sábado, 8 de febrero de 2020

Alberto Carlos. La perra es brava

Arte de Alberto Carlos

La perra es brava

Por Alberto Carlos

Atravesar el D. F. en automóvil con placas de Chihuahua es como meterse retrospectivamente al camino real por los dominios de los bandidos de Río Frío. Nada mas es cuestión de agarrar la Avenida Vallejo (si va uno a Puebla) y empieza el desplumadero sin misericordia, practicado por los llamados agentes de tránsito contra todo mortal fuereño que se atreve a entrarle al toro volante en mano.
A las primeras de cambio, le cae el pionero del desplume con cualquier pretexto. No es necesario cometer infracciones. Basta con llevar placas del interior para que le den el primer apretón de tuercas. Este primer asaltante, digo, agente, les avisa por radio a sus compas de ruta: Ahí va uno a Chihuahua. (Da las señas del vehículo). Ya le tumbé un quinientón. Va para Puebla. A ver qué le sacan. Lleva lana.
En Río del Consulado lo paran otros dos, le birlan más feria y, en la Avenida Zaragoza, otros tantos le esquilman parte del fajo de billetes de la prima vacacional. Ya para salir a la carretera, sale al encuentro el encargado de darle la puntilla. A veces llega con la grúa para decomisarle el vehículo porque, por ejemplo, trae por ahí un adornito niquelado que se toma, según ellos, como “alteración de características”. Con la amenaza de la grúa, la “cooperación” es inflacionaria.
No sé si a todos los fuereños les va tan mal, pero a los de Chihuahua, de que nos traen, nos traen. A lo mejor se debe a que nuestro paisano Óscar Flores ha metido al bote algunos corruptos y como venganza, por espíritu del gremio, nos aplican el ojo por ojo, diente por diente.
Muy seguido lo paran a uno simplemente para exigirle que muestre sus documentos. Enseña uno sus papeles y el agente se molesta porque anda al centavo y no hay por donde agarrarlo. De la que me salvé, piensa uno. Pero no, porque ¡zas!, le pide el permiso para transportar carga, porque lleva usted unas macetitas compradas en San Juan del Río y unas cazuelas que se antojaron en Texcoco. No hay manera de quedar bien con estos celosos cumplidores de su deber y de su haber. Como sea y a como dé lugar, sale uno perdiendo.
A los que no han soltado prenda les han decomisado sus vehículos o sus documentos, y se han metido en una aventura kafkiana espeluznante, aparte del dineral que les ha costado salir del trance. Desde el primero hasta el último ventanillero o barandillero que interviene contra el supuesto infractor, están condicionados para aterrorizar al cliente con un catálogo de impedimentos, cargos y amenazas que engordan el monto del esquilismo hasta dejar al condenado más frito que un pollo loco.
“México es mi capital”, cantaba el finado Pepe Guízar. Debió invertir los factores: nosotros somos el capital de México, D. F.




Alberto Carlos. Artista nacido en Fresnillo, Zacatecas, avecindado en Chihuahua desde la infancia. Con medio siglo de trayectoria, su vasta obra mural, escultórica y de caballete abarcó una diversidad de técnicas y temáticas. Su natural inquietud y amplia cultura lo llevó a incursionar en la literatura y el periodismo, en géneros como la poesía, el cuento, el ensayo, la calavera, el epigrama y la columna, los cuales publicaba en periódicos como el suplemento Tragaluz de Novedades de Chihuahua, El Heraldo de Chihuahua, y en las revistas Tarahumara y Solar.

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