El periodista Gabriel García Márquez
Por Jesús Chávez Marín
Se ha discutido, se ha llorado, se ha hablado mucho
acerca de las relaciones entre literatura y periodismo. Suenan frases cursis y
lugares comunes: “cierto periodismo sin reposo, espoleado por la urgencia,
quema al escritor, consume su talento… el periodismo nos mata, pero a la vez
nos da para ir viviendo. El periodismo es como una hambrienta y despiadada
sanguijuela que chupa hasta la última vitalidad criadora”. Y aquella otras que
Hemingway mismo ya consideraba lugar común: “Al periodismo hay que saber
dejarlo a tiempo”.
Hemingway no lo dejó nunca. Tampoco lo ha dejado
García Márquez quien escribe puntualmente cada semana impecables artículos que
se publican en varios diarios y revistas internacionales, como El Espectador de Bogotá, El País diario español o la revista
mexicana Proceso. García Márquez,
quien se inició en el periodismo a la edad de 20 años, en 1948, en un periódico
de Cartagena, Colombia, llamado El
Universal, tiene como uno de sus proyectos mas serios fundar un nuevo
periódico en Bogotá, en su país.
Un año antes de su primer trabajo periodístico había
publicado La tercera resignación, el primerio de diez cuentos que aparecerían
en El Espectador entre 1947 y 1952
(que con la fama posterior del novelista habrían de colectarse en el libro Ojos de perro azul). Ya desde entonces
sus dos oficios irían paralelos: la literatura y el periodismo, que
enriquecerían su experiencia y alcanzarían en García Márquez un excelente
cultivo.
Después de dos años en El Universal, renuncia para irse a Barranquilla donde trabaja en El Heraldo, escribe ahí una columna
diaria llamada La Jirafa. En 1954 ya es periodista en El Espectador, importante diario liberal de Bogotá. Siempre
prefirió ser reportero, según él es el verdadero periodismo, para lo que le
ayudaba su carácter siempre dispuesto a “la fascinación por los hechos y
personajes inusitados, la visión de la realidad como una suma de anécdotas”
(Vargas Llosa, Historia de un deicidio).
En 1955 escribe un reportaje que le dio notoriedad, Relato de un náufrago. Ese mismo año su
periódico lo manda a Europa como corresponsal: a Ginebra para cubrir las
conferencias de los cuatro grandes; a
Roma para reportear sobre la enfermedad del papa Pío XII; a París… y entonces
Rojas Pinilla clausura El Espectador
y García Márquez queda sin empleo.
Permanece en París, pobretón y vagabundo. Sigue escribiendo
su obra literaria y ejerciendo el periodismo: en 1957 viaja al este de Europa
donde escribe un reportaje sobre los países socialistas, del que dice Vargas
Llosa: “Noventa días en la cortina de hierro da una idea clara del periodista
que fue: informado, ingenioso, muchos sucesos que necesitarían de una
divulgación periodística que no tienen, porque los dueños de los grandes medios de comunicación de masas les interesa
que no se conozcan. Consciente de que hay periódicos que no se ocuparían de un
hecho excepto si lleva la firma de un escritor conocido”.
Así, viajó a Angola y escribió desde allí artículos
sobre la situación del país. Escribió sobre Vietnam, Mozambique, América
Latina. Además de sus reportajes testimoniales escribe sobre los temas más
variados, su vida de escritor, sus lecturas, sus oficios. Y sus proyectos
anunciados siguen las dos líneas comunicantes, paralelas de su trabajo, el
periodismo y la literatura: fundar un periódico en Bogotá, escribir una
historia de amor.
Junio 1985
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