martes, 23 de abril de 2019

Eugenia Naborski. La tristeza chiquita

La tristeza chiquita

Por Eugenia Naborski

Cuando muere un ser pequeño la tristeza también es chiquita.
No es mejor. No es menor.
La tristeza chiquita cabe en todos lados.
Se esconde entre las pestañas, bajo las uñas, alrededor de la boca. Se acumula entre las comisuras de los dedos y detrás de las rodillas. Se filtra por el ombligo para habitar en el estómago.
Se queda debajo de una servilleta y espera a que alguien vuelva a usarla.
Se atora como el dedo meñique en un teclado de máquina vieja; como las moronas en las esquinas de los empaques de celofán.
A la tristeza chiquita se la lleva el soplo que enfría una taza de té. Pero regresa tan pronto como lo bebemos.
Se escurre penosamente como una gota de amarillo por la pierna.
La tristeza chiquita se guarda en una caja de cerillos, que no suena cuando se le agita.
Es la arena que queda en el cabello al volver de la playa, y sigue saliendo de uno por días.
Es el recuerdo minúsculo de un día feliz.
Es tan chiquita esa tristeza… que casi no es tristeza.
Y eso es triste.









Eugenia Naborski. Con formación de artista plástico y especialización en fotografía, decide dedicarse de manera profesional a su verdadera pasión: contar. Ha incursionado en guionismo y dirección de arte para cortometraje y teatro. Se ha desarrollado en relato breve, poesía, ensayo y literatura infantil. Apuesta por la comedia como género y metodología de vida. Desde el 2018 forma parte de La Liga de la Injusticia, colectivo de stand up. Todos sus relatos y personajes son ficticios y cualquier parecido con la realidad es coincidencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario