Repertorio familiar
Por Ruby Myers
Encontré un atado de cartas
ceñidas con un listón amarillo,
algunas crujen y se quiebran.
Las leo como si fuera una adivina
que ya conoce los desenlaces.
No falta el maduro Don Juan,
encandilado por una pispireta joven;
o el que hizo fortuna ahorrando
sin prender el aire acondicionado;
sé a cuál despojaron en el testamento
y el nombre del que usurpó la herencia;
quién se quedó ciego, a cuál le falta un brazo,
a este lo venció el cáncer, a la otra la diabetes.
Alguno perdió la fe, la vergüenza,
que se consiguió un amante,
ceñidas con un listón amarillo,
algunas crujen y se quiebran.
Las leo como si fuera una adivina
que ya conoce los desenlaces.
No falta el maduro Don Juan,
encandilado por una pispireta joven;
o el que hizo fortuna ahorrando
sin prender el aire acondicionado;
sé a cuál despojaron en el testamento
y el nombre del que usurpó la herencia;
quién se quedó ciego, a cuál le falta un brazo,
a este lo venció el cáncer, a la otra la diabetes.
Alguno perdió la fe, la vergüenza,
que se consiguió un amante,
Y aquel al que le encanta decir mentiras.
Conozco también el orden
en que avanzó la fila
de los que caminaron a la muerte.
Pobrecitos, vivos o muertos,
tan indiscretos, tan incautos,
mira que dejar por escrito sus derrumbes
con rúbrica y posdata.
Voy a destruir la evidencia que me incrimina
no vaya a ser que un día cualquiera
a alguien se le ocurra, como a mí,
escarbar en el repertorio familiar y
sentirse Dios, o cuando menos adivino.
Conozco también el orden
en que avanzó la fila
de los que caminaron a la muerte.
Pobrecitos, vivos o muertos,
tan indiscretos, tan incautos,
mira que dejar por escrito sus derrumbes
con rúbrica y posdata.
Voy a destruir la evidencia que me incrimina
no vaya a ser que un día cualquiera
a alguien se le ocurra, como a mí,
escarbar en el repertorio familiar y
sentirse Dios, o cuando menos adivino.
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