los martes
Algunos
comentarios acerca del libro El silencio de las cosas, de Gerardo
Cárdenas Robles
Por Andrés Espinosa Becerra
La aparición de
este libro es un evento gozoso por varias razones. Es un libro presentable,
notorio, destacado, que no es publicado ni local ni estatalmente. Es editado
fuera de aquí, en el Distrito Federal. Además, sale a luz gracias a un editor
de nuestro estado, que también es poeta, Federico Corral Vallejo. Este libro es
una muestra de la existencia de los talleres literarios y sus frutos, pero no
se debe tan solo a ese espacio cultural, sino a la imaginación, carácter y
talento de un joven, esos son los motivos de la aparición de El silencio de las cosas. Esas razones
deben ser para nosotros motivo de festejo.
El silencio de las cosas es muy atrevido, como atrevida es la fuerza de los
jóvenes como Gerardo Cárdenas Robles, que van cursando apenas las primeras dos
décadas de sus vidas, y su atrevimiento consiste en mostrar una paleta en la
que hay varios colores fundamentales con los que estructura la escenografía del
libro y de los textos.
Para ingresar a El silencio de las cosas se debe pensar
en la estructura de la mente juvenil, se debe considerar esa magnífica
inquietud y su posibilidad para visualizar universos que nosotros ya no podemos
atisbar y ni siquiera imaginar, porque El
silencio de las cosas ofrece planetas, cosmovisiones, conceptos raros por
lo intrincado que resultan, pero también ofrece vientos cálidos, aromas de
sentimientos y contemplaciones serenas del mundo alrededor.
Tocante a la
imaginación impregnada de furor juvenil, el libro abre sus puertas con poemas
que recogen la palabra inextricable y de esa manera es el fuerte torrente que solo
podemos ver, pero no podemos comprender, eso solo es posible con subsecuentes
lecturas para que podamos construir un mismo significado del significante que
se está leyendo; esto es, hay que releer los versos para ajustarlos a alguna
interpretación cualquiera y personal del concepto o propuesta que está
mencionando Gerardo Cárdenas Robles en esos momentos iniciales del libro.
Una de las
gratitudes del libro de Gerardo Cárdenas Robles es que en la página
veinticuatro le permite la entrada al discurso poético y deja un momento de
lado la imagen inextricable; los títulos mismos cobran naturalidad y los versos
parecieran que van descendiendo una escalera lingüística suavemente. El libro
se abre y ya podemos ver poesía de alto vuelo y gran respiración.
El ejercicio
estilístico de Cárdenas Robles es notorio desde un inicio; digamos que, como
todo joven, pues le vale, no le importa, rompe sentidos y contrasentidos,
elevan sus palabras un vuelo sobre la mesa y caen con orden y desorden que
buscan respirar y lanzar mensajes de identidad.
Hablamos de la
imaginación joven que está iniciando un vuelo venturoso por entre el
significado de la vida y el significado de las palabras.
Hay una gran
necesidad de que verso tras verso, en los poemas iniciales, esté armado con
imágenes saturadas de conceptos. Termina una estrofa, llamémosle así o el poema
entero y escuchamos sonidos separados a los que hay que buscarle su tema
central.
Y es que por más
liberal que sea, la poesía debe estar dirigida hacia algo o a partir de un
algo, con un significado básico. Esto habla del asunto delicado que implica dar
rienda suelta a la creación con las imágenes y las palabras.
Pronto aparece el
poema titulado El reflejo y la memoria,
y entonces aparece la poesía nítida limpia y con una intención personal de
Cárdenas. Quedan cerca de nosotros versos como: “Mientras se quema/ una sonrisa
sin cuerpo/ continúan naciendo/ las verdades del tiempo”.
Después aparece Jamás en donde se ve la transparencia
del lenguaje inmediato, claro, con un sentido para todos nosotros, y es por eso
que es poesía. La poesía no es solo oxímoron, es también la voz de la
inteligencia translúcida, es la voz del alma, y el alma, aún con sus colores
grises es transparente. Como he dicho que el escritor escribe acerca de lo que
contempla, aparecen dos ejemplos mayores en El
silencio de las cosas: No es por mí
junto con No hay cosa. En mi humilde
opinión, dos poemas que dan razón de ser a este libro ya que son poemas que
respiran y son gozosos de existir porque tienen materia y sustento en sí mismos
por lo que cantan.
Insisto en decir
que Gerardo Cárdenas Robles no es solamente producto de un taller literario,
eso es ufanarse en cosas relativas, es, lo creo firmemente, reflejo de sí
mismo, fruto de una sociedad sana que aún tiene cosas valederas, es un motivo
para creer en la esperanza, que un día un día un conductor de programa radiofónico
local, tuvo la ceguera de declarar que la esperanza no existe. Pero en efecto,
es una ceguera que lo que no considera es la existencia de la esperanza cifrada
en los Ernestos, las Karinas, los Gilbertos, los Edgar y, ahora, en los
Gerardos.
Finalmente El silencio de las cosas cierra con un
espléndido poema amoroso que en el que el silencio y la memoria muestran sus
sonidos.
Gran alegría por
la aparición de Gerardo Cárdenas Robles en el escenario de la publicación de
poesía.
Cárdenas Robles,
Gerardo: El silencio de las cosas. Editorial Tintanueva, México, 2012.
Andrés Espinosa
Becerra
2 de julio del
2012
Andrés Espinosa Becerra, Córdoba, Veracruz. Sus libros son: Quinteto para un pretérito, en coautoría con otros autores, Los días que no duermen, Una casa con silencio y patio, El silencio del gato. Actualmente textos suyos aparecen en la revista electrónica Estilo Mápula.
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