martes, 21 de enero de 2025

Breve tratado de los bosques

 

Breve tratado de los bosques

 

Por Guadalupe Ángeles

 

 I

Laberíntico incendio en la conciencia

          frente a mí la arboleda

su férrea tenacidad

no hay temor en mi deseo de ser tierra

          Madre tibia de raíces.

 

II

Anhelo el vértigo de las ramas rumbo al sol

          la sencillez del nido ajeno

                    a la inmensidad del vuelo

el frenesí de la danza arbórea en la tormenta

dulce verdor enamorado del rocío que bosteza

          desprendiéndose de elfos nocturnos.

 

III

El de mi infancia no fue un jardín japonés

          lírico y dulce como niebla

          despojado de abrumadores fantasmas

fue más bien una especie de selva

          en cuyo corazón pude haber muerto

aguas mansas no corrían bajo ese verde seductor

          y en arenas movedizas quiso hacer de mí su alimento.

 

No sabía que todo bosque

          no es sino un símbolo lleno de Dioses

                    necesitaba uno

           ¿era malo entonces alimentarlo?

 

IV

De niños soñamos con un vuelo

Acaso vértigo de

Insectos entre árboles

 

Y no era un deseo de ser tierra

sino el terror concreto de millares de patas de hormigas

descendiendo de mi cuello hasta los pies

¿el cálido abrazo de las raíces habría de salvarme?

¿el murmullo que de ellas emana haría de canción de cuna?

Como rama invernal temo la próxima tormenta

las canciones que se escancian en mi pecho al tacto del frío

 

¿Estaré de vuelta cuando dance el sol con la lluvia?,

¿se transformará el desasosiego en asombro ante el arco iris?

 

No de rocas y árboles inmensos fue el bosque de mi infancia

Fue como cuchilla de hielo ese viaje inesperado:

dialogo de piernas con pantano

mediodías de fascinación oscura:

Mi cabello entre ramas

¿ese tirón al tratar de correr era real?

Diluí el espanto en historias de amor

entre hojas y flores aéreas

Pues tenderme y ser cubierta de musgo

despojaría mis sentidos de argumentos

aunque en el corazón del vértigo ninguno es necesario.

 

¿Quería ser liquen, lodo tras la lluvia,

caracol entre tierra húmeda

techo coruscante, iridiscente lecho de hojas?

 

Deseaba olvidar el vértigo

El arañazo de la nada.

 


Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005), Raptos (2009) y No es luz, mas enceguece (2023). Ha colaborado en ÁgoraEl FinancieroEl InformadorEl OccidentalLa Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y EspéculoPremio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación. Actualmente radica en Guadalajara.

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