Sobre los cangrejos (segunda
versión -aunque fue escrita primero-)
Por Guadalupe Ángeles
Inventa el tiempo, se reduce a una
mancha oscura vistiendo de negro o arropándose, cubriendo su cuerpo
como si se soñara en la próxima estación mariposa, pero también para esconderse
del frío, al que le tiene tanto miedo como al silencio del ser amado.
Inventa los segundos que van pasando al
beber té caliente, forzando su vista cuando ya está cansada, no se dice
ola en el movimiento incesante que solo va a la muerte, sino que se asume como
la enfermedad que habrá de darle muerte al correr de los días, a esa mala
idea que se tiene del existir. Y sabe que no sabe nada, ni siquiera cómo cubrir
su desconsuelo con una filosofía dura y específica, central,
totalizadora. Porque no sabe de filosofías, solo recuerda el calor de
su cuerpo en otro cuerpo, la tibieza del beso interminable. Así, inventa
el tiempo para que venga el sol otra vez y regrese el cuerpo amado, para hundir
su tristeza en el mar del goce compartido.
Como quien se acerca al misterio,
de manera muy lenta, mide las micras que separan su gana de escribirlo
todo, de la soledad que le peina los cabellos en desorden; los instantes que
preceden al más estrecho abrazo, al frío que le atosiga, transformando sus
brazos en sendos ríos.
Cierra los ojos y compacta su cuerpo en
la posición exacta para que vengan los cuervos más oscuros a posarse sobre su
espalda, para que la música del silencio le cubra por completo y
quede así a la deriva, recordando que en el mar a media noche
resuenan los pasos del ir y venir de los cangrejos en lo profundo, porque es
ahí, en el lecho marino, donde estos desamparados seres encuentran su vida, y
olvidan, al contacto de las corrientes más frías a los asesinos, a
aquellos que buscan a los de su raza para lanzar sus restos al mar nocturno.
Los cangrejos saben, acostumbrados como están a los abismos, que la muerte
también inventa otro tiempo, como ella esta noche silenciosa, compacta, tenaz.
Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005) y Raptos (2009). Ha colaborado en Ágora, El Financiero, El Informador, El Occidental, La Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y Espéculo. Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación. Actualmente reside en Guadalajara.
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