Sueño
de tú y yo
Por
Dolores Gómez Antillón
Ella
se hallaba extasiada mirando el cielo, serían las 8 de la noche cuando una ráfaga
de viento la envolvió, gotas de lluvia bañaron su cabello, perlas transparentes y brillantes que
poco a poco llegaron a cubrir su cuerpo, que el cielo le mandaba para sacarla
del letargo.
Arreció
la lluvia y ella gozaba de aquel baño
bendito.
Entró
contenta a casa y ante el espejo se vio cubierta por cristales de agua que
dibujaban su silueta y la proyectaba encantadora en su cama. Pasaron unos
minutos y después de aquella experiencia se quitó la ropa mojada y luego el
sueño la venció.
Soñó
con un joven de ojos claros, alto, pelo castaño y de manos encantadoras. Estaban
juntos en la sala de la casa, también su madre y otras
personas. Ellos no podían dejar de
mirarse, los dos con el corazón emocionado; no necesitaban hablar para decir todo
lo que estaban sintiendo en aquellos mágicos momentos.
Fue
la mano de Dios la que acercó sus espíritus tan afines. Había prendido la llama
del amor.
Esa
noche fueron a bailar, los invitaron su hermana y el novio. La pasaron de
maravilla, ella sentía los brazos de José estrechándola delicadamente, se
dejaba llevar al compás de melodías bellísimas como La flor de la canela, Amor mío.
Se
besaban como si se conocieran hacía mucho, ese amor venía del pasado, como un rencuentro místico.
Hablaban el mismo idioma. Sin decir palabra se entendían e hicieron el amor en
el jardín del salón. Se desnudaron atrás de unos árboles de flor de magnolias
uniendo el olor de su piel con el perfume de la naturaleza.
Después
de disfrutar cada parte del cuerpo se excitaron hasta la cima más alta de los
sentidos; acomodaron sus cuerpos con sutileza y ansiedad, se tocaron con cariño
y deseo. La mariposa abrió sus alas y el relámpago azul entró delicioso, penetrando
el laberinto de la gloria, destellos azules cristalinos corrieron por sus
muslos, simulando estrellas fugaces que dibujaban su cuerpo, el orgasmo
grandioso los llevó al clímax más extenso y placentero de su encuentro.
Besaron
sus labios carnosos con ansiedad
torrencial. Satisfechos y enamorados se vistieron lentamente, gozando con la
mirada el cuerpo que les había proporcionado tan delicioso torbellino de pasión y placer.
―Nos
hemos enamorado, grandioso Dios, siempre estaremos en nuestro pensamiento
sintiendo la fuerza de nuestra alma ―musitó ella en voz baja.
Volvieron
a casa con sus sueños prendidos, felices
y abrazados, muy serenos. Eran el uno para el otro para siempre, en todas las
vidas y caminos permanecerían unidos por un lazo tan hermoso como la mirada hipnótica de sus bellos ojos.
Fue
un sueño, si, pero cada noche la llevaba a continuarlo, como si le estuviera contando
sus vidas.
María y José por la eternidad.
Dolores
Gómez Antillón es licenciada en letras españolas con maestría en educación por
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua, de
la que después llegó a ser directora. Ha publicado los libros Rocío de historias cuentistas de Filosofía y
Letras, Apuntes para la Historia del
Hospital Central Universitario y Voces
de viajeros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario