La columna de Bety
Respirar
Por Beatriz Aldana
Hoy iniciaré La columna
de Bety como en retrospectiva. Recuerdo mi edad: siete añitos, siempre de
la manita de mi mamá. Ella se llamaba Jesusita, porque su nombre de pila era Jesús,
en masculino, un solo nombre. Regresando a lo de la manita, una vez me llevó al
doctor, en el Seguro Social, y escuché al mencionado doctor cuando le dijo que
yo tenía una enfermedad muy seria, la cual irremediablemente me llevaría a la
muerte.
Mi mamá lloró mucho y con
todo el dolor me dejó ahí, se despidió de mí, yo ataviada con la típica batita
azul. Me pusieron en una sala de seis camas para mí solita, permanecí internada
aproximadamente tres meses. A diario miraba por el ventanal para atisbar la
hora de llegada de mi mamá.
Desde pequeña me han atacado
enfermedades de muy difícil tratamiento, hasta el sol de hoy, pues mi hígado
quedó casi destruido. Por eso los medicamentos que me lleguen a recetar casi
resultan en vano, porque mi hígado no logra metabolizar adecuadamente las sales
o antídotos que lleguen a contener. Lo mismo pasa con diferentes alimentos
totalmente prohibidos en mi dieta.
Mi mamá murió cuando estaba aún
pequeña. Crecí como alguna vez lo dijese yo misma en una forma un tanto
peyorativa: "como un perrito
callejero".
Y por lo tanto, siempre tomé
lo que se presentaba en mi camino de vida, así que muchas veces me equivoqué (en
parejas, en amistades), jamás en mis empleos, que dicho sea de paso siempre
fueron de alto nivel y por consecuencia ahora tengo buenos beneficios de ellos
por jubilación y por los bienes adquiridos.
Pero ahora regreso a la
endeble salud. Un simple resfrío en mí tiene la capacidad de inhabilitarme por
espacio de 40 días por los resquicios que quedan de él. Ahora, a mi edad un
tanto avanzada, me queda muy claro que si no tengo la debida precaución en
estos resquicios que me quedaron, indudablemente que el futuro no es en
absoluto halagüeño.
He de añadir que mi
estructura física es tremendamente endeble, por la delgadez de solo 42 kilos, y
qué decir de la estabilidad emocional: soy extremadamente sensible, lo cual no
abona a tener la entereza suficiente para sobrellevar situaciones que las más
de las veces me hieren profundamente por mi exagerada entrega a cualquier
sentimiento amoroso, u amistoso. Soy el tipo de persona que se entrega con una
fidelidad absoluta a la pareja, a las amistades, cuando debería comprender que
eso se da en personas de tipo especial como yo, y no en la generalidad.
Para dar fin a esta crónica,
haré mención de que la última doctora que atendió mi problema de falta de
mejoría en mi salud fue esta:
No estaría por demás que buscara
ayuda terapéutica, porque usted no tiene problema infeccioso: sus pulmones se
escuchan bien, por lo tanto llego a la conclusión de que esto es una enfermedad
psicosomática provocada por un evento, circunstancia que le está provocando una
inestabilidad emocional. Por alguna razón, usted tiene temor de solucionarla,
tal vez por la tristeza o pérdida que llegase a provocarle, la decisión de
finiquitar. Eso es solamente decisión suya"
Efectivamente, buscaré ayuda
profesional para hacer un último intento para recuperar mi salud.
Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora, escribe y produce crónicas de video en sus dos blogs de Facebook, además de La columna de Bety en Estilo Mápula.
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