La columna de Bety
La ejemplar historia de una
mujer libre
Por Beatriz Aldana
La vida es una constante
rueda, si no de la fortuna sí rueda al fin. Traigo a colación este tema porque
recientemente una persona de mi gran estima fue sometida a una delicadísima
intervención quirúrgica. Mi pesar era que, debido a que a esa persona le sobran
más que le falten seres queridos con toda la disposición de cuidarle, de estar
al pendiente de su progreso convaleciente, a pesar de eso yo, con gran ilusión
y con cierta devoción, me propuse dejar de hacer todo asunto propio para
dedicarle tiempo, compañía y cuidados a mi gran amigo.
Pero quiso el destino que yo
visualizara algo que tal vez no tenía mayor importancia, pero que a la postre,
después de tanta observancia innecesaria, pero también un tanto de curiosidad,
hizo que mi rueda girase en sentido contrario, por la tristeza, frustración,
desesperanza y un sentido de pérdida, por el entusiasmo observado en cada una
de las publicaciones aparecidas en esta a veces fatídica carretera digital, que
las más de las veces ha provocado rompimientos sentimentales, amistosos,
incluso de trabajo.
Regreso a lo que comento en
relación con las visualizaciones observadas, las cuales me condujeron a
cavilaciones equivocas, incluso a retomar costumbres ya puestas en un cajón,
como las bebidas espirituosas, tal vez con la intención de que de pronto al
beber una o dos copitas se acallaran esos sentimientos nada halagüeños.
Y nada, así como menciono lo
de la rueda, me percato de una cosa: Todo ese tiempo empleado en cavilaciones,
toma de decisiones, y en algún momento, el agradable estado etílico, me dio el
valor de expresarle a él algo que siempre guardaba celosamente en mi yo
interno, y era esto: no está en mi ser
la compañía perenne o constante de absolutamente nadie, hay algo en mí que me
lo prohíbe.
Tal vez sea que desde niña, por
avatares de la a veces injusta vida, quedé huérfana de madre, y por
consiguiente huérfana de familia, porque los hermanos jamás ocupan la labor de
una madre ni en cariño, ni en atención y mucho menos en educación. Así que
desde los 14 años hasta ahora a los 72, que tengo, siempre he sentido ese
inmenso deseo de libertad.
Por fortuna me he tomado en
este largo caminar con gente que ha comprendido a carta cabal esta manera mía de
ser. Por ahí a veces me dicen: Dame la receta para sonreír y ser tan feliz como
luces siempre.
Bueno, pues no hay receta. No
sabría dar cada persona los ingredientes.
Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora, escribe y produce crónicas de video en sus dos blogs de Facebook, además de La columna de Bety en Estilo Mápula.
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