La columna de Bety
Cuenta hasta diez
Por Beatriz Aldana
Les escribiré de cuando el
Todopoderoso te envía ángeles, o alguien muy querido que desde el nirvana te
está cuidando. Hace unos pocos meses me sucedió una situación que al principio
carecía de importancia, como fue el tomar un camino distinto hacia una Granja
ubicada entre Ciudad Aldama y Chihuahua. Conforme iba avanzando, al desconocer
la ruta, mi estado de ánimo fue cambiando del entusiasmo al temor, continuando
con el enojo, por varias circunstancias.
La primera, que me
impresionan las gazas o carreteras de un solo carril, y más aún si estas se
encuentran a cierta altura sobre algún río, en este caso sobre nuestro Río
Chuviscar. Pues bien, al salir de la mencionada gaza, ya sentía palpitaciones
anormales en mi cabeza, y cierta aceleración en mi corazón, debido, por
supuesto, a la tensión previa. No conforme con ello, entré a una carretera
sumamente transitada por tráfico pesado, y mirando yo el panel de control de mi
vehículo me marcaba que contaba con menos de la reserva de gasolina, y sin hallar
por el camino alguna Gasolinera. Total que terminé perdiéndome en una colonia
totalmente desconocida para mí.
Afortunadamente conté con la
ayuda de una persona que utilizó el Google Maps para ayudarme a salir de allí.
Todo este periplo lo hago crónica, ya que a resultas de esa situación se
presentaron consecuencias no muy gratas en mi salud: debido a la subida de
presión arterial hubo una rotura en un vaso pequeño en el cerebro. Y aun cuando
se esperó un tiempo perentorio para dar oportunidad a que cerrase y cicatrizace
por sí sola, la opinión médica fue: En
lo sucesivo tendrá algunas lagunas mentales, con probabilidad de perder ciertas
habilidades motrices, aunado a cierto descontrol en el organismo, derivado de
la falta de conectividad cerebral por el sangrado e inflamación ocasionada.
En fin, resulta que habiendo
notado todas estas deficiencias opté por descansar unos 30 días, evitando
manejar, incluso subir a las habitaciones superiores de mi casa.
Pasados los treinta días, me
sentí con fortaleza de retomar todas mis actividades, pero siempre con el
temorcito oculto de que no sucediera algún evento relacionado con esa pérdida
de habilidades motrices y de memoria.
Efectivamente lo temido
sucedió este pasado lunes, y fue el
que llamemos "peor que ninguno”, ya
que me dirigí a realizar mis pagos bancarios y de servicios, aprovechando para
ir al Centro Comercial a la compra de víveres, aquí les va lo alarmante de todo
este relato. Al salir de las compras me percato de que mi vehículo no se
encuentra donde lo había estacionado, y no había nadie en ese momento a quien
recurrir para solicitar ayuda, ya que era por la mañana y en lunes, total que
estuve dando vueltas y más vueltas con las pesadas bolsas en mano, y no encontraba
mi vehículo.
Entonces empecé ya con el
miedo al pensar que había sido robado, y así como inicié la crónica: un
caballero bajó de su vehículo, me preguntó que me ocurría, le comenté ya con
lágrimas y desazón la pérdida de mi camioneta. Él me tranquilizó y se ofreció a
buscarla vehículo por vehículo, utilizando mis llaves con alarma para
localizarlo. Afortunadamente lo encontró, y grande fue mi sorpresa, pues yo
jamás recordé haber estacionado ahí donde fue encontrado mi vehículo.
Por supuesto que esta
situación me encendió las alarmas de lo que hace meses me dijo la doctora
que atendió mi problema de rotura del
vasito sanguíneo. Me advirtió: Señora: tendrá leves lagunas mentales, algunos
olvidos ya sea de nombres, fechas, incluso rostros, o compromisos, por lo que
será necesario llevar un librito para anotar absolutamente todo, hasta lo más
mínimo, amén de iniciar un tratamiento médico más amplio para tener en
permanencia la vigilancia de ese vasito que sin duda quedó ya vulnerable.
Mi relato es básicamente
para advertir que, como en aquellos tiempos nos decían: "Antes de
enojarte, cuenta hasta diez". Así procuro hacerlo ahora, no me queda más
remedio, porque en ese desafortunado evento no tuve esa precaución y ahora ya
están las consecuencias.
Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora, escribe y produce crónicas de video en sus dos blogs de Facebook, además de La columna de Bety en Estilo Mápula.
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