martes, 27 de mayo de 2025

La lluviosa mañana del martes 31 de julio

 


La lluviosa mañana del martes 31 de julio

 

Por Sergio Torres

 

En 1973, en la lluviosa mañana del martes 31 de julio, llegué a esta manifestación terrena. En mi egoísmo, pedí atención inmediata a todas mis molestias y deseos: comer, beber, dormir, calor, frío. Todas eran atendidas por mi madre, mis hermanos mayores, mi abuela, mi tía.

Fui entrando a la domesticación artesanal de la dinámica familiar, a la religión cívica de la formación escolar, a entender que el sistema social funciona entre sombras y silencios: nadie se expresa con la claridad que un niño de tres años: dice lo que piensa, lo que siente, lo que necesita.

Han pasado más de 50 años desde aquel primer martes de mi vida sobre la tierra, y aun no entiendo del todo el juego. Me gusta la manera en que filosofía, historia y antropología nos abordan para explicar cuanta cosa. Me asombran las teologías para las que, como hijos de Dios, tenemos la oportunidad de hermanarnos sobre la tierra porque nos reconocemos en la fraternidad y cómo, en el día a día, la convivencia no refleja suficiente amor, tolerancia, respeto ni amabilidad.

Espero el día en que seamos de nuevo libres y salvajes, claros y luminosos como cuando fuimos niños. Sin embargo, cada uno encuentra su camino de rezar, meditar, cocinar, dibujar, bailar, cantar.

Mi camino tiene letras, música y abrazos. Mi camino te incluye. Cada camino es el mismo, tan largo, ancho, alto y profundo que nadie puede escaparse de andarlo; puede dejar lindas huellas y otras apenas visibles; es posible que la luz del final nos vuelva a hermanar y comprendamos todo. Mientras tanto, Ketchem alheyya.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

domingo, 25 de mayo de 2025

Nunca

 


Nunca

 

Por Guadalupe Ángeles

 

¿Y si tú vendías miel o si no hubo un cuerpo que se llamara tuyo sobre la tierra, verdaderamente? ¿Es la existencia condición esencial para el deseo? (Juguete cuya luz resplandece aún a pesar de cuanta lejanía pueden crear horas, días y kilómetros, hoy cancelada por gracia de anhelar el frío que bebía esa noche nuestra impaciencia) ¿Es parte de la realidad todavía el sabor de tu piel y ese miedo mío reducido al mínimo ante tus ojos?

        Como un árbol que crece entre las ruinas de un edificio, así es –todavía– el gesto de mi mano tocándote (milagro simple) ¿fuimos rumor de bosque entre ladrillos desnudos? Piel de sueño disuelto en delicia el lugar oscuro donde, como si fuera lo más fácil del mundo, me hice algo de ti, algo para siempre, aunque hoy “nunca” sea mi nombre.

      A mi vez yo jugué a ser objeto apenas animado para crueles niños que atravesaron la noche fingiendo una maldad que podría depararme más de una pesadilla.

        Pero un amor nuevo, en el siempre de esa noche interminable, abrió sus alas para protegerme, el amor de un par de padres que acunaron mis insensateces y cobijaron del frío mi cuerpo de anciana precoz.

        ¿De cuántos mares fríos hui? ¿Y ellos, mis padres nuevos, sonreían al escuchar mis discursos interminables, como yo, al contemplar el amor que se profesaban y hacía de ellos una sola persona atenta a mi caminar errático, imprudente, incansable?, no hubiera soñado con esa ternura nunca, regalo de la ciudad que todavía hoy siento y llamo TJ mi amor.

 


Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005) y Raptos (2009). Ha colaborado en ÁgoraEl FinancieroEl InformadorEl OccidentalLa Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y EspéculoPremio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.

Como el paso de los cometas


 

Como el paso de los cometas

 

Por Sergio Torres

 

Aunque hablamos poco, nos queremos mucho cuando nos vemos, cuando podemos estar cerca, que también es poco, como el paso de los cometas.

Aun así, sabes que comparto contigo el pan, una taza de café, un abrazo y el tiempo, porque aprendí a querer de tanto quererte y de tantas ausencias que tuvimos.

Desde la luz, el amor permanece intacto mientras el cuerpo decae.

Te amo y te amé a pesar de nuestros egoísmos. Lo entendí, lo asumí, y te sigo queriendo en el asiento de al lado, porque comprendo que vamos en el mismo autobús, aunque bajemos en estaciones distintas.

¿Para qué guardar el amor? ¿Dónde? ¿Esperar a que pasé qué cosa para entregarlo?

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

sábado, 24 de mayo de 2025

Devenir

 


Devenir

 

Por Guadalupe Ángeles

 

La voz humana es pensamiento que atraviesa la carne.

Mircea Cartarescu

 

Por eso el canto acaricia. Por eso el razonamiento hace más fácil ver el camino. Carne de nuestra carne, la canción de cuna abrevia la desventura de ser un cuerpo desgajado de otro cuerpo. Nos acuña esa voz como moneda corriente para hacernos oír. Jamás esperaríamos traición de tal melodía que nos habita por dentro aún antes de respirar el aire de la tierra. Nacidos desde y para la carne, es que la voz de quien nos pare nos hace habitable el mundo, no en vano la canción de cuna nos mece desde que el líquido amniótico nos contiene.

      Nacidos. Esa voz adquiere rostro. Años después, en él, cierta sonrisa puede liberar o congelar para siempre. Animales de tan delgada piel somos que apenas un gesto nos parte o reconstruye.

      En la carne y en la voz somos, atravesados de sentidos, de signos como oraciones lanzadas hacia toda estrella (cierra los ojos, ahí, en silencio habita tu constelación particular, intransferible); inherentes a otra respiración hasta quién sabe cuánto tiempo nos deslizamos hacia una estación siempre lejos, siempre incomprensible.

       Yo/ella, pudimos ser el himno sagrado, sacrosanto, o la ridícula cancioncilla digna de burla, ¿es elegible el gesto que marque la diferencia?

        Seres de conciencia frágil. Criaturas inherentes a toda insania. Ser individual es quizá apenas una ilusión, cantada a cientos de voces en susurros, gritada, ese sonido, todo gesto, nos marca.

       Nuestra vulnerabilidad, como nuestra muerte es el nombre oculto que poseemos y sin embargo escrito está en la palma de la mano.

 


Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005) y Raptos (2009). Ha colaborado en ÁgoraEl FinancieroEl InformadorEl OccidentalLa Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y EspéculoPremio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.

Flotar

 


Flotar

 

Por Sergio Torres

 

Ingrávido, floto sacando apenas la nariz, respirando, con el oído en ondas, manos y piernas inertes. El mundo está suspendido. Por más que mi deseo empuje hacia donde quiero llegar, la vida sigue sin prisa alguna, a pesar de mí o para mí fortuna.

Palpito, vida que llega, vida que se aleja atravesando el dolor y el gozo, mi ocupación única es latir. El universo manifiesta su colorida variedad en mi existencia, en este instante de luz y conciencia. La energía mueve mis dedos, el hálito que anima el cuerpo. Tras la apariencia está Dios, oculto, mientras transmuto de sueño en sueño al sueño de la Muerte.

Inerte, floto mientras la respiración se agita como flama, casi extinguiéndose, mientras la conciencia se abandona a la oscuridad, detrás del velo. Mientras abraza el olvido eterno.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

viernes, 23 de mayo de 2025

Relojes distintos

 

Diseño gráfico: Marco Benavides con IA

Relojes distintos

 

Por Marco Benavides

 

A los cinco años el verano era eterno. El tiempo se deslizaba sin prisa entre charcos, bicicletas y las manos húmedas de fruta. No existía la prisa, todo lo que importaba estaba al alcance del instante: un juego nuevo, una hormiga que cruzaba el suelo, una nube con forma de dragón. El tiempo era elástico, generoso, casi inmóvil. Uno vivía en un país sin relojes.

