lunes, 4 de agosto de 2025

El Océano

 


La columna de Bety

El Océano

 

Por Beatriz Aldana

 

Bueno, aquí voy. Estaba viendo con inmenso gozo las vacaciones de dos lindas damitas, Juanita y Rocío. La primera en lugares hermosos de nuestro México y la segunda en lugares maravillosos de Francia.

Aparte de disfrutar de lo que ellas comparten en redes sociales, me vienen a la cabeza los gratos recuerdos de mis viajes, ya que fui una perenne viajante hasta hace unos veinte años. Recorrí casi todo mi maravilloso País, estado por estado; solo me faltaron las dos penínsulas, la de Baja California y la de Yucatán.

Haciendo introspección me doy cuenta de que ahora no me nacen los deseos de viajar, como que de pronto sentí la necesidad de permanecer un tanto quietecita, bueno, seré más franca y honesta, me detiene un poquitín el ver tanta noticia que hasta cierto punto me genera un ligero temorcito, amén de mi poca tolerancia ya a diversas comidas, aunado a un poquitín de peso corporal bajo, un ligero cansancio cuando hay jornadas de caminatas o paseos prolongados. Por supuesto todo esto lo achaco a mi avanzadita edad, pues ya no soy una joven de sesenta años, ya los sobrepaso por más de una decena.

Recientemente tuve invitaciones por parte de queridas amigas. Una de ellas me invitaba a Europa a celebrar su cumpleaños, acompañada de cuatro amigas más. También otra querida amiga me invitaba a Alemania y a otros países, y ¡zas! que un poco temerosa de la ola de calor que se extendió recientemente por Europa me hizo meditar en lo poco inadecuada que sería mi compañía, en fin, me he visto precisada a cancelar viajes muy deseados por mí, uno de ellos a Tijuana con la finalidad de celebrar la misa por mi 70 cumpleaños.

Fue en aquel tiempo en que mantenía contacto con un Templo cuyo párroco es de mi gran estima.

Otro de aquellos que no realicé fue a Estambul, donde pretendía conocer en persona al actor a quien le apodan "la bestia turca" por su apariencia y apostura física, cuyo nombre es Ibrahim Celikkol, a quien conocí como Ali Nejat en la maravillosa serie de Netflix Intersection.

Luego hubo otra cancelación: Mi deseado viaje a España, especialmente a Madrid, donde conocería personalmente al actor Pedro Alonso, de la también serie Netflix Berlin, La casa de papel. Me permito comentar que estos actores, a pesar de su galanura y su fama son muy cercanos a sus fans, incluso se toman el tiempo de contestar mensajes (aún y cuando fuere mediante su equipo de comunicación). Eso es lo que hace grandes a estos caballeros.

En fin, ya dudo mucho que, dadas las manecillas de mi reloj biológico, me atreva a programar algún viaje de esas dimensiones; lo más lejos que últimamente he llegado es: A Creel, Parral, Camargo, Delicias, Nuevo Casas Grandes, y aun así, al regresar me tomo dos días de reposo absoluto.

Así que ¿cómo la ven? ¿Verdad que ya no sería posible emprender un viaje atravesando El Océano?

 


Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora, escribe y produce crónicas de video en sus dos blogs de Facebook, además de La columna de Bety en Estilo Mápula.

Yo/ Tú

 


Yo/ Tú

 

Por Sergio Torres

 

Entre un mar de personas nadie con esos padres, hermanos, amigos; nadie con esos encuentros y choques con la realidad; nadie con esos intereses, capacidades, oportunidades. Solo yo.

El mundo parece lleno porque la forma en que vivimos acorta los espacios, aunque tengamos una persona a un lado, la ignoramos para respetar su espacio personal. Y seguimos ignorando a todos.

Cuando el instinto nos obliga a acercarnos, el espíritu se fragmenta entre mantener el aislamiento aprendido, o dejar entrar a ese alguien cuya presencia hace que la tierra se mueva bajo nuestros pies.

Ocho millardos de personas, un poco más de 4 millardos de mujeres, y yo  pienso en ti.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

domingo, 3 de agosto de 2025

Entre epílogos y epitafios

 


Entre epílogos y epitafios

 

Por Carlos Gallegos

 

Hoy me puse a platicar un rato con los autores de algunos de mis libros, que, tengo entendido, están ahí en sus páginas para eso, para platicar con sus lectores.

Empiezo sin escogerlos al azar.

Entro al despacho y estiro el brazo izquierdo hasta tocar el estante que un día lejano fabricó mi primo Jorge Flores.

Tomo el primer ejemplar que alcanzo.

Es una vieja edición de Madame de Pompadour, de Jacques Llevron, que me prestó Adelita Elizalde. No lo abro, solo lo aparto para devolvérselo antes de que empiece a enviarme mensajes exigiéndome su devolución.

Luego, siempre al azar, tomo Chihuahua/ Crónica de un país bárbaro, de Fernando Jordán, editado por el Congreso del Estado a petición del entonces diputado Jaime García Chávez, a quien le dije un día que nada más con eso había hecho más que muchos diputados juntos.

Mis dedos rozan el más pequeño, pero el más grandioso de mis libros, excepto la Biblia: Pedro Páramo, de Juan Rulfo, cuya serie televisiva tiene hechizado a mi hijo Ricky.

A modo de saludo toco su nombre escrito en la portada, en recuerdo de cuando conversaba con él en su anónimo escritorio de la Secretaria de la Reforma Agraria, en la CDMX.

Es un viejo renegado me decía mi compadre Jesús José Estevané Acosta, su vecino de escritorio.

 Yo lo encontraba encantador, siempre con un cigarro en los labios.

En el siguiente compartimiento está Y México se refugió en el desierto, de José Fuentes Mares. Es una edición de lujo encuadernada en piel que me regaló un día nevado en su casa de Majalca.

Llego a La fiesta del Chivo, de la mente mágica de Mario Vargas Llosa.

Maestro: ¿Para qué escribió el párrafo en que un prisionero del dictador dominicano Leónidas Trujillo le da las gracias a su carcelero por la comida que le ha servido? En el último bocado le dice que se ha comido a su hijo.

Aunque médicamente no haya explicación, sobreviví a dos meses de abstinencia alimenticia absoluta.

A la pálida luz que entra por una persiana, en los últimos rayos del sol poniente que se va perdiendo en la verde sierra de Rosales, veo Soñar la guerra, la obra transgresora de la epica de Jesús Gardea.

Al verla, me acuerdo de varias cosas.

Una. De cuando en el año 2001 escribí mi libro Luto en Delicias/ vida y muerte de Emiliano J Laing.

Le pedí a mi amigo Jesús Chávez Marín que oficiara de corrector de textos, algo generosamente aceptó.

Dos. De la carrilla que me dio para que le entregara el párrafo final.

Ya estuvo me espetó una mañana en que entró como huracán en mi oficina del Palacio de Gobierno―. Invéntale una noche de amor apasionado, mata ya a ese viejo de una vez y entrégame el epílogo.

Tres. Que al llegar a casa, algo insólito me guio hacia este libro que hoy tengo en la mano. Lo hojee y, en la última página, ahí estaba el epílogo que Chávez me reclamaba.

Cuatro. Al día siguiente le hablé a Gardea, quien vivía en Ciudad Juárez, para pedirle permiso de terminar mi libro con el final del suyo, que también trata acerca de Laing.

Otorgada la licencia con la generosidad con que siempre me trató, ese mismo día lo agregué al texto inconcluso y se lo entregué al exigente corrector.

Cinco. Que hace tres meses Mario Mata me invitó a su casa a tomar unas copas de vino tinto y a conocer a su amigo Hernando Zamora, que estaba en Delicias colectando información acerca de Jesús Gardea y su obra, para su tesis doctoral en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Lo conocí, tomamos el vino y le ayudé en lo que pude.

Seis. Semanas después, Mario me envió un macabro Whatsap con la foto del epitafio grabado en la tumba de Gardea, quien falleció en la CDMX en el año 2000.

Es el mismo epílogo de Soñar la guerra y de Luto en Delicias, el que aparece en esta foto.

Este Whatsap me dio una idea aún más tétrica: Que en el lejano día en que me cambie de barrio, mi epitafio diga:

 

Se perdió en un viejo camino, entre el Terrero y Delicias.

 


Carlos Gallegos Pérez es licenciado en comunicación por la UNAM, licenciado en periodismo por la UACH. Fue coordinador de comunicación social de la UACH, así como también fue coordinador de comunicación social en Gobierno del Estado, ganador del Premio Chihuahua de Literatura y del Premio Nacional INBA Novela de Testimonio. Autor de varios libros, actualmente es cronista de Ciudad Delicias.

Un valle de dos ríos

 


La columna de Bety

Un valle de dos ríos

 

Por Beatriz Aldana

 

Bueno, aquí voy. Vivo en lo alto de un cerro cuasi montaña, acá por el Oeste, y por ende tengo la visión de toda la ciudad de Chihuahua, por los cuatro puntos cardinales. Me percato de que se encuentra ubicada en una hondonada flanqueada en el noreste por el Rio Sacramento y al este-oeste por el Rio Chuvíscar: lógicamente la gran mayoría de las Avenidas grandes originalmente son arroyos que alimentan estos dos ríos.

Ante esa situación geográfica, es inexplicable que no se tenga precaución por parte de las fraccionadoras, inclusive del Ayuntamiento, para verificar los arroyos que están perfectamente señalados en los mapas de Chihuahua incluso desde tiempos antiguos.

Por esta razón ahora estamos contemplando con tristeza cómo esta agua que reconoce su cauce está ocasionando daños y pérdidas incalculables a todas las personas que de buena fe adquirieron viviendas en lugares no adecuados.

Ojalá que en lo futuro se tenga más precaución para conceder permisos de construcción a las fraccionadoras y las constructoras, y que se verifique con mucho cuidado esta cuestión.

 


Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora, escribe y produce crónicas de video en sus dos blogs de Facebook, además de La columna de Bety en Estilo Mápula.

Año 52

 


Año 52

 

Por Sergio Torres

 

Cuando niño, la noche y sus demonios se mantenían a raya si subía la sábana sobre mi cabeza y metía los pies debajo de su poder protector. Las sábanas en casa de mi abuela eran de algodón, tal vez de 300 hilos, pero entre el suavizante, la secada al sol y el catre de lona blanca en el que dormía, armaban el efecto de que fueran de 1300 hilos, tejidos por hermosas manos morenas de jóvenes egipcias, en el proverbial calor bochornoso de los veranos de El Cairo (Kamal concuerda conmigo).

Faltan 11 días para concluir el año 52 en esta sexta década de mi vida. En los últimos 468 días, muchas caras familiares han desaparecido de la faz de la tierra para integrarse al eterno flujo de radicales libres surcando el universo.

Ya no está Carlos, con su hermoso cabello rubio, sus ojos azules y su frente altanera. Ya no está don Nacho, mi papá, con su aire festivo y su gozo por el presente. Yo no está la Cande, mi tía, y la orfandad se siente pesada, a despecho de mi edad, madurez y grado de iluminación con tan pocos watts.

No hay sábana que me cubra de los monstruos reales que me rodean siempre están aquí el deterioro natural de las cosas, la enfermedad, la muerte. Ninguna vista como una tragedia sino como un cambio dramático en el curso de los eventos.

Inesperada, la noche se viene demasiado pronto para mí, que amo la luz más que nada, preferentemente, detrás de una cortina de nubes que corren ligeras derramando bendiciones bajo el cielo.

Los días corren, imbatibles, la vida se consume en latidos, los que más disfruto son aquellos que se convierten en horas de hacer música con los críos, y en hacer show para entretener a bohemios nocturnos.

Amo estar vivo, claro, con una fuerza de la que, en otros momentos, me he sentido absolutamente incapaz. Amo la convivencia con mis alumnos y mis compañeros maestros y músicos.

No soy una persona fácil, no me interesa serlo, pero soy leal. Con esto, acepto lo que la convivencia depara como producto natural de las diferencias aparentes.

Que el amor nos salve. Que la vida nos inunde.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

sábado, 2 de agosto de 2025

Ozzy Osbourne y el metal sombrío

 


Ozzy Osbourne y el metal sombrío

 

Por Miguel Ramírez Ochoa

 

Se afirma que Black Sabbath es el creador del género musical heavy metal con su primer álbum homónimo de febrero de 1970, el cual fue grabado en un solo día, igual que el álbum debut de The Beatles Please please me, de 1963.

     La banda británica, nacida en Birmingham en 1968, y conformada por el cantante Ozzy Osbourne, el guitarrista zurdo Tony Iommi, el bajista Geezer Butler y el baterista Bill Ward, marcaron un punto de inflexión en la industria musical, introduciendo el “rock oculto” con una guitarra afinada en modo grave y, no se diga, bajeos entrecortados.

     Black Sabbath no se dejó influenciar por el movimiento flower power o “poder de la flor”, productor de la cultura hippie, que eran la esencia de Beatles, Rolling Stones y Cream a partir de 1967; tampoco coqueteó con el folk de Bob Dylan, sino que creó el “ritmo tritono”: se da en la tonalidad de Do entre Fa y Si, mediante un movimiento contrario de las notas Si y Fa, obteniéndose un sonido oscuro y sombrío, llamado “intervalo inestable”.

     Bajo ese intervalo inestable, que escuchamos en varias piezas como Black Sabbath, Warning, Electric Funeral y War Pigs, Tony Iommi fundó Black Sabbath después de estar en un grupo llamado Earth, proyectando esos siniestros acordes semejantes a las películas de terror; pero sabemos perfectamente que ningún instrumentista florece sin un vocalista excelente, el cual se convierte, la mayor parte de las veces, en el frontman de la banda.

     Ese hombre frontal se llamó Ozzy Osbourne, cuyo nombre verdadero fue John Michael Osbourne (1948-2025), quien junto con sus cuatro compañeros se dedicó a elaborar música pesada con mensajes perturbadores.

     La voz de Ozzy es una entremezcla de agudos con graves pastosos, notándose en los álbumes Black Sabbath (1970), Paranoid (1970), Master of Reality (1971), Sabbath Bloody Sabbath (1973) y Sabotage (1975).

     A partir de 1976 las cosas cambiaron: las peleas constantes entre Iommi y Ozzy, y en veces entre Butler y Ozzy, además del consumo constante de alcohol y drogas entre los cuatro miembros, hicieron mella en la calidad discográfica de la banda (debido al cansancio de las giras y abuso de sustancias, se les olvidaban ideas).

     Los discos Technical Ecstasy (1976) y Never Say Die (1978) marcaron el fin del Sabbath original: Ozzy dijo: “Ya no componíamos material que nos caracterizó, estábamos haciendo jazz”.

     A fines de 1979, Ozzy fue despedido, siendo remplazado por otro vocalista de voz sumamente educada, Ronnie James Dio.

     Ozzy marcó la etapa original de esta banda que, en circunstancias similares, se disputa la creación del heavy metal con Led Zeppelin, pero con un sonido subterráneo.

 


Miguel Ramírez Ochoa especialista en latín, articulista en El Heraldo de Chihuahua a partir de abril de 1989 y autor de los libros Sendero estival y la novela En busca de un año, tiene un diplomado en paleografía por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Trabajó en el Instituto de Cultura del Municipio de Chihuahua como corrector de textos, como bibliotecario y como profesor de Taller Literario.

Los despiertos

 


Los despiertos

 

Por Sergio Torres

 

Es la misma feria, son los mismos juegos. Quienes despiertan saben que nada es para siempre, ni el gozo ni el dolor; todo se disuelve en el tiempo, en el calor de la carne, en el roce de los dedos enjugando la lágrima, en el abrazo.

Los despiertos florecen, iluminan, inspiran. Viven más allá de la competencia por el dinero, el poder, la permanencia en la memoria ajena. Dejan el ego de lado la mayor parte del tiempo, es inevitable tener un poco en esta manifestación humana de la energía. Sabiendo quienes son, hijos de Dios, príncipes del universo, los despiertos nada tienen por demostrar, así, nada los inmuta, por eso nos parecen altaneros. Es parte de su reflejo en propios juicios, a los que son ajenos.

Hablemos de amor, de amabilidad, de compasión. Hagamos arte de nuestra vida. Dejemos que nuestros latidos sean felices. Que la vida nos inunde de su perfección, que la vida nos libere de esta forma de manifestación y volemos en las alas del Gran Espíritu.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

viernes, 1 de agosto de 2025

Cuenta hasta diez


 

La columna de Bety

Cuenta hasta diez

 

Por Beatriz Aldana

 

Les escribiré de cuando el Todopoderoso te envía ángeles, o alguien muy querido que desde el nirvana te está cuidando. Hace unos pocos meses me sucedió una situación que al principio carecía de importancia, como fue el tomar un camino distinto hacia una Granja ubicada entre Ciudad Aldama y Chihuahua. Conforme iba avanzando, al desconocer la ruta, mi estado de ánimo fue cambiando del entusiasmo al temor, continuando con el enojo, por varias circunstancias.

La primera, que me impresionan las gazas o carreteras de un solo carril, y más aún si estas se encuentran a cierta altura sobre algún río, en este caso sobre nuestro Río Chuviscar. Pues bien, al salir de la mencionada gaza, ya sentía palpitaciones anormales en mi cabeza, y cierta aceleración en mi corazón, debido, por supuesto, a la tensión previa. No conforme con ello, entré a una carretera sumamente transitada por tráfico pesado, y mirando yo el panel de control de mi vehículo me marcaba que contaba con menos de la reserva de gasolina, y sin hallar por el camino alguna Gasolinera. Total que terminé perdiéndome en una colonia totalmente desconocida para mí.

Afortunadamente conté con la ayuda de una persona que utilizó el Google Maps para ayudarme a salir de allí. Todo este periplo lo hago crónica, ya que a resultas de esa situación se presentaron consecuencias no muy gratas en mi salud: debido a la subida de presión arterial hubo una rotura en un vaso pequeño en el cerebro. Y aun cuando se esperó un tiempo perentorio para dar oportunidad a que cerrase y cicatrizace por sí sola, la opinión médica fue:  En lo sucesivo tendrá algunas lagunas mentales, con probabilidad de perder ciertas habilidades motrices, aunado a cierto descontrol en el organismo, derivado de la falta de conectividad cerebral por el sangrado e inflamación ocasionada.

En fin, resulta que habiendo notado todas estas deficiencias opté por descansar unos 30 días, evitando manejar, incluso subir a las habitaciones superiores de mi casa.

Pasados los treinta días, me sentí con fortaleza de retomar todas mis actividades, pero siempre con el temorcito oculto de que no sucediera algún evento relacionado con esa pérdida de habilidades motrices y de memoria.

Efectivamente lo temido sucedió este pasado  lunes, y fue el que  llamemos "peor que ninguno”, ya que me dirigí a realizar mis pagos bancarios y de servicios, aprovechando para ir al Centro Comercial a la compra de víveres, aquí les va lo alarmante de todo este relato. Al salir de las compras me percato de que mi vehículo no se encuentra donde lo había estacionado, y no había nadie en ese momento a quien recurrir para solicitar ayuda, ya que era por la mañana y en lunes, total que estuve dando vueltas y más vueltas con las pesadas bolsas en mano, y no encontraba mi vehículo.

Entonces empecé ya con el miedo al pensar que había sido robado, y así como inicié la crónica: un caballero bajó de su vehículo, me preguntó que me ocurría, le comenté ya con lágrimas y desazón la pérdida de mi camioneta. Él me tranquilizó y se ofreció a buscarla vehículo por vehículo, utilizando mis llaves con alarma para localizarlo. Afortunadamente lo encontró, y grande fue mi sorpresa, pues yo jamás recordé haber estacionado ahí donde fue encontrado mi vehículo.

Por supuesto que esta situación me encendió las alarmas de lo que hace meses me dijo la doctora que  atendió mi problema de rotura del vasito sanguíneo. Me advirtió: Señora: tendrá leves lagunas mentales, algunos olvidos ya sea de nombres, fechas, incluso rostros, o compromisos, por lo que será necesario llevar un librito para anotar absolutamente todo, hasta lo más mínimo, amén de iniciar un tratamiento médico más amplio para tener en permanencia la vigilancia de ese vasito que sin duda quedó ya vulnerable.

Mi relato es básicamente para advertir que, como en aquellos tiempos nos decían: "Antes de enojarte, cuenta hasta diez". Así procuro hacerlo ahora, no me queda más remedio, porque en ese desafortunado evento no tuve esa precaución y ahora ya están las consecuencias.

 


Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora, escribe y produce crónicas de video en sus dos blogs de Facebook, además de La columna de Bety en Estilo Mápula.

Mar y viento, montaña y fuego

 


Mar y viento, montaña y fuego

 

Por Sergio Torres

 

Que ella fuera como un lienzo donde trazar sueños, prodigar caricias, y concretar alegrías: en este siglo estaría mal, sería embotellar una ilusión a la realidad de mis manos. El siglo pasado considerarla mía era poesía y era desarrollar una pertenencia mutua.

Ella no es un lienzo, es mar y viento, montaña y fuego; se mueve a su voluntad, sin motivo, sin lógica. Tenerle cerca es como presenciar un meteoro. Tormentas y días calmos a besos, abrazos, caricias, café, a salidas al cine, waffles con miel, tocino. Textos en papelitos, flores compradas en la calle, pan con mantequilla. Uno sabe que no sabe nada de ella, así la haga uno reír con su gracia y mejestad.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

miércoles, 30 de julio de 2025

Dos espejos


 

Dos espejos

 

Por Sergio Torres

 

El hombre del piano tocan en bares música que nadie escucha, pero que forma parte del ruido de fondo. Algún osado, nunca faltan los imprudentes, le pide que le acompañe tal o cual canción. El hombre del piano accede y el lugar se transforma. Ya no es un oscuro bar, es un piano karaoke bar, los asistentes se convierten en astros luminosos de la noche por los minutos que dure la canción y se transforman en la razón del silencio y el brindis, el comentario y las risas.

En una de esas noches, de las en que el hombre piano no estaba tan de buenas, en una mesa había un grupo del que destacaba una mujer. Blanca, gafas grandes, cabello castaño, cincuentona, nada peculiar, excepto, porque el volumen de su plática molestaba a los divos momentáneos. Y al hombre del piano.

Al final de la noche, mientras el hombre del piano recogía su equipo para volver a casa, fue inevitable escucharla decir: Yo soy muy accesible. No soy exigente. No me pongo los moños. Acepto a quien se anime a andar conmigo. Solo tiene que ser más alto que yo. De 1.80 en adelante. Que todavía tenga cabello, y, muy importante, que no se llame Iván. En la mesa se escucharon risas., en el interior de la mente del hombre del piano también, una llovizna atronadora de risas interminables. ¿Esta mujer no tiene espejo?

Cuando uno sueña, sueña en grande, claro. El hombre del piano soñaba con Mónica Bellucci en su adolescencia y juventud. Ahora, en su madurez, entiende el gusto de sus tíos, abuelo y padre por Marta Roth, Rosita Arenas o Sofía Loren.

Entiendo las aspiraciones de la dama en cuestión. Todos queremos más belleza en nuestra vida, pero me dio dolor de cabeza solo de imaginar a este hombre no llamado Iván, con sus 1.80 metros de estatura, su cabello fuerte, grueso, brillante y natural, su barba espesa y bien cuidada, suspirando por la mujer de su vida: exactamente 1.65, menopáusica, con presbicia y, muy importante: que no se llame Abril.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

martes, 29 de julio de 2025

Vidrios de colores


Vidrios de colores

 

Por Sergio Torres

 

Mi vida es una colección de historias, relatos, cuentos, leyendas. Tengo las manos vacías para poder tomar papel y pluma, buscar un lugar a la sombra, iluminado, y sentarme con la prisa que siempre me inunda, para escribir recuerdos de ayeres o instantes de hoy. Escribo en el presente pero todo ha sucedido aunque sea un minuto antes. Antes de este momento, la vida fue, todo lo que queda es apenas un resplandor instalado en la memoria, que atesora ese chispazo entre otros, que lo asimila, lo mezcla con otros y lo funde con la imaginación, de tal manera que mis recuerdos, a la hora de rescatarlos, tienen ligeras o enormes diferencias con los hechos que ocurrieron en otros puntos del universo.

Mi vida, es una colección de historias, unas vividas en carne propia; otras a través de otros cuerpos, pero de la misma humanidad.

En esta colección hay fragmentos de vida, vidrios de colores, de formas irregulares, únicas, a las que uno, ordenador del caos, le da sentido y crea un mosaico único. Soy: El que escribe.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

lunes, 28 de julio de 2025

31 de julio

 


31 de julio

 

Por Sergio Torres

 

Nací el último día del séptimo mes, julio 31, día de San Ignacio de Loyola, aniversario 36 de mi santo padre, Nacho Torres, a quien originalmente se le había ocurrido nombrarme Sergio Ignacio, puesto que era el santo del día. Para contrariedad suya, Chuyita, mi santa madre, ya había decidido que yo sería Sergio Arturo y ansina me llamo, aunque hay muy pocas personas que me llaman Arturo o 2D, como John y Veronica y los Silva, Raul y Esperanza, Raúl Sánchez Trillo y Raúl Balderrama, y algún otro.

Al final, uno no es el nombre sino lo que mueve el alma detrás del nombre.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

domingo, 27 de julio de 2025

Cena especial

 


Cena especial

 

Por Sergio Torres

 

Marzo 23, un día que podía haber sido como cualquier otro día, pero no. Ese día su esposo le confesó lo que ella venía sospechando hace meses: estaba teniendo una aventura amorosa con una compañera del trabajo. Ese día ella le había preparado una cena especial, le anunciaría que estaba embarazada. Él reaccionó con enojo: "Quién sabe de quién es esa criatura, si tú y yo casi nunca..."

Ella decidió dejarlo ir. También eligió sentirse abandonada. Cada vez que alguien se enredaba en su mirada, ella lo acogía por un día o dos, luego lo sepultaba en el frío del silencio por meses, años, cual si no pasara nada.

No podía amar porque había sido abandonada. ¿Cuándo, cómo, por quién? Era su reto actuar al respecto. El reto de sus amantes, porque si había quien le amara, tendría que ser paciente hasta el límite de la santidad.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

sábado, 26 de julio de 2025

Sombra que germina


 

Sombra que germina

 

Por Sergio Torres

 

Se puede ir por el mundo con el corazón roto. De ahí salen canciones, poemas, dibujos. De ahí sale el coraje para actuar en los demás terrenos, el profesional, el personal, el amoroso. Puedes ir por el mundo derramando un amor de pareja no correspondido, sublimarlo en actos. Puedes comprar el super para alguna familia sin recursos. Puedes atarle la cinta de los zapatos a tu hijo pequeño. Llevar a tu amigo a que le quiten los puntos de una cirugía reciente. Llamarle por teléfono a quien tenías en la memoria pero no en las acciones. Claro que puedes ir con el corazón roto y cantar canciones de amor y cantarle tu amor a la "ingrata, la que no me supo amar..." Porque estamos en el mundo de las posibilidades, aquí, mientras vivas todo es posible. El milagro de la vida, milagro del amor, milagro renovable. No permites que el miedo te venza, ni la flojera, ni la desidia. Amor que duela aunque no lastime, que ilumina y da calor. Así como la flor germina, el árbol crece, se extiende hacia la sombra y hacia la luz.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

El paisaje interior

 


El paisaje interior

 

Por Águeda Caballero

 

Los viajes son visiones al mundo, al paisaje. Detalles que estremecen nuestro interior. Ese pálpito puede sugerir, preocupar, ocupar, pero siempre conmueve. Crucé de nuevo al otro lado del mar y más allá. Hoy ando de vuelta con la serenidad y el sabor de que la distancia es relativa. Me separan millas y agua, nada más. Allá encontré a mi gente, sin necesidad de dar explicaciones, que me agotan dar. Volví por esas mismas aguas, volando, para seguir la ruta mis pensamientos por estos lares.

 


Águeda Caballero Almécija, Barcelona 1980. Escuela de Artes y Oficios de la Llotja en Barcelona. Escuela de artes y oficios en Murcia. Licenciatura y maestría en la Universidad Politécnica de Valencia. Actualmente profesora en la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Pintora, orfebre y pensadora.