Caja musical
Por Almudena Cosgaya
Una habitación completamente blanca, el color la ha
abandonado y los ruidos son lejanos. Ahí me encuentro recostada en completa paz,
intentando olvidar lo que ha pasado; pero no hay día, ni momento en el que no
pueda evitar el recuerdo de aquel día.
Era una mañana fresca de las que te hacen temblar.
Recuerdo haber tomado el abrigo antes de salir rumbo a la casa de mi
amigo Fernando, quien había llegado de un viaje y deseaba mostrarme algo
con urgencia.
No eran más de las 11:35 de la mañana cuando llegué,
me abrió casi en un instante la puerta y me condujo a la pequeña estancia justo
a un lado de las escaleras.
―Me alegra que llegarás
pronto ―dice Fernando sin poder ocultar en su voz impaciencia y nerviosismo.
Sin tan solo hubiera
puesto más atención a los detalles hubiera escapado en ese instante.
―Tu voz sonaba tan
impaciente que creí que si no venía terminarías llegando a mi casa justo antes
de colgar el teléfono ―respondí divertida mientras dejaba el abrigo en el
pequeño sillón color blanco.
―Escucha… en mi viaje a
la ciudad de Taxco me encontré maravillado recorriendo sus calles empedradas,
pero el éxtasis llegó cuando en un bazar de segunda mano me encontré con esta
bella aunque vieja caja musical.
Quede sorprendida cuando lo vi sacando de una
pequeña pieza de madera, tallada con diferentes figuras, lo cual le daba un
toque de antigua.
―¿Quieres escuchar?
Lo preguntó como si
fuera una advertencia. Fue la segunda señal y la deje pasar.
La melodía no era otra que Moonlight sonata de
Beethoven. Lo que al inicio me pareció algo lindo pronto comenzó a helarme la
piel, pues en el fondo de la melodía se escuchaba la voz de hombre o más bien
el quejido. Detuve abruptamente a mi amigo y la música sesó.
―¿Era eso la voz de un
hombre? ―pregunte con cierto temor.
―Entonces también lo has
escuchado, comenzaba a creer que era parte de mi imaginación ―respondió Fernando
reanudando la melodía―. Escuchemos más…
―Para, detenla... ―dije
sin poder seguir soportando el que se oía, pero Fernando hizo caso omiso de mi
petición.
De pronto comenzaron a escucharse pasos en la
segunda planta de la casa. Fernando detuvo la melodía y me miro con temor.
―¿Está tu madre en casa?
―pregunte esperanzada, deseando que se tratara de ella y no de otra cosa.
Ya mi mente comenzaba a despertar y no sería
bueno.
―No. Estoy solo ―respondió
Fernando y para pesar de ambos la caja comenzó de nueva cuenta la melodía y de
igual manera se oyeron los pasos en la planta superior.
―Detenla ―supliqué.
―No puedo.
Aplicando toda su fuerza pudo detenerla, y ambos
observamos con horror que una silueta se había detenido justo en la escalera. El
miedo se apoderó de nosotros al ver un pie errante entre los escalones.
―No puedo detenerla másm
―gritó Fernando intentando frenar cada nota. Al no poder hacerlo, aquella
silueta o ser bajaba las escaleras ante el horror de ambos.
―¡Salgamos de aquí! ―grité.
Justo en ese momento la caja escapo de las manos de
Fernando y al caer al suelo la música continuó. La figura bajo la escalera con
tanta rapidez que no recuerdo qué más sucedió. Ahora mis días los pasó en este
lugar de paz, donde la música no se puede escuchar.
Muchos han intentado que averiguar qué le paso a
Fernando... yo prefiero solo guardar silencio. Mirar hacia la nada.
Hay cosas que no debemos
tomar a la ligera, incluso una melodía podría ser fatal en el lugar y momento
menos indicados. Cuidado con lo que atrape tus oído o podrías perderte en el
valle para siempre.
Almudena
Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de
relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir
luego sus propios cuentos, al darse cuenta que en algunos de sus relatos de
fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de
poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó La maldición del séptimo invierno, su primera novela.