A los cuarenta, en cambio, un verano es un suspiro entre obligaciones. Llega sin aviso y se va con prisa. Entre el trabajo, los compromisos, los correos pendientes, la cirugía del día, los informes por entregar y los silencios que uno aún no ha aprendido a escuchar, los días se encogen. El sol entra por la ventana, pero no alcanza a calentar. La lista de pendientes se impone sobre la contemplación. La noción del tiempo se mide en semanas laborales, no en tardes sin rumbo. Y uno empieza a sospechar que los relojes no solo marcan la hora: también la roban.

A los sesenta el verano es un milagro que aún calienta los huesos. No por falta de salud, sino por exceso de conciencia. El cuerpo aprende a ir lento, no por torpeza, sino por sabiduría. Ya no se corre detrás del tiempo: se le invita a sentarse. Se le ofrece una silla junto al jardín. Se le sirve café. El tiempo, al final, no es el enemigo: es el huésped al que no supimos tratar. Y ahora que no hay tanto que demostrar ni tantos lugares a donde ir, el tiempo vuelve a ser ancho, como en la infancia. El niño y el anciano se dan la mano.

Uno empieza a notar que el mismo sol alumbra de manera distinta según el momento. No porque el astro haya cambiado, sino porque ha cambiado la mirada. Lo que antes era paisaje, ahora es símbolo. Lo que antes se ignoraba, ahora se atesora. Un pájaro que canta, una sombra que cruza el rostro, una conversación lenta: todo vuelve a importar.

Cada etapa de la vida tiene su manera de medir el tiempo. La infancia lo mide en descubrimientos. La juventud, en urgencias. La adultez, en productividad. La vejez, en recuerdos. Tal vez lo sabio sea no esperar a tener sesenta para reconciliarnos con el tiempo. Tal vez haya que aprender a detenerse antes. A contemplar. A no correr siempre detrás de algo. A volver a mirar una nube con forma de dragón.

El mismo sol, la misma estación, relojes distintos.

 

20 mayo 2025

 

https://tecnomednews.com/

drbenavides@medmultilingua.com

 

 

Marco Vinicio Benavides Sánchez es médico cirujano y partero por la Universidad Autónoma de Chihuahua; título en cirugía general por la Universidad Autónoma de Coahuila; entrenamiento clínico en servicio en trasplante de órganos y tejidos en la Universität Innsbruck, el Hospital Universitario en Austria, y en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Ha trabajado en el Instituto Mexicano del Seguro Social como médico general, cirujano general y cirujano de trasplante, y también fue jefe del Departamento de Cirugía General, coordinador clínico y subdirector médico. Actualmente jubilado por años de servicio. Autor y coautor de artículos médicos en trasplante renal e inmunosupresión. Experiencia académica como profesor de cirugía en la Universidad Autónoma de Chihuahua; profesor de anatomía y fisiología en la Universidad de Durango. Actualmente, investiga sobre inteligencia artificial en medicina. Es autor y editor de la revista web Med Multilingua.

Ser parte del montón


 

Ser parte del montón

 

Por Sergio Torres

 

Cuando era niño quería ser parte del montón, parte de los niños que se juntaban a jugar fútbol, de los muchachos que se iban a andar en bicicleta, los chavos que se juntaban en la única pizzería de Los Mochis en 1986, los que caminaban al templo a tocar en Misa de 12, los que iban al viaje a Tucson, los que tocaban rock y departían con Rita Guerrero, Rubén Albarrán o Saúl Hernández.

Quería ser parte de la historia de Dulce María, Fátima, María Elena o Marlene. Ir al baile de graduación con Karla Sofía, escapar al mar con el Gordito y los demás. Entender la filosofía del Gari, tener la fe de Rebeca, Alberto, Gilberto y Carolina. Mirar el mundo con el desparpajo de César, la inteligencia del Lupillo, la sed de conocimiento de mi hermano Julio.

Por fortuna o por desgracia, a mí me tocó ser yo. Me tocó no entender el mundo social con la misma facilidad con que interpreto letras y sonidos. Mi reto constante ha sido pensar.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

jueves, 22 de mayo de 2025

Infinito ante mis ojos

 


Infinito ante mis ojos

 

Por Sergio Torres

 

El surtido era infinito ante mis ojos infantiles. Los dulces de marca eran los De la Rosa, los Tomy y Ricos Besos. Todo lo demás eran dulces locales, incluso los jamoncillos de leche de chiva de El Fuerte.

Cómo niño nacido en 1973, el acceso a un Milky Way, Snicker's, Twizzlers era un lujo. Algo que se conseguía de contrabando al visitar Nogales, a más de 700 kilometros; o Ensenada, al otro lado del Mar de Cortez.

Con el tiempo, fueron desapareciendo esa clase de dulces. Con los años se fueron muriendo estos personajes: El tío Tom, Nacho el peluquero, Ma'Nati, Nacho mi padre.

Poco a poco, el mundo fue cambiando. Llegaron otros amores, otros calores, otras miradas, otras dulzuras.

La vida no se detiene, no espera.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

El Animalito


 

El Animalito

 

Por Fructuoso Irigoyen Rascón

 

Había estado moviendo las macetas del lugar abierto donde se encontraban, junto a la pared. Protegía las ocupadas por plantas que ella consideraba más delicadas, cubriéndolas con bolsas de plástico. Se había anunciado una helada.

Las heladas resultaban en devastación para las plantas tropicales y subtropicales.

Atareadísima, Emilia se ocupaba de mover los maceteros más grandes, cuando detrás de uno de ellos lo vió: Un animalito de grandes ojos y color parduzco. Pensó primero que se trataba de un ratoncito, pero, fijándose mejor, creyó que sería una lagartijita o un camaleón. Pensó en capturarla. Lo podría hacer fácilmente usando un vaso de vidrio, pero estaba en el patio y para encontrar un vaso necesitaría abandonar lo que estaba haciendo e ir a la cocina por él. Así que no pudo resistir la tentación y lo capturó con la mano.

¡Terrible error!

Atrapado entre sus dedos y la palma de su mano, el animalito hizo algo. Emilia diría después que había segregado una substancia pegajosa, pero pudo ser orina o saliva, nunca lo sabremos. El caso es que la mano derecha de Emilia estaba agarrotada, paralizada o acalambrada como formando un puño, y no la podía abrir.

Pensó que había aplastado al animal, pero poniendo atención lo sintió moverse, tal vez respirar. El puño estaba tan apretado que no podía ver al animalito atrapado. Trató de abrir la mano tirando de sus dedos con la otra mano, pero no lo logró, también trató de hacerlo apoyando las puntas de los dedos en el borde de una maceta, con lo cual se provocó intenso dolor, pero no pudo lograr abrir la mano.

A pocos pasos de donde estaba había una llave de agua. Pensó que un chorro de agua fría le ayudaría a abrir la mano, ya fuera por el frío mismo o porque el agua disolvería la substancia aquella que el animalito había segregado. Esfuerzo inútil.

No quedaba remedio, tendría que buscar ayuda profesional. Ya se dirigía al garage donde estaba su automóvil cuando se le ocurrió que no podría conducirlo con aquella mano invalidada. Con su mano buena, la izquierda, sacó el teléfono celular que llevaba en la bolsa del mandil. Lo colocó sobre la mesita de la entrada y con un poco de esfuerzo pudo marcar el teléfono de su amiga registrado en el directorio del aparato.

—Kati, necesito que me lleves al cuarto de emergencias.

Le explicó brevemente lo que había pasado.

—¡Voy para allá! No me tardo.

 En menos de diez minutos llegó la amiga.

—¿Y te duele?

—Es como un calambre. Duele cuando trato de moverla.

—¡Vámonos pues!

 

En el flamante Departamento de Emergencias del hospital pronto las pasaron a un cubículo donde un enfermero la pesó, le tomó el pulso, la presión arterial y le colocó un termómetro bajo la lengua. Emilia alcanzó a oír lo que el enfermero comentó al otro. 

—¡Nunca había visto algo así!

—Recuerda a una picadura de viuda negra. El espasmo muscular y el dolor se extiende del lugar del piquete hacia el cuerpo.

—Pero eso es más doloroso.

 Un tercer enfermero intervino:

—Y dice que el animal sigue ahí. ¿Será un sapo?

 Llegó el médico de turno. Era un joven galeno de mediana estatura y disposición atlética que iba enfundado en un uniforme quirúrgico de los conocidos como pitufos. Después de un examen sumario preguntó:

—¿Le han puesto hielo?

—Ella trató con agua fría.

—¿Algún problema agregado?

—No, fuera de esa extraña contractura, todo está normal.

—Ordenaré unos exámenes de emergencia para poder darle anestesia general y usar un bloqueador neuromuscular y eliminar ese espasmo, antes de que se gangrene esa mano.

 Mientras esperaban los resultados de los exámenes y preparaban a Emilia para el procedimiento, el enfermero preguntó:

—¿Qué animal piensa usted que encontraremos en esa mano?

—No sé de ningún animal que pueda causar lo que le pasa a esa mujer. No me sorprendería que la mano estuviera vacía. Que no haya nada dentro de ese puño.

—¿Ha visto usted antes algo igual?

—No.

 Llegó el anestesista. 

—Tomará solo un minuto. Un piquetito y ya.

 Emilia sintió que flotaba y diría que casi instantáneamente el calambre había desaparecido. Ya no sintió cuando el joven doctor gentil pero firmemente extendió sus dedos. 

—¿Alguien tomó una foto? ¿Qué fue pues?

 Al abrirse la mano aquella se pudo ver solo una bolita parduzca. Parecía de pelo comprimido. Después de todo había estado preso en aquel puño apretado ya por varias horas.

—¿Está vivo o muerto?

 La bolita de pelo pareció responder a la pregunta. Abriendo aquellos ojos los mismos que habían impresionado a Emilia miraba fijamente a los enfermeros y doctores presentes. Uno de ellos tomaba fotografías con su teléfono celular. El que fue a Cirugía por la cámara profesional no llegó a tiempo. El animalito se estremeció y, así como así, surgieron de su espalda unas arrugadas alitas y, también así como así, emprendió el vuelo.

Uno de los enfermeros tomó una toalla y trató de atrapar al animal. Este, al verse atacado, sobrevoló el bimbo que separaba el cubículo donde habían puesto a Emilia donde se había desarrollado toda la acción del resto del cuarto de emergencias. Como si hubiera estado allí antes o conociera de antemano el lugar, se dirigió velozmente a la salida. Un empleado de seguridad que lo vio salir disparado hacia el infinito, diría después: "Era un pájaro, tal vez un murciélago".

Emilia volvió en sí de la anestesia. Podía abrir y cerrar la mano sin dificultad, pero sentía como si hubiera tenido un animal atrapado en ella por horas.

 Las fotos del celular mostraban un objeto informe con dos ojos brillantes, nada más. El doctor especulaba que aquel animal acarreaba algún tipo de insecto o arácnido responsable de la extraña parálisis de Emilia.

 La fotogafía digital del animal tomada por el enfermero ha recibido más de 15,000 likes en Internet. Las plantas que Emilia alcanzó a poner junto a la pared, bajo el techito o proteger con bolsas de plástico sobrevivieron. Las que no, se helaron todas. ¡Aquí no ha pasado nada! Todo sigue adelante, ¡así es la vida!

 


Fructuoso Irigoyen Rascón, autor de Cerocahui, una verdadera épica de la región, es médico con especialidad en psiquiatría, con una vasta y brillante práctica profesional. Es autor, además, de los libros Tarahumara Medicine: Ethnobotany and Healing among the Raramuri of Mexico y Nace Chihuahua, Gabriel Tepórame y Diego Guajardo Fajardo, los forjadores.

miércoles, 21 de mayo de 2025

Peluquería

 


Peluquería

 

Por Sergio Torres

 

Éramos muchos. Nacho, mi papá, nos llevaba a todos los hombres de la familia a cortar el pelo con Nacho, un peluquero atrás de la casa de Ma'Nati (Mamá Natividad, madre de don Nacho y mi respectiva abuela, a quien nunca le dije abuela sino Ma'Nati).

El caso es que ahí iba el hombre con sus varones: Nacho, Julio, Yo, Francisco y Javier. Daniel aún era bebé, muy pequeño para estas andanzas de cuando aún visitábamos a Ma'Nati. Llegábamos, le hacían el pelo a mi jefe, dejaba pagado y bajaba por el callejón a casa de su mamá mientras nosotros esperábamos nuestro turno. Al terminar, salíamos a la calle con dos kilos menos de cabello y la sensación trémula de la máquina de corte.

A veces, pasábamos frente a la casa del tío Tom, quien tenía un estanquillo que no era más que una ventana acondicionada para abrirse hacia adentro y dar acceso a un mostrador lleno de dulces de los de antes, caramelos macizos, chiclosos, gomitas, cocadas, muelas, chicotes, ponteduros.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

martes, 20 de mayo de 2025

Géminis

 


Géminis

 

Por Karly S. Aguirre

 

A Javier Chávez Bejarano

 

Fecha: 21 de mayo - 20 de junio
Elemento: Aire
Planeta regente: Mercurio
Piedra: Ágata
Día: Miércoles, (por su regente Mercurio)
Etapa: La infancia temprana (de los 3 a los 6 años), cuando surge la curiosidad, el lenguaje y la necesidad de socializar.
Arcano: Los Enamorados

Géminis es el tercer signo del zodiaco, y el primero de modalidad mutable, lo que lo convierte en el gran comunicador y conector del ciclo zodiacal. Si Aries prende la chispa y Tauro la estabiliza, Géminis la hace moverse, circular y multiplicarse. Su temporada se da a finales de la primavera, cuando el mundo está lleno de movimiento, color y sonidos nuevos, reflejando el alma geminiana: ligera, versátil e inquieta.

Como signo de aire, Géminis habita el reino de las ideas, las palabras y los vínculos. Está en constante búsqueda de información, contacto, estímulo y novedad. Es el zodiaco en su versión más juvenil, traviesa y cambiante, con una mente ágil que salta de un tema a otro con facilidad y una necesidad vital de expresarse, aprender y compartir.

Regido por Mercurio, el planeta de la comunicación, el pensamiento y los viajes cortos, Géminis tiene una habilidad nata para conversar, contar historias, escribir, observar detalles y conectar puntos que otros no ven. Puede ser tanto el estudiante como el maestro, el periodista, el narrador o el bromista. Su talento para ver los dos lados de una situación le da una gran flexibilidad mental, aunque también puede llevarlo a la indecisión o a la dispersión.

Géminis representa la infancia de los 3 a los 6 años, cuando los niños comienzan a hablar sin parar, a hacer preguntas sobre todo y a jugar con los demás. Es la etapa del pensamiento mágico, del juego simbólico, de los amigos imaginarios y del deseo de entender el mundo a través del lenguaje. Géminis quiere saber, comunicar, jugar y, sobre todo, descubrir.

Aunque a veces se le acuse de superficial, lo cierto es que Géminis tiene una capacidad inmensa para adaptarse, conectar y ver la vida desde múltiples perspectivas. Es ese amigo que siempre tiene una historia interesante, una idea fresca o una frase ingeniosa. Su manera de demostrar cariño es estando presente con su palabra, con su risa, con su atención. Puede mandarte memes, hacerte preguntas inesperadas o invitarte a una aventura espontánea: todo con tal de compartir el momento.

Géminis nos recuerda que la vida es un juego de descubrimiento constante, y que hablar, preguntar, reír y aprender son formas sagradas de estar vivos.

Los Géminis no se quedan ni diez minutos en un lugar o situación que les parece aburrido. Si te metes con un Géminis, su forma de destruirte será por medio de la palabra.

 


Karla Ivonne Sánchez Aguirre estudió en el bachillerato de artes y humanidades Cedart David Alfaro Siqueiros, donde estuvo en el especifico de literatura. Actualmente estudia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH. Escribe relatos y crónicas en redes sociales.

En el silencio

 


En el silencio

 

Por Sergio Torres

 

En el silencio de la madrugada abro los ojos y entra el día. Detrás de las montañas se perfilan en la sierra de Navachiste, el oleaje tranquilo interfiere con el ruido de mis pensamientos. Me concentro en escuchar las olas golpeteando la playa, el rumor de la brisa, el graznido ocasional de alguna ave que surca el aire.

Dejo de mí y de mis pensamientos una cantidad de hojas llenas de letras en las que vacío mi mente abrumada por las contradicciones diarias. Entre el quiero y el no quiero, entre el verde y el rojo, entre no te vayas y ven.

A estas alturas no sé de dónde sacamos la idea de que estar más viejo es estar a una mayor altura ¿la senectud nos acerca a otros estadios del espíritu que mi carencia de fe me impide ver? No sé y no importa. Al final el olvido llega.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

domingo, 18 de mayo de 2025

Crear luz "en la parda escritura de los agujeros"

 


Crear luz "en la parda escritura de los agujeros"(1)


Por Guadalupe Ángeles


Cosas que ya parecen de polvo, de Ricardo Solís, tiene el aspecto de un poemario publicado en 2024 por MamboRockEditorial / Neotraba‒, pero es un portal hacia otras realidades, a la vez telescopio y microscopio, para ver otra vez ahora más claro nociones en alguna parte de la vida apenas insinuadas en el entendimiento. Por ejemplo: siempre pensé que el transporte público es un lugar altamente erótico; en la página 44, que pertenece a la sección "es paz módica" del libro, lo confirma, con la maestría de "una incómoda certeza".

Es también el apartado del libro titulado "ventajas de la distorsión", la llave que nos introduce en verdades tal como la realidad es casi intolerables, eso es evidente en esta estrofa:

 

Todo cuanto cruza

vuelve

como un cuchillo que sale de la carne:

transformado.

 

Encontramos poemas que son a la vez cuentos de terror, mucho más inquietantes por lo que insinúan que por lo que nombran. Pero ello obedece, simplemente, a que son fragmentos de existencia, instantáneas que nos hablan del horror indebidamente cotidiano ante el que, parafraseando algunos afortunados versos de este libro que no escasean, al contrario: "¿Cuántos siglos de pisadas necesita el suelo del territorio nacional para borrar la sangre?"

Parecería improbable que la ternura se perciba cuando hablamos de la honda huella que la violencia ha venido esparciendo en nuestro país desde hace ya no sabemos bien cuántos años, pero Ricardo logra hacerlo en las últimas líneas del texto denominado "Sepelio" (página 65).  Y su poema "Amor cortés" no pudiera ser más irónicamente bello, desgarrador, literalmente hablando.

Ya en la cuarta de forros, desde el otoño de 2024, Carlos Sánchez nos invita a dar lectura a este libro tan entrañable, del sonorense Ricardo Solís, de manera puntual y ciertamente justa, haciendo mención de la presencia del humor y la tragedia de baja intensidad como también la otra, que destruye sin clemencia dando forma a esos poemas que duelen y consuelan al mismo tiempo, que dan cuenta de la crueldad del mundo, que no debe serlo tanto, pues en él habitan poetas que, como Ricardo, son capaces de tomar esa materia oscura y transformarla en gran poesía: sensible y sinuosa como una gran sonrisa, entrañable como un golpe en la espalda cuando más se necesita.

 

1) verso del poema "Balística".

pero no hubo testigos

y la mancha de sangre requirió

tres días de pisadas

para borrarse"

(página 61)  


Solís, Ricardo Solís: Cosas que ya parecen de polvo. MamboRockEditorial / Neotraba, México, 2024.

 


Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005) y Raptos (2009). Ha colaborado en ÁgoraEl FinancieroEl InformadorEl OccidentalLa Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y EspéculoPremio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.