Un poco
de mi camino a Donde el perdón no llega
Por Viviana Mendoza
Hernández
Casi amaneciendo y avergonzada de
no haber escrito más en este espacio que me ha ofrecido alguien que sabe lo
difícil que es iniciar un texto, crearlo y corregir y apoyar a otros
escritores. Confieso que hace meses debí empezar a escribir acerca de esta
experiencia, de cómo se puede encontrar uno con un libro que cree haber leído
por ojear los borradores, fragmento a fragmento, y se encuentra con un algo
diferente, con su propia realidad, aunque haya estado en comunicación constante
con su autor y compartido con él datos de la "realidad" de México.
Me siento como la persona que ve
un pedazo de tronco mientras el artesano observa en él a un alebrije y le
dedica horas a "liberarlo" mediante el tallado de la madera y la
elección de los colores adecuados. Verlo trabajar para que cada pieza encaje
correctamente, notar cómo los colores transforman la madera, ir descubriendo lo
que el creador busca en un material "común" y finalmente sentir el
asombro por el resultado final. Una criatura hecha de fragmentos de sueños. El
México donde los personajes de esta novela viven, aman, sufren, odian y se
encuentran con un destino.
Reencontrarme con ellos fue
extraño. Eran y no eran los personajes que conocía desde años atrás. Las partes
que "me perdí", porque Ángel tenía otros (y mejores) asesores o
ideas, fueron un alto a la lluvia de recuerdos que tenía de ese
viaje mental que comenzó con un pequeño hilo acerca de unos sucesos en una
hacienda, una conversación de hace aproximadamente 8 o 9 años. Me doy el lujo
de decir que el escritor Ángel Vela teje sus historias con una dedicación
obsesiva, busca, consulta, piensa, escribe, repiensa, borra, reescribe, escribe
más "porque el personaje lo pidió" y vuelve a revisar lo que escribió
para volver a consultar, revisar y pedir a quien pueda mejorar lo que tiene, que
lo revise de nuevo. Todo eso antes de pedir a una correctora profesional que lo
revisara y "diera una buena poda".
Eso "se supone" que
debe ser el proceso de todo escritor que ama lo que redacta. Es un ejemplo de
lo que quisiera lograr como escritora en cuanto a disciplina, pero el trabajo
supera ese punto cuando pienso en el resultado final. La mexicana, como fue conocida la novela antes de publicarse, una
historia que se vive en el México de un español que todavía no viaja
personalmente por estas tierras tan violentas como la historia que narra; violencia
donde también se puede notar la tristeza, la lealtad, la amistad y la fuerza
que dan algunos lazos. Gran parte del reflejo en la sensibilidad de un escritor
que se convirtió en artesano al perseguir su sueño. Ver publicada la novela que
ya llegó a México y está a la venta por internet, acercándose a la tercera
edición pocos meses después de haber abierto la caja de la primera.
Mientras escribo trato de recordar
todos los videos compartidos en noches como esta: escenas de películas de
Joaquín Cosio, intercalados con juegos de fútbol, documentales acerca del
tequila, artesanía mexicana, fiestas, notas periodísticas. Horas en que ya no
sabíamos quien se estaba desvelando con la diferencia horaria entre España y
México (7 horas) mientras compartíamos datos y anécdotas de otras personas
que "en ese entonces" solo conocíamos unos cuantos. Todo para
completar un texto de 363 páginas que no creo que alguien pueda tardar un año
en leerlo (página por día), porque la historia no va a soltarlo hasta no haber
contestado estas dudas iniciales: ¿Qué tienen en común un violento ex convicto
que sobrevive en Jalisco haciendo lo único que se le da bien y una viuda que
vio asesinar a sus hermanas y que lucha a diario por alimentar y proteger a sus
hijas en un entorno tan hostil y cargado de peligros que llegar vivo al final
del día se podría considerar un triunfo?
Voy a dejar este texto así,
porque, además de que necesito dormir y de que mis neuronas quieren irse de
huelga, debo aceptar que mi ego se alimenta con la idea de haber estado en
parte del proceso creativo de un escritor que logró algo tan bueno en la
primera novela que lleva a la editorial, habiendo participado en concursos y
antologías de cuentos y teniendo otra novela internacional "en el
tintero" desde más tiempo antes. Fue una lección múltiple acerca de lo que
es la escritura, lo que valoro de mi país a pesar de que muchas cosas de las
platicadas (presumidas) no aparecen y que, por una casualidad, mi ejemplar del libro
llegó cuando estaba la exposición La piel
del alebrije en el Centro de Desarrollo Cultural en octubre pasado, víspera
del Día de Muertos, puedo aprovechar para decirles que una de estas criaturas
también es parte de este camino narrativo a Donde el perdón no llega.
Viviana Mendoza Hernández es licenciada en letras
españolas por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de
Chihuahua. Escritora, periodista y fotógrafa, ha publicado la novela Buscando una vida normal y numerosas
colaboraciones literarias en varios medios. Actualmente es reportera de El Devenir de Chihuahua.
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