada uno
de los poemas podemos distinguir a un Ramón Gerónimo emocionado, antojadizo y
conocedor.
Con
un tono lúdico, desenfadado, musical e infantil (infantil en un sentido
juguetón lleno de colores y dinamismo que le otorga su ritmo y forma poética)
Ramón Gerónimo hace prosopopeya de los
alimentos, los convierte en un personaje que es descrito, que padece una
historia, que es destacado dentro de la cotidianeidad que nos rodea. La magia
de la imaginación es ayudada por las ilustraciones adecuadas al milímetro.
Retomo
la idea de los platos gourmet, pues Ramón Gerónimo da en porciones pequeñas y
sustanciosas los versos, esos que mantienen un ritmo y una rima calculada; de
esas que se hacen siguiendo la receta al pie de la letra, dejando espacio para
nuestra sazón. Y como si fuera un bufet, no le hago el feo a unos chiles en nogada,
unas enchiladas y para que resbale un sotol o ya de plano un tesgüino.
El
poeta se hizo cargo de mencionar elementos cotidianos del quehacer culinario,
dando en algunos casos dos poemas sobre el mismo elemento como es el caso de Olla tesgüinera donde dice:
En misteriosos calderos
se prepara aquel brebaje
que vuelve “a los pies ligeros”
para iniciar ese viaje
tan antiguo como el barro.
Es la olla tesgüinera
donde nace el despilfarro
que religioso venera
el amor a “bocajarro”.
En
los anteriores versos, de manera breve, el autor expone el contenedor donde
aquella bebida toma vida, da un guiño también de la cultura que la gesta y con ello arma un rápido recorrido
turístico. Luego, poco más adelante nos habla de la bebida en sí de la
siguiente forma:
Tesguino
donde la luz se dispara
allá en lo alto del pino
en el país tarahumara
allá se bebe el tesgüino.
Quien lo prueba se alimenta
de la mística raíz
que milenaria fermenta
los misterios del maíz.
De
nuevo reitero la convergencia de dos textos girando sobre el mismo tema; la
bebida de los tarahumaras. Otra vez el autor ofrece un tour cultural
gastronómico, primero con su contenedor y ahora con su contenido.
Sin
dejar en el olvido el apartado de las ilustraciones, obras de Fuco León, atino
a decir que en lo personal me parecieron increíbles las adaptaciones de los
colores y el empate con los poemas que representan, el uso del color, quisiera
destacar la presencia del rojo, amarillo y naranja, colores que sirven para
abrir el apetitito. Quienes dibujan tienen un don, pues más allá de lo
abstracto, ellos, así como los poetas, revelan el mundo por medio de imágenes
que interpretamos a un grado mental, los ilustradores lo llevan a un plano
material y en este caso, reitero, fui un comensal que no batalló para elegir
qué comer, puesto que este menú sí cuenta con las ideas de lo que ofrece y así
no hay pierde. Puede uno pedir sin miedo.
Las
referencias a la tauromaquia están presentes, dejando más sello de su autor, resonancias de refranes, como aquel
que a la luna le pide una tuna, uno que otro guiño en contra de los transgénicos
y cabe mencionar esa aventura que vive un frijol en su destino final y cómo no,
la aparición de Cuco Sánchez de manera inesperada durante la lectura. No
ejemplifico lo anterior dicho porque espero que esto les sirva de duda y
atiendan a leer el libro, y reconozcan las partes señaladas en sus respectivos
poemas.
Ramón
Gerónimo Olvera muestra en este libro, a manera del recetario al que acuden
fervientemente las abuelas, los platillos que marcan nuestra gastronomía, por
eso nos damos cuenta que si Dios bajara a la tierra, buscaría primero los puestos
de comida que las librerías.
Olvera,
Ramón Gerónimo: Panza llena, corazón de
letras. Editorial Secretaría de Cultura de Chihuahua, México, 2018.
Ramón Alberto Rangel
Flores es egresado de la licenciatura en letras españolas por la Universidad
Autónoma de Chihuahua. Ha publicado poemas en la revista Metamorfosis. Es autor del poemario Mortero (Tintanueva Ediciones, México, 2017). Actualmente forma
parte del grupo literario Sangre Ediciones.
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