jueves, 17 de julio de 2025

Camino arriba, camino abajo

 


Camino arriba, camino abajo

 

Por Sergio Torres

 

Vamos de viaje, camino arriba, camino abajo. Por sol y sombra, viento y lluvia, todo el tiempo avanzando, así sea poco; todo el tienpo cambiando, aún sin notarlo.

Vamos de viaje, a veces nos acompañamos, a veces vamos solos; al final, solos, tomamos el camino solitario de la liberación

Pero qué agradable es tomarnos las manos, mirarnos a los ojos, reafirmar nuestros andares... así sea una falsa seguridad.

Caminemos. El sol se está poniendo.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

miércoles, 16 de julio de 2025

Ya mis zapatos pendencieros y mi tonada esperan en la esquina

 


Ya mis zapatos pendencieros y mi tonada esperan en la esquina

 

Por Alejandra Hernández Figueroa

 

Como un viento prendido

llega volando el sol

y me despierta.

 

Mis marchitas huestes

alistan migración

hacia el terrestre invierno.

 

Ya mis zapatos pendencieros

y mi tonada

esperan en la esquina.

 

Solo llevaré como pertrechos,

en una sonora nube,

trepidantes lluvias.

 

Y en mi fecundo corazón

mi predilección por una rosa.

 


Alejandra Hernández Figueroa estudió en el Colegio Palmore y en Community College. Escribió y publicó los libros Tiempos de viento y humo cuentos, Hojasen poemas e Hilvanando cuentos. Publica habitualmente en revistas jurídicas y literarias.

Es lunes de cine. Los lunes son de cine, en mi cabeza, claro


 

Es lunes de cine. Los lunes son de cine, en mi cabeza, claro

 

Por Sergio Torres

 

En el mundo real, la vida tiene otras prioridades, otras aficiones, otros privilegios y necesidades.

Yo solo pido que, si es lunes, pueda ir acompañado al cine, ver una historia, compartir un tumulto de palomitas, beber soda, disfrutar de la oscuridad y frialdad de la sala. Llenarme de colores y sonidos, de algo qué comentar después, camino a casa, camino al auto, camino al primer beso que pudiera suceder hoy... o nunca.

La magia del cine está en las historias que cuenta. La magia de los lunes, en que es el día de los nuevos comienzos. ¿Qué hay más motivador que una buena historia para empezar la semana?

Los lunes la historia se escribe con luz.

Gracias por estar aquí, por el amor inmerecido, por el abrazo cálido, por el beso inesperado. Gracias por la taza de café, la plática profunda, las ganas de hacer música y poesía y teatro y todo junto.

Gracias, gracias, gracias.

 

Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

martes, 15 de julio de 2025

El reloj Hamilton


 

El reloj Hamilton

 

Por Jesús Vargas Valdés

 

Hay días en que se atraviesan recuerdos que han estado guardados en la memoria y que ahí seguirán siempre. Estas líneas que voy a escribir se las dedico a mi nieto Bruno, de trece años, que ha llegado junto con su padre a pasar unos días en Chihuahua, como lo hacen dos veces al año.

Desde mi nacimiento hasta el día de su muerte, fue mi padre el referente masculino en muchos aspectos. Fue su vida como la de todos los hijos de los hombres de oficio: artesanos, mineros, obreros, labradores.

Nació en 1910. No asistió a la escuela. Desde los ocho años se hizo aprendiz de herrero en la fragua de su padre. A los veinte, cerraron las minas de Villa Escobedo (Minas Nuevas, donde él había nacido). La mayoría de los mineros salieron con sus familias a buscar la vida en otra parte. Entre las pocas muchachas jóvenes que quedaban, estaba la que fue mi madre y él tuvo la fortuna de casarse con ella en 1931. Poco después, con el primero de los hijos, emigraron a Parral. A los pocos días, él consiguió trabajo de minero en La Prieta. Cinco años después lo pasaron a la superficie, al taller de herrería, donde encontró su verdadero lugar y realización.

Yo nací con el número nueve en la lista de la docena de hijos que trajeron a la vida.

