Arte de Alberto Carlos
¿En serio?
Por Alberto Carlos
Uno de mis cuatro lectores me hizo notar la frivolidad
imperante en esta columnilla y en otras cosas publicadas por ahí (epigramas,
calaveras, etcétera). Con desfachatez por mi parte y tolerancia de los
periódicos y revistas que han tenido, a bien o a mal, disponer de un espacio
para mis jaladas. Debías escribir algo en serio —me dijo este consejero
solemne, lector asiduo de los clásicos, los premios Nóbel y, por supuesto, Kafka.
A mí me ha leído —dice— como leer el aviso clasificado: de pasada, por
curiosidad, a ver si hay algo que valga la pena.
La verdad, la neta, queridísimo y culto amigo, cuando
me propongo y me pongo a escribir tiradas muy serias, a media cuartilla me estoy
destornillando de risa, como me sucede al “disfrutar” una de esas telenovelas
con dramas de la vida real, o cuando leo una de las últimas obras de Carlos
Fuentes, (¡sacrilegio!), sin pasar por alto, en este contexto, Raíces, de reciente pegue, y el Juego de abalorios de Hermánn Hesse, por
ejemplo.
Así me sucedió, también por ejemplo, el día que, muy en
serio, escribía mi currículum vitae para una dependencia oficial, como
requisito indispensable para solicitar una chamba. A medio currículum ya me estaba
riendo hasta las lágrimas y no pude continuar. Opté por retirar la solicitud de
empleo. Que algo tan serio como la propia vida de uno se preste a charanga,
rebasa los límites de la solemnidad.
Es mejor ir directo al grano y tratar el asunto de una
vez en el tono que se merece. De todas maneras se van a reír de ello...
Hace tiempo, un joven e inteligente periodista me
preguntó sobre las motivaciones por las cuales elegí el camino del arte. Engolé
la voz y me aventé un rollo sobre el Don Divino, (así con mayúsculas), la
Belleza Suprema, la Creación y la Trascendencia por los siglos de los siglos...
En la medida que avanzaba mi perorata, el rostro del reportero se
congestionaba, hacía pucheros y finalmente soltó la carcajada. Acabamos los dos
muertos de risa y al fin, tet a tet, entramos en materia sin meter a la
divinidad en el cuento. La verdad era menos dramática pero más creíble.
Alberto Carlos. Artista nacido en Fresnillo, Zacatecas,
avecindado en Chihuahua desde la infancia. Con medio siglo de trayectoria, su
vasta obra mural, escultórica y de caballete abarcó una diversidad de técnicas
y temáticas. Su natural inquietud y amplia cultura lo llevó a incursionar en la
literatura y el periodismo, en géneros como la poesía, el cuento, el ensayo, la
calavera, el epigrama y la columna, los cuales publicaba en periódicos como el
suplemento Tragaluz de Novedades de Chihuahua, El Heraldo de
Chihuahua, y en las revistas Tarahumara y Solar.
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