Radio actividad
nocturna
Por Heriberto Ramírez
Aquella noche
exploraba el cuadrante en un radiecito japonés, que además era televisor y
despertador, uno de los tantos regalos de Mary, mi hermana mayor. Si bien en
esa pantalla jamás pude ver nada, el radio funcionaba con una antena hechiza de
un gancho metálico para colgar ropa. En medio del ruido de la estática, según
me han dicho, producto de las tormentas solares, pude identificar unas
canciones ejecutadas muy al estilo de Gabriel Ortiz, el Bob Dylan de la
Facultad de Filosofía.
Esto me intrigó de sobremanera,
porque eso era imposible de escucharse en la radio local, y menos en otras
estaciones, por razones que ahora no vienen al caso. Detuve el botón negro en
esa raya del espectro y me dispuse a escuchar y descubrir de qué se trataba.
Los setentas llegaban
a su fin y ocupaba en aquel entonces dos cuartos de una modesta vecindad de la
Calle Segunda, en las inmediaciones de Chihuahua; vivía con Angélica, mi
primera esposa, y Fabián, nuestro hijo recién llegado. Ella se había hecho
cómplice en la aventura de venirnos a estudiar en la universidad. De pronto, la
voz perfectamente modulada del locutor precisó la autoría de aquellas
ejecuciones como Rodrigo González y no de Gabriel Ortiz, como lo pensé en un
primer momento. Sentí que había hecho un gran descubrimiento, no solo por el
cantante sino por la estación: era Radio Educación, la cual nadie en mi entorno
inmediato había escuchado jamás, ni siquiera sabían de ella. A partir de
entonces fue nuestra compañera nocturna inseparable, pues sin tele ni equipo
reproductor alguno, atenuaba mi profunda envidia a quienes sí los tenían.
De pronto mi universo
cultural se vio expandido con la historia del jazz, del blues, de partes
lejanas del mundo. Escuchaba con atención el programa de jazz de Kasuya Sakai.
Así supe de la existencia de Miles Davis y Weather Report, o de la producción A campo traviesa, de Rodrigo de
Oyarzabal. Fue tanta su caladura que cuando anduvimos por la Ciudad de México
nos plantamos frente a la estación y nos sacamos múltiples fotos. Esta última
conexión duró hasta que apareció en el cuadrante La poderosa de Monterrey, que
la borró de mi espacio radiofónico.
(Este cuento de
Heriberto Ramírez Luján es parte de su libro Relatos en celular, inédito).
Heriberto Ramírez Luján filósofo mexicano redacta la lógica
con precisión de cirujano. En sus ensayos y libros de filosofía y también en
sus textos literarios. Sobrio y elegante profesor, el estoicismo es divisa de
su estética. Y de su gran estilo.
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