Por Marco Benavides
El amor es un murmullo en la
oscuridad, sombra que se desvanece cuando intentamos atraparla con palabras. Eco
de un latido que resuena en el vacío, pero que, al querer describirlo, se
convierte en silencio. ¿Cómo definir lo que por naturaleza escapa a la
definición? El amor es una paradoja: es todo y nada al mismo tiempo, plenitud
que nos desborda y vacío que nos consume.
Podríamos decir que el amor
es un abrazo en un día frío, la mirada que atraviesa el alma, la risa que se
comparte en un momento efímero. Pero ¿acaso no es también el dolor de una
despedida, nostalgia de lo que fue y ya no es, la herida que nunca cicatriza?
El amor es luz y sombra, vida y muerte, principio y fin. La contradicción hecha
sentimiento.
Intentamos encerrarlo en
frases poéticas, en metáforas que lo asemejan a un río, una flor, una llama.
Pero el amor no es un río, aunque fluya; no es una flor, aunque pueda
marchitarse; no es una llama, aunque arda. El amor es más que la suma de sus
comparaciones. Fuerza invisible que nos mueve, transforma, destruye y reconstruye.
Hilo invisible que teje las vidas, aunque no siempre podamos ver el patrón que
forma.
Tez ahí radica su belleza:
en su imposibilidad de ser definido. Su misterio se revela en la experiencia,
no en la explicación. Se siente, se vive, se respira, pero que no se puede
reducir a palabras. El amor en su esencia es inefable. Es como intentar atrapar
el viento con las manos: siempre se nos escapará entre los dedos.
Quizás, en lugar de intentar
definirlo, deberíamos simplemente dejarnos llevar por él. Que nos inunde. Que
nos transforme. Que nos lleve a lugares desconocidos. Porque el amor no
necesita ser entendido. No necesita ser nombrado para ser real. El amor
simplemente es. En eso radica su magia, su misterio. Su eterna paradoja.
Pero ¿cómo llegamos a esta
conclusión? ¿Cómo podemos aceptar que algo tan fundamental sea, al mismo
tiempo, tan elusivo, tan intangible? La respuesta, quizás, está en la propia
naturaleza del amor. El amor no es estático; es dinámico, cambiante, evolutivo.
Lo que sentimos en un momento dado puede transformarse en algo diferente al
siguiente. El amor de hoy no es el mismo que el de ayer, ni será el mismo que
el de mañana. Y es precisamente esta fluidez lo que lo hace tan difícil de
definir.
El amor también es
subjetivo. Lo que una persona considera amor, otra puede verlo como obsesión,
dependencia, simple afecto. Cada uno de nosotros experimenta el amor de manera
única, influenciado por nuestras experiencias, expectativas, miedos, esperanzas.
Por eso cualquier intento de definir el amor de manera universal está apuntando
al infinito. Es una experiencia personal e intransferible.
El amor no se limita a las
relaciones románticas. Existe el amor filial, el fraternal. El amor platónico.
El amor propio. Cada una de estas formas de amor tiene sus propios matices. Todo
comparte algo en común: esa sensación de conexión profunda, de pertenencia, trascendencia.
El amor nos une, nos completa, nos hace sentir vivos.
Pero incluso dentro de una
misma relación, el amor puede manifestarse de maneras diferentes. A veces es
pasión desbordante; en otras, ternura sosegada. Alegría compartida, y otras
veces consuelo en la tristeza. Es capaz de adaptarse, transformarse, reinventarse.
Un río que cambia su curso según el terreno, pero que siempre encuentra camino
hacia el mar.
Y tal vez sea esta capacidad
de adaptación lo que hace que el amor sea tan resistente, tan perdurable. A
pesar de los desafíos, las dificultades, las pérdidas, el amor persiste. Puede
que cambie de forma, que se oculte por un tiempo, pero nunca desaparece. El
amor deja huellas, cicatrices, recuerdos. Y es a través de estas marcas que
podemos rastrear su presencia.
En lugar de tratar de
definir el amor, solo queda simplemente abrirnos a él, permitir que nos guíe, nos
transforme, nos revele nuestro propio tiempo.
Porque al final, el amor no
es algo que se pueda entender con la mente, sino algo que se siente. Y aunque
nunca podamos definirlo, eso no disminuye su importancia, su belleza, su poder.
El amor Es, y eso es suficiente.
Así que, ¿qué es el amor?
Tal vez la respuesta más honesta sea: no lo sé. Tal vez en esa incertidumbre, encontramos
la verdad más profunda. El amor es suficiente.
28 enero 2025
Marco Vinicio Benavides Sánchez es médico cirujano y partero por la Universidad Autónoma de Chihuahua; título en cirugía general por la Universidad Autónoma de Coahuila; entrenamiento clínico en servicio en trasplante de órganos y tejidos en la Universität Innsbruck, el Hospital Universitario en Austria, y en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Ha trabajado en el Instituto Mexicano del Seguro Social como médico general, cirujano general y cirujano de trasplante, y también fue jefe del Departamento de Cirugía General, coordinador clínico y subdirector médico. Actualmente jubilado por años de servicio. Autor y coautor de artículos médicos en trasplante renal e inmunosupresión. Experiencia académica como profesor de cirugía en la Universidad Autónoma de Chihuahua; profesor de anatomía y fisiología en la Universidad de Durango. Actualmente, investiga sobre inteligencia artificial en medicina. Es autor y editor de la revista web Med Multilingua.
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