A los pocos años tomé conciencia de que mi madre sufría, el llanto de ella era frecuente, especialmente los fines de semana: llanto silencioso que los hijos teníamos que descifrar de alguna manera, porque ella evitaba hacernos parte de sus frustraciones. El silencio de mi padre era mayor, porque él vivía en un mundo aparte, el de su trabajo y de sus logros, muy ajeno a las cotidianidades, digamos problemas y necesidades materiales y de la formación de los hijos. En descargo debo que aclarar que así eran casi todos los mineros en aquellos años, además de que "genio y figura" se iba heredando porque el horizonte de aquellos hijos de mineros era el mismo que el de los padres. Llegando la edad ya los estaba esperando "la ficha" para entrar a la mina, y lo asumían con el orgullo del joven macho de la casa.

Bien podría extenderme en estas imágenes que van pasando por la memoria, pero si le sigo no voy a llegar al asunto que me propuse.

Mi madre se propuso como meta que todos sus hijos estudiaran una profesión, no así las tres hijas, a las que preparó para que fueran buenas esposas en todos sentidos.

Como dije antes, en la formación de los hijos evitó instrumentar la amargura, o los resentimientos de mujer. Al contrario, conforme crecimos nos hizo ver la figura paterna como la del gran trabajador que él era, las proezas que se le reconocían por su genio para resolver problemas prácticos que nadie más podía hacerlo, por ejemplo: en los molinos del metal que son fundamentales en el proceso de cualquier mina, frecuentemente iban a la casa a despertarlo para que acudiera a resolver un problema.

Desde el superintendente gringo hasta el jefe inmediato, le reconocían, y esto llegaba de alguna manera a la familia. Un signo particular de este respeto era que en algunas de las fiestas que organizaban los jefes en la colonia gringa, frecuentemente lo invitaban.

Él era mi héroe y cuando hacía algún trabajo en la fragua que tenía junto a la casa, yo estaba con él. Era poco lo que podía ayudar, pero lo hacía en la medida de lo posible. Miraba cómo trabajaba la lumbre, cómo ponía al rojo los fierros, cómo los sostenía con las tenazas, los acomodaba sobre el yunque y a punta de marrazos, o con el manero, les iba dando forma.

De los hijos, me toco ser el que estuvo más cerca de él ayudando y mirando como trabajaba, compartiendo sus silencios, y de vez en cuando recibiendo una palmada en la espalda o el hombro. Un día mi hermano mayor me aseguró que de no haber sido porque mi madre se oponía a ello, a mí me tocaba ser el continuador del oficio de tres generaciones: herrero.   

En 1957 se manifestó en mi padre una temblorina en la mano derecha, era leve y no tuvo problemas para seguir en su trabajo. Sin embargo, uno o dos años después se agudizó el Parkinson que recién le habían diagnosticado. Le llamaron en la empresa y en un proceso que no fue largo le informaron que tenían preparada su jubilación. Para consolarlo le dijeron también que ya le habían preparado su reloj por los 25 años de trabajo: un méndigo reloj marca Hamilton con la leyenda correspondiente y con su nombre. Él hizo todo lo posible por que le consideraran sus méritos, que tomaran en cuenta todo lo que había dado a la empresa. No quería dejar de trabajar. No lo escucharon.

Así como era de callado, ni cuenta nos dimos de lo que le pasaba por la cabeza. Pocos años después yo me preguntaba: ¿Razonó mi padre el significado de lo que le habían hecho? No lo supe, pero yo sí lo razoné a fondo: lo habían exprimido, lo habían halagado, le habían hecho creer que apreciaban todo lo que hacía, hasta lo llamaban amigo sus jefes. Nada de eso era cierto.

Cuando terminé la secundaria me tocó el momento del ritual iniciático de abandonar la casa familiar para salir a estudiar a la ciudad de México, que antes habían iniciado mis tres hermanos mayores. Era el sacrificio que mi madre había decidido con tal de que sus hijos tuvieran un horizonte diferente.

Años después, en alguna ocasión que regresé por las vacaciones, mi padre me entregó su reloj Hamilton de los 25 Años. Sin emoción alguna me lo llevé, pero no lo use. Lo sentía como una afrenta. Pasaron los años, llegó el 68, que cambió radicalmente el rumbo de mi vida. Cuando me he preguntado, y me lo han preguntado, que de dónde me llegó aquel cambio, no dejo de considerar que, entre otros motivos, estuvo esa infamia que sufrió mi padre por parte de sus patrones yanquis que me dejó, sin tener plena conciencia de ello, la primera marca de la esencia injusta del capitalismo.

 


Jesús Vargas Valdés estudió la carrera de biología en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional. Es coordinador del Programa Biblioteca Chihuahuense. Publica la página cultural La fragua de los tiempos y es autor de varios libros, entre ellos: Madera rebelde (2015), Consuelo Uranga La Roja (2017), Villa bandolero (2018) y Nellie Campobello Mujer de manos rojas (2020), este último en coautoría con Flor García Rufino.

Tennis court angel, Andrew Salgado

 


Tennis court angel, Andrew Salgado

 

Por Sergio Torres

 

Estoy cansado, he trabajado de mañana, tarde, noche y madrugada por varias semanas. Antes era fácil, hoy es pesado para el cuerpo, aunque siga siendo tan estimulante para el alma como en las primeras presentaciones.

Hacer música tiene magia. A mí me mantiene todo junto, como un hilo mágico invisible y rojo que uniera los retazos de los que está hecho mi avatar, desde las hélices de ADN con sus combinaciones de c, t, g, hasta la sutil sustancia con que la bioquímica del cuerpo interactúa con el Yo interior que hace la conciencia.

Por las mañanas doy clases a niños de 3 a 6 años. Por las tardes, a jóvenes que me regalan la oportunidad de revivir un Maralta del que los otros miembros del grupo nunca se dieron cuenta de que formaba parte. Por las noches, o ensayo los proyectos en los que toco, o escribo arreglos para otros, más personales.

El cuerpo duele. La vida sonríe siempre.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

lunes, 14 de julio de 2025

Carta al editor

 


Carta al editor

 

Por Carlos Gallegos

 

Buenos días, querido Jesús. También fuiste mi mentor, en mi caso, de mis primeras aventuras literarias. Me corregiste Luto en Delicias, la vida de Emiliano J Laing, el alcalde deliciense de tan trágico final.

Como me tardaba en entregarte el epílogo, un día me dijiste: Ya estuvo, invéntale una noche de amor apasionado y mata a ese viejo. Lo maté. No como me sugeriste, pero lo hice.

Al día siguiente me diste un papelito. Toma, este es el recibo. Inscribí tu libro en el Premio Testimonio Chihuahua 2002. Guárdalo bien, porque vamos a ganar.

Vamos, dijiste. O sea, lo considerabas también tuyo. Ese gran detalle refleja tu nobleza y generosidad.

Ganamos y te ofreciste a ser el maestro de ceremonia en la Quinta Gameros en la noche de la presentación. Estuviste fantástico.

Epílogo a este rollo: eres un gran amigo. Un abrazo.

 


Carlos Gallegos Pérez es licenciado en comunicación por la UNAM, licenciado en periodismo por la UACH. Fue coordinador de comunicación social de la UACH, así como también fue coordinador de comunicación social en Gobierno del Estado, ganador del Premio Chihuahua de Literatura y del Premio Nacional INBA Novela de Testimonio. Autor de varios libros, actualmente es cronista de Ciudad Delicias.

Escribir

 


La columna de Bety

Escribir

 

Por Beatriz Aldana

 

Bueno, aquí voy. Un poco de tristeza hoy. Con mucho gusto y entusiasmo inicié mi actividad de compartir con el público mis vivencias, por supuesto las más agradables, las desagradables muy de vez en cuando. Y digo tristeza, porque ayer que pasé por un susto tremendo y sentí la necesidad de externarlo, por el riesgo que ni siquiera sospechaba al caer de pronto una tremenda tormenta tipo tromba y me atrapó exactamente en la vialidad adjunta al Río Chuvíscar.

Una experiencia que jamás en toda mi vida había vivido, pues estaba totalmente segura de que sería arrastrada por los remolinos de agua que caían con fuerza hacia la Vialidad, y por ende hacia el Río.

Estuve un tanto renuente de hacer público el video, porque lo había salido en especial para encontrarme con una persona con la que había hecho un compromiso a las tres de la tarde y atestiguarle que mi tardanza se debía a esa tremenda situación que se dio sin previo aviso del cielo.

Entonces comenté ya cuando llegue a mi destino toda temblorosa y con llanto que había hecho ese vídeo, instándome esa persona a publicarlo, y con renuencia lo hice, pero surgió un comentario que ya lo he escuchado y percibido en otras ocasiones, algo así como que mis publicaciones son un tanto "diferentes" o "raras", que en definitiva tiene otro contexto, o sea son parientes de... así, un tanto poquitín ofensivo por supuesto-

Recuerdo muy bien a mi hermana Amanda que me insistía hace años de que yo escribiese para algún periódico de alta circulación, ya que me argumentaba bien escribir.

Claro, eso fue antes de que existiese esta carretera digital, y yo me negaba, argumentando que estaría expuesta a la crítica, incluso a las habladurías.

Por desgracia hay una tendencia brutal a ver el lado opuesto y no el que se pretende compartir, y aquí expongo los comentarios que se me han hecho:

―¿No te da miedo publicar?

―¿No te da miedo escribir?

―A veces no te entiendo tus palabras domingueras.

―¡Ayyy, Bety! qué locuras las tuyas.

Solo recuerdo en estos momentos un halago hermoso que me hizo un personaje de todo mi respeto, don Joaquín Pocurull, de Monterrey. Es tan bonito y tan caballeroso que por ética prefiero no comentarlo, amén de que el halago fue por comentarios de su señora esposa.

A veces o no me explico bien, o no se entiende el idioma español, pero en ocasiones se tergiversa por completo lo que publico o lo que escribo. Y aclaro lo siguiente: Yo heredé el amor por las letras, la palabra, la redacción, la escritura, de mi señor padre, quien no estudió letras, pero fue un gran periodista, de esos que ya pocos existen.

A quienes nos gusta escribir, relatar, compartir, es muy difícil reservar todo ello para uno mismo. Pero me viene la tristeza porque indirectamente se me dijo algo que me hirió profundamente, porque, como me lo dijo alguna vez una muy querida amiga, Lety:

Mire Bety: usted es muy inteligente, solo que quien es muy inteligente le queda un hilito muy delgado para otra cosa... que no me atrevo a mencionar por lo hiriente.

Pensaré muy concienzudamente en atreverme a volver a escribir,  compartir videos o expresar mis sentires por esta maravillosa vía digital.

Agradezco muchísimo a quienes se toman su tiempo para leer y ver mis publicaciones, que jamás van con el fin de ser reconocida. Es el amor infinito que le tengo a la vida y me gusta compartirlo, no quedármelo.

Muchas gracias a todas y a todos. Incluso he venido notando que he perdido poco a poco a muchas personas que eran fieles seguidoras y seguidores. Lo atribuyo totalmente a que lo repetitivo logra cansar hasta al más tolerante.

 


Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora, escribe y produce crónicas de video en sus dos blogs de Facebook, además de La columna de Bety en Estilo Mápula.

La vida permanece


La vida permanece

 

Por Sergio Torres

 

La cocina en casa era un remolino de actividad desde temprano. Chuyita ponía la jarra con agua para el café. Del refrigerador iban saliendo frijoles, huevo, chorizo, tortillas, papas, queso, verdolagas, quelites, nopales... el resultado era un plato en el que la madre nutría a Nacho, Nachito, Lety, Julio, Laura, Sergio, Francisco, Javier, Daniel, doña Toñita, los perros, los gatos y, a veces, a visitantes ocasionales, Poncho, Jesús, Cande, Justina, Socorro, Gregoria, Virginia, Ernestina, Anselmo, o a amigos de los hijos.

Nacho y Chuyita habían construido un hogar donde los hijos podían jugar, leer, construir, explorar. Esos fueron los papás que me tocaron a mí, que ya era el sexto de sus hijos. Supongo que para entonces ya tenían bastante experiencia con necesidades infantiles, personalidades diversas, berrinches y lo que se puede dar a un hijo y lo que se debe dejar a que el hijo logre por sí mismo. Comparando con mis amigos, a nosotros nos dejaron conseguir lo personal a través del esfuerzo. Eso hay que agradecerlo. Cada uno de mis hermanos es quien es y tiene lo que tiene por su esfuerzo, dedicación y disciplina. Esto lo aprendimos del diario ritual de la Chuyita de limpiar, remojar y cocer frijoles. Del diario salir del Nacho a la obra, desde temprano, hasta las 5 o 6 de la tarde.

No tengo recuerdos de que se sentaran a platicar conmigo de cómo comportarme en la escuela, en las relaciones personales, en el trabajo: todo era ejemplo, bruto, duro, a veces incongruente, pero siempre amoroso, digno, auténtico.

Aunque el mundo parece haber cambiado mucho,  el amor con que estos dos nos criaron sigue palpitando en nosotros y sigue destilando hacia nuestros hijos. Aunque estamos físicamente lejos entre nosotros y de los Rábago, Aguilar, Pérez, Bojórquez, Bernal, Escalante, la energía que nos dio vida sigue fluyendo y proyectándose al futuro.

La vida permanece asombrosa y salvaje.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

domingo, 13 de julio de 2025

A

 


A

 

Por Sergio Torres

 

Eso que nos hace buscarnos cada mañana en una taza de café, unas galletas, un pan compartido. Eso que nos acerca los rostros, los cuerpos, los latidos, que nos arranca de la respiración cotidiana, del camino que andamos diario. Eso que nos acelera la vida, la sensación de propósito dentro se ella, la posibilidad de disfrutar más de cada instante. Eso que nos detiene, nos atiere con fuerza infinita, imbatible, por un objeto de inefable deseo. Eso que nos mueve a pesar de los obstáculos. Eso que me lleva a tu presencia, a tomar tu mano y pedirte un beso, más de tu piel, de tu entrega. A eso podríamos llamarlo amor.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

Dos voces

 

Foto: Pedro Chacón

Dos voces

 

Por Guadalupe Ángeles

 

La voz humana es pensamiento que atraviesa la carne

Mircea Cartarescu


Por eso el canto acaricia. Por eso el razonamiento hace más fácil ver el camino. Carne de nuestra carne, la canción de cuna abrevia la desventura de ser un cuerpo desgajado de otro cuerpo. Nos acuña esa voz, moneda corriente para hacernos oír. Jamás esperaríamos traición de tal melodía que nos habita por dentro aún antes de respirar el aire de la tierra. Nacidos desde y para la carne, es que la voz de quien nos pare nos hace habitable el mundo, no en vano la canción de cuna nos mece desde que el líquido amniótico nos contiene.

      Nacidos, esa voz adquiere rostro. Años después, en él, cierta sonrisa puede liberar o congelar para siempre. Animales de tan delgada piel somos que apenas un gesto nos parte o reconstruye.

      En la carne y en la voz somos, atravesados de sentidos, de signos como oraciones lanzadas hacia toda estrella (cierra los ojos, ahí, en silencio habita tu constelación particular, intransferible); inherentes a otra respiración, hasta quién sabe cuánto tiempo nos deslizamos hacia una estación siempre lejos, siempre incomprensible.

       Yo/ella, pudimos ser el himno sagrado, sacrosanto, o la ridícula cancioncilla digna de burla. ¿Es elegible el gesto que marque la diferencia?

        Seres de conciencia frágil. Criaturas inherentes a toda insania. Ser individuales es quizá apenas una ilusión, cantada a cientos de voces en susurros, gritada, ese sonido, todo gesto, nos marca.

       Nuestra vulnerabilidad, como nuestra muerte es el nombre oculto que poseemos y sin embargo escrito está en la palma de la mano.

 


Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005) y Raptos (2009). Ha colaborado en ÁgoraEl FinancieroEl InformadorEl OccidentalLa Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y EspéculoPremio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.

sábado, 12 de julio de 2025

El Profe Becerra

 


El Profe Becerra

 

Por Alberto Heredia Castillo

 

Cuando estaba en la secundaria, el profe Becerra era de Biología debió haber tenido menos de treinta años. no me dio clases, pero me fijé en él cuando en 1961 o 62 lo escuché en un mitin sobre la defensa de Cuba y su revolución amenazada por los yankis, en la Plaza de Armas, rumbo al cine Alcázar.

Éramos menos de cincuenta personas, pero el profe disertaba sobre la revolución y el valor de sus combatientes encabezados por Fidel y el Che en forma elocuente y mi atención fue tal que no me di cuenta que hubo un incidente. Recuerdo a la familia Rosas, la mamá, Reynaldo, Renato y la hermana, que eran del PCM, como asistentes a ese mitin.

En ese tiempo ya había leído sobre socialismo con un libro de unos franceses y con el Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels. También sobre la Revolución cubana en la revista Life que había en la Biblioteca de la Normal. Leía sobre la guerra de EEUU en Vietnam. Para ese tiempo empecé a militar en la UGOCM y de alguna manera en el PPS, cercano al criterio de la lucha armada de Arturo Gámiz, Pablo Gómez y su hermano, el profe Raúl y Oscar González Eguiarte entre otros.

El profe Becerra me dio clase de psicología de anormales (hoy no aceptado ese término), en sexto. Una buena clase, que era más que todo una conferencia informada. Ya nos advertía de que el término no era el más acertado, porque todos los casos tenían habilidades especiales.

Cuando ya era yo profesor en el medio rural, dejé de ver al profe Becerra.

A inicios de la década de los setenta, al involucrarme en una organización clandestina, dejé de simpatizar con él y con el PCM, por su política en contra de la lucha armada. Lo volví a encontrar en 1972 con la fundación de la Colonia Genaro Vázquez Rojas, junto a los maestros Esteban López Solís (muy radical), José Luis Aguayo y Bernardo Torres (miembros del PCM), Sabino Chavarría, mi compañero de aventuras, un estudiante de preparatoria, Arnoldo Ordoñez, y otros maestros y estudiantes.

Becerra dirigía estatalmente el PCM. Nos dio todo su apoyo en gestiones y asesoramiento político. Aunque yo no pertenecía al partido, me invitaron a algunas reuniones y escuché de nuevo su elocuencia y la claridad de la teoría política de izquierda. Durante esa década, impulsó como dirigente estatal, la creación de frentes inquilinarios y colonias populares en Cuauhtémoc, Delicias, Jiménez, Parral y Chihuahua. En 1979 llegó al Congreso de la Unión como diputado federal junto a Arnoldo Martínez Verdugo, Pablo Gómez Álvarez y Gerardo Unzueta, Othón Salazar, Alejandro Gazcón Mercado, Gilberto Rincón Gallardo y Danzós Palomino.

Fue por años parte del Comité Central del PCM, posteriormente del PSUM. Llegó a ser parte del equipo que acompañó al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas como candidato a la Presidencia de la República.

En 1986 fue candidato a gobernador del estado por el PSU. En 1992 llegó al Congreso del Estado como diputado por el naciente PRD.

Hablar de Toño Becerra es hablar de un referente de la política del estado de Chihuahua. A sus 92 ha dejado de verse en las redes sociales. Recuerdo las últimas veces que lo vi con Francisco Javier Pizarro en las cápsulas de Reflexiones de hace algunos años.

Dos libros se han escrito sobre su vida, uno de Jesús Vargas y otro de Javier Contreras. Ambos lo describen bien. Honor a quien honor merece.

 


Alberto Heredia Castillo nació en Chihuahua el 2 de julio de 1945. Escuela José Ma Mari 138 y Colegio Patria, la primaria, Benemérita Escuela Normal del Estado, Normal Superior José E Medrano. CCHEP. PCM. PSUM. PRD. Morena. Jubilado.

viernes, 11 de julio de 2025

No entendí la invitación a tu despedida


 

No entendí la invitación a tu despedida

 

Por Sergio Torres

 

Ay, corazón. No entendí la invitación a tu despedida. Decía que hoy, a las tres. Entendí que sería mañana, a pesar de leer y releer cinco veces la fecha y la hora.

Me duele que no estés. Me duele que te hayas ido así, sin negociación alguna.

El hubiera existe para nosotros los que escribimos e imaginamos realidades alternas a esta, tan burda, tan básica, tan simple. En el hubiera, estaríamos tomando café, comiendo rajas con queso mientras echo tortillas de masa de maíz al comal, espero a que inflen, volteo y agrego al ware.

Si hubiera hecho caso a tus llamadas, estaríamos arriba de un cerro, mirando la ciudad mientras me dejas fumar uno de mis cigarros cubanos que tanto mal me hacen pero que tanta paz me dan.

Si hubiera sido más firme en llevarte conmigo, aunque sea una semana, arrancarte un rato de tu ambiente, ese que no entiendo aún. Pero tú eres, eras, más aferrada aún, haces tierra donde quieres.

Te fuiste. El mundo es un lugar vacío sin ti. El mundo es un lugar frío sin ti, a pesar de que andamos rondando los 40 grados a medio día. El infierno es aún más caliente.

Mi corazón: Todas las perlas de sabiduría que me dejaste se resumen a una: vive. Pero huiste como predicador fraudulento, por una puerta de trampa que no es visible.

Ya no estás. Yo escribo estás líneas con el corazón roto, como un niño al que se le fue el camión estando a media cuadra de alcanzarlo  Voy detrás de ti, corriendo, mientras la maleta se abre y se va vaciando a cada paso.

Amarte era tan fácil. Perderse en tus ojos enormes.

Descansa en paz. Nadie merece tanto esa paz como tú. Ni la luz perpetua de la presencia de ese Dios en el que tú sí creías.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

jueves, 10 de julio de 2025

Pixeles

 



Pixeles

 

Por Sergio Torres

 

Esto que nos une, pixeles que se iluminan y se apagan para dar la ilusión de un texto que se mueve a lo largo de la pantalla. Aquí hay ideas que recorro durante días, semanas; textos, audios, videos que consumo, gente que piensa que por el hecho de estar aquí, muy hijos de Dios, somos manifestación de perfección e intención de éxito en forma de amor, felicidad, plenitud. Gente que encuentra manifestaciones más allá de la realidad, voces, energía que se mueve. Gente que estudia cómo el cerebro se enciende y se apaga en zonas en la bioquímica. Esta parte me interesa por la interacción que tiene la música, desde el simple hecho de escucharla de forma incidental hasta conectarnos a vibraciones específicas.

En mis textos hay de todo lo que despierta mi curiosidad.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.


miércoles, 9 de julio de 2025

El archiduque y la bacteria


El archiduque y la bacteria

 

Por Jesús Eduardo Morales Hernández

 

El asesinato del archiduque Francisco Fernando marca un hito en la historia de la humanidad, aunque no por las razones que uno creyera. Cuando a trueno de pólvora, la bala le quemó la piel del cuello, todos nos salvamos, pues acabó no solo con la vida del austriaco, sino también con la más clara posibilidad de exterminio de la raza humana. En el vil cuero del gaznate del Archiduque anidaba –apenas asimilando su existencia– el primer espécimen de una anomalía unicelular producto de la espontánea mutación de la Mycobacterium Leprae. El microbio había sido a penas adquirido en Sarajevo, aunque en su forma básica, pues la mutación –ahora se sabe– ocurrió en el cuerpo del Archiduque.

Entre las modificaciones que esta nueva especie traía consigo destacaba su espeluznante capacidad de confundir al sistema inmunológico con toxinas hasta hacerlo colapsar, para luego proceder a una reproducción desenfrenada. Además, esta nueva super bacteria prefería sumergirse en las entrañas del cuerpo antes que quedarse en la superficie, por lo que, teniendo en cuenta su voracidad y eficiencia, hubiera podido acabar con un hombre fornido en tres días. Lo peor de todo es que en su ansia carnívora contaba con la ventaja adaptativa de ser en extremo contagiosa. Teniendo en cuenta el conocimiento médico que se tenía para 1914, es posible afirmar que no se hubiera encontrado una cura a tiempo, por lo que el bacilo hubiera acabado con toda la población de Europa en quizá cuatro meses. Así de mortífero hubiera sido.

Pues bien, cuando el primerísimo ejemplar de esta clase estaba a punto de inaugurar el ataque y reproducirse –a punto de aceptar su lugar en el porvenir–, quedó aniquilado a causa de su estadía en el exacto punto donde pegó la bala: una microscópica sección de piel a la altura de la yugular. Aunque al germen el impacto no le supuso ningún peligro, el calor que despidió el proyectil a la proximidad fue suficiente para chamuscarlo. La historia apunta que la consecuencia de tal asesinato fue una terrible guerra de dimensiones globales, pero habría que reconocer que la historia también demuestra que dicha guerra no fue lo peor que habría de vivir nuestro mundo. Con apenas unos treinta millones de muertos, la Primera Guerra Mundial no alcanza a la mortandad que hubiera causado la bacteria, ni en una trigésima parte. Desde entonces la humanidad no sabe su suerte. Desde entonces quedó comprobado que cualquier vaticinio, sea lúgubre u optimista, puede venirse abajo ante la más ligera mirruña.

 

Jesús Eduardo Morales Hernández, licenciado en letras españolas por la Universidad Autónoma de Chihuahua, máster en artes en español por la Universidad de Texas en El Paso, