miércoles, 22 de enero de 2025

Encanto silente

 

Encanto silente

 

Por Marco Benavides

 

La mañana de enero se despierta en un profundo silencio, como si el mundo entero hubiera acordado no hacer ruido, al menos por un instante. Es una quietud que envuelve todo, un murmullo de frío en el aire que llena el espacio, donde hasta el más leve sonido parece fuera de lugar. El cielo, de un azul pálido y cristalino, parece sostener el aliento. El día aún no se ha desplegado por completo, la luz del sol apenas se asoma, como si dudara en romper la quietud. La escarcha cubre la tierra en una capa delicada, como un velo gélido que suaviza el mundo y lo envuelve en frescura.

En este tipo de mañanas, la naturaleza parece detenerse en el tiempo, como si estuviera en medio de una meditación, escuchando solo su propio pulso. Cada árbol, cada hoja que aún se aferra a las ramas, se cubre con una ligera capa de hielo, reflejando la luz que se va colando desde el horizonte. El aire está cargado de un frescor inmaculado. El frío, lejos de ser un enemigo, se convierte en un compañero.

Caminar por las calles en la quietud de la mañana de enero es como adentrarse en un paisaje de otro tiempo, un lugar donde lo moderno se desvanece y lo eterno se vuelve tangible. Los edificios, que durante el resto del año se mezclan con el bullicio de la vida cotidiana, ahora parecen más lejanos, distantes, como si se fundieran con el frío, como si la capa de escarcha los hubiera convertido en seres distintos. En cada rincón se alza una pequeña formación de hielo, como una escultura minúscula hecha por las manos invisibles de la naturaleza, capturando la luz en su transparencia.

No hay prisa en este rincón del mundo; el paso del tiempo se vuelve lento, casi apacible. Las horas parecen moverse a otro ritmo, como si el frío las hubiera suavizado. Todo se reduce a la serenidad de la mañana: el aire frío que se respira con la suavidad de un susurro, el crujir de las hojas bajo los pasos, el suave sonido de los árboles meciéndose con un viento que no busca otra cosa que acariciar. En cada paso que se da, el suelo cruje, y es como si las huellas dejaran una marca fugaz, como si el momento fuera algo que se desvanece.

El sol se asoma lentamente, como una presencia tímida que, sin embargo, se siente poderosa en su resplandor. Sus rayos dorados tocan las copas de los árboles y los tejados de las casas, tiñendo de un naranja tenue las sombras que antes se cernían sobre el paisaje. La luz parece tamizada, más suave. No hay el mismo calor que en el verano, ni la intensidad cegadora de un mediodía de julio. El sol de enero se muestra contenido, comedido, como si quisiera dar solo lo necesario, sin prisa.

Los árboles, por su parte, parecen rendirse ante la quietud del frío. Aquellos que aún conservan las hojas las tienen endurecidas por el hielo, y sus ramas, despojadas en su mayoría, se alzan en una elegancia silenciosa, casi majestuosa. Cada uno de ellos es una escultura en sí mismo, un testimonio de la resistencia de la naturaleza frente al paso del tiempo. Es fascinante cómo el frío parece otorgarles una serenidad diferente. El viento, aunque presente, no grita, no arrastra las ramas con fuerza, sino que las acaricia con un toque sutil, casi respetuoso. En estos momentos, los árboles parecen ser testigos de algo más grande que ellos mismos: una estación que impone su ritmo, que nos invita a vivir a su compás.

El aire, claro y frío, se introduce en los pulmones como una caricia interna. Hay algo peculiar en la respiración en la mañana de enero: es más lenta, más consciente, como si el propio cuerpo se ajustara al ritmo del entorno. No es solo el aire el que se siente más fresco, sino que todo a su alrededor parece estar detenido en una pausa cargada de significado. El frío nos recuerda la fragilidad de la vida, su carácter efímero, pero también nos invita a una reflexión tranquila.

En la distancia, el sonido de algún automóvil o el lejano murmullo de una conversación parecen pertenecer a otro mundo. La gente se mueve de manera diferente en la mañana de enero: caminando más lentamente, envuelta en abrigos y bufandas, como si el frío hubiera reducido el mundo a lo esencial. Es un momento en el que la prisa queda atrás.

No es solo la quietud de la mañana lo que resulta fascinante, sino también la belleza que emerge de la simplicidad del invierno. El paisaje de enero es austero, rebosa de una elegancia natural. Cada rama desnuda, cada hoja caída, cada capa de escarcha sobre el césped tiene su propia belleza. Hay algo profundamente poético en la desnudez del invierno, algo que recuerda la fuerza de la naturaleza cuando se desprende de lo superfluo. La nieve, cuando llega a cubrir el suelo, es la última capa de un lienzo en blanco.

Hay algo esencial en la mañana de enero que no se puede explicar fácilmente. Tal vez sea la sensación de que el tiempo se ha detenido solo por un momento, de que el mundo ha pausado su constante movimiento para darnos un respiro. La luz que se filtra a través de las nubes grises, las huellas que dejamos en la nieve, los sonidos suaves de la naturaleza: todo parece encajar en armonía. En este momento, el invierno no es solo una estación del año, sino una sensación profunda que nos llega al alma, invitándonos a la reflexión, a la calma, y a la belleza que se esconde en los rincones más fríos del mundo.

 

21 enero 2025

 

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drbenavides@medmultilingua.com

 


Marco Vinicio Benavides Sánchez es médico cirujano y partero por la Universidad Autónoma de Chihuahua; título en cirugía general por la Universidad Autónoma de Coahuila; entrenamiento clínico en servicio en trasplante de órganos y tejidos en la Universität Innsbruck, el Hospital Universitario en Austria, y en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Ha trabajado en el Instituto Mexicano del Seguro Social como médico general, cirujano general y cirujano de trasplante, y también fue jefe del Departamento de Cirugía General, coordinador clínico y subdirector médico. Actualmente jubilado por años de servicio. Autor y coautor de artículos médicos en trasplante renal e inmunosupresión. Experiencia académica como profesor de cirugía en la Universidad Autónoma de Chihuahua; profesor de anatomía y fisiología en la Universidad de Durango. Actualmente, investiga sobre inteligencia artificial en medicina. Es autor y editor de la revista web Med Multilingua.

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