el poema del domingo
Campesino
Por Alma
Rosa Estrada
I
Por una vocación de rebeldía
ante la iniquidad de tu destino
yo camino contigo día tras día,
yo camino contigo, campesino.
Yo sentí la potencia de la tierra
debajo de tus plantas y las mías,
y regué con mis manos las semillas
entre los surcos que delante abrías.
Te volviste el hermano de mi vida
en el ruido de cascos del ganado,
en el canto nocturno de los grillos,
en el rancho, la huerta y el mercado.
En la ciudad y en el ejido, hermano,
en la plaza, el redil y la labor,
en los surcos profundos de tus manos
y tu cara marcada por el sol.
En el cielo sin fin, donde sondeas,
vaticinios de lluvia o de sequía
las lunas que aseguren las cosechas
y la magia increíble que te guía.
II
Del
primitivo arado, la cuchilla,
vi
penetrar entre la tierra oscura
poniendo
la esperanza en la semilla y recogiendo solo desventura.
Mazorcas calcinadas y sedientas,
procesiones rituales, voz ingenua
invocando a los santos por la lluvia,
la salud, la comida, la maestra.
He
esperado contigo la cosecha
de la
revolución donde moriste
con una muerte inútil, contrahecha,
por las traiciones y por la ambición.
Patrón y
líder, los vi manipularte,
gritando a tu ignorancia: ¡Redención!
y medrar con tu fe, y extorsionarte,
sin respeto a tu hidalga condición.
Tus ojos se llenaron de impotencia,
decepción o pereza. Deslealtad.
Y también, con cansada indiferencia,
Exportaste vigor y actividad.
III
En tu
múltiple vida vi llenarse
los
arroyos de agua cristalina,
entre el agua jugando los destellos
y en el agua lavando, campesino.
El maíz
en la caña y el elote,
las mazorcas, el queso y el tesgüino
reposando en los zarzos de tu choza.
Otoño en la campiña, campesino.
En el baile eventual de acaba pizcas,
papel crepé, tafetas, dulce y vino,
tandas de danza, amor y algarabía
y tandas de reyertas, campesino.
Domingos de rosario en la campiña,
manos entrelazadas con cariño,
comisariados convocando a junta,
realización y paz, luz y respiro.
IV
Por todas esas cosas, en las noches
que tú cantas en torno a la fogata
un canto elemental, el de tu sino
yo lo canto contigo, campesino.
Canto tus ojos que aún miran las estrellas
y tu cuerpo que aún gira hacia el sol,
que en el espacio de la tierra bella
proyecta juntas tu sombra y el tasol.
Canto tu amor, donde palpita fuerte
tu corazón de agua y de semilla
la entraña generosa e inconsciente
de la tierra que es tu alma y tu vida.
Y
seguiré contigo en la ilusión,
mi raíz
en la tuya entrelazada,
porque un día la sangre derramada
y la siembra sin fin nos den su flor.
Porque todos los hombres sean contigo
en el logro gentil de otro destino,
porque todos los hombres de mi tierra,
todos sean tus hermanos, campesino.
Alma Rosa Estrada Comadurán (1929 – 2000) nació en Guerrero, Chihuahua, y vivió gran parte de su vida en Ciudad Cuauhtémoc. Estudió curso comercial en el Instituto América de la ciudad de Chihuahua. En 1993 la UACH publicó su primer libro de poemas titulado Una mujer. En el año 2000 se publicó su segundo libro, llamado Tan cerca de la vida. En 2018 se publicó el tercero: Una mujer tan cerca de la vida. En Cuauhtémoc durante algún tiempo escribió y publicó crónicas periodísticas en el semanario La voz de Cuauhtémoc. También fue una magnífica violinista y compositora de canciones. El Premio de Poesía del Festival de las Tres Culturas lleva su nombre.
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