viernes, 1 de agosto de 2025

Cuenta hasta diez


 

La columna de Bety

Cuenta hasta diez

 

Por Beatriz Aldana

 

Les escribiré de cuando el Todopoderoso te envía ángeles, o alguien muy querido que desde el nirvana te está cuidando. Hace unos pocos meses me sucedió una situación que al principio carecía de importancia, como fue el tomar un camino distinto hacia una Granja ubicada entre Ciudad Aldama y Chihuahua. Conforme iba avanzando, al desconocer la ruta, mi estado de ánimo fue cambiando del entusiasmo al temor, continuando con el enojo, por varias circunstancias.

La primera, que me impresionan las gazas o carreteras de un solo carril, y más aún si estas se encuentran a cierta altura sobre algún río, en este caso sobre nuestro Río Chuviscar. Pues bien, al salir de la mencionada gaza, ya sentía palpitaciones anormales en mi cabeza, y cierta aceleración en mi corazón, debido, por supuesto, a la tensión previa. No conforme con ello, entré a una carretera sumamente transitada por tráfico pesado, y mirando yo el panel de control de mi vehículo me marcaba que contaba con menos de la reserva de gasolina, y sin hallar por el camino alguna Gasolinera. Total que terminé perdiéndome en una colonia totalmente desconocida para mí.

Afortunadamente conté con la ayuda de una persona que utilizó el Google Maps para ayudarme a salir de allí. Todo este periplo lo hago crónica, ya que a resultas de esa situación se presentaron consecuencias no muy gratas en mi salud: debido a la subida de presión arterial hubo una rotura en un vaso pequeño en el cerebro. Y aun cuando se esperó un tiempo perentorio para dar oportunidad a que cerrase y cicatrizace por sí sola, la opinión médica fue:  En lo sucesivo tendrá algunas lagunas mentales, con probabilidad de perder ciertas habilidades motrices, aunado a cierto descontrol en el organismo, derivado de la falta de conectividad cerebral por el sangrado e inflamación ocasionada.

En fin, resulta que habiendo notado todas estas deficiencias opté por descansar unos 30 días, evitando manejar, incluso subir a las habitaciones superiores de mi casa.

Pasados los treinta días, me sentí con fortaleza de retomar todas mis actividades, pero siempre con el temorcito oculto de que no sucediera algún evento relacionado con esa pérdida de habilidades motrices y de memoria.

Efectivamente lo temido sucedió este pasado  lunes, y fue el que  llamemos "peor que ninguno”, ya que me dirigí a realizar mis pagos bancarios y de servicios, aprovechando para ir al Centro Comercial a la compra de víveres, aquí les va lo alarmante de todo este relato. Al salir de las compras me percato de que mi vehículo no se encuentra donde lo había estacionado, y no había nadie en ese momento a quien recurrir para solicitar ayuda, ya que era por la mañana y en lunes, total que estuve dando vueltas y más vueltas con las pesadas bolsas en mano, y no encontraba mi vehículo.

Entonces empecé ya con el miedo al pensar que había sido robado, y así como inicié la crónica: un caballero bajó de su vehículo, me preguntó que me ocurría, le comenté ya con lágrimas y desazón la pérdida de mi camioneta. Él me tranquilizó y se ofreció a buscarla vehículo por vehículo, utilizando mis llaves con alarma para localizarlo. Afortunadamente lo encontró, y grande fue mi sorpresa, pues yo jamás recordé haber estacionado ahí donde fue encontrado mi vehículo.

Por supuesto que esta situación me encendió las alarmas de lo que hace meses me dijo la doctora que  atendió mi problema de rotura del vasito sanguíneo. Me advirtió: Señora: tendrá leves lagunas mentales, algunos olvidos ya sea de nombres, fechas, incluso rostros, o compromisos, por lo que será necesario llevar un librito para anotar absolutamente todo, hasta lo más mínimo, amén de iniciar un tratamiento médico más amplio para tener en permanencia la vigilancia de ese vasito que sin duda quedó ya vulnerable.

Mi relato es básicamente para advertir que, como en aquellos tiempos nos decían: "Antes de enojarte, cuenta hasta diez". Así procuro hacerlo ahora, no me queda más remedio, porque en ese desafortunado evento no tuve esa precaución y ahora ya están las consecuencias.

 


Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora, escribe y produce crónicas de video en sus dos blogs de Facebook, además de La columna de Bety en Estilo Mápula.

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