domingo, 7 de abril de 2019

Heriberto Ramírez. Radio actividad nocturna

Radio actividad nocturna

Por Heriberto Ramírez

Aquella noche exploraba el cuadrante en un radiecito japonés, que además era televisor y despertador, uno de los tantos regalos de Mary, mi hermana mayor. Si bien en esa pantalla jamás pude ver nada, el radio funcionaba con una antena hechiza de un gancho metálico para colgar ropa. En medio del ruido de la estática, según me han dicho, producto de las tormentas solares, pude identificar unas canciones ejecutadas muy al estilo de Gabriel Ortiz, el Bob Dylan de la Facultad de Filosofía.
Esto me intrigó de sobremanera, porque eso era imposible de escucharse en la radio local, y menos en otras estaciones, por razones que ahora no vienen al caso. Detuve el botón negro en esa raya del espectro y me dispuse a escuchar y descubrir de qué se trataba.
Los setentas llegaban a su fin y ocupaba en aquel entonces dos cuartos de una modesta vecindad de la Calle Segunda, en las inmediaciones de Chihuahua; vivía con Angélica, mi primera esposa, y Fabián, nuestro hijo recién llegado. Ella se había hecho cómplice en la aventura de venirnos a estudiar en la universidad. De pronto, la voz perfectamente modulada del locutor precisó la autoría de aquellas ejecuciones como Rodrigo González y no de Gabriel Ortiz, como lo pensé en un primer momento. Sentí que había hecho un gran descubrimiento, no solo por el cantante sino por la estación: era Radio Educación, la cual nadie en mi entorno inmediato había escuchado jamás, ni siquiera sabían de ella. A partir de entonces fue nuestra compañera nocturna inseparable, pues sin tele ni equipo reproductor alguno, atenuaba mi profunda envidia a quienes sí los tenían.
De pronto mi universo cultural se vio expandido con la historia del jazz, del blues, de partes lejanas del mundo. Escuchaba con atención el programa de jazz de Kasuya Sakai. Así supe de la existencia de Miles Davis y Weather Report, o de la producción A campo traviesa, de Rodrigo de Oyarzabal. Fue tanta su caladura que cuando anduvimos por la Ciudad de México nos plantamos frente a la estación y nos sacamos múltiples fotos. Esta última conexión duró hasta que apareció en el cuadrante La poderosa de Monterrey, que la borró de mi espacio radiofónico.

(Este cuento de Heriberto Ramírez Luján es parte de su libro Relatos en celular, inédito).



Heriberto Ramírez Luján filósofo mexicano redacta la lógica con precisión de cirujano. En sus ensayos y libros de filosofía y también en sus textos literarios. Sobrio y elegante profesor, el estoicismo es divisa de su estética. Y de su gran estilo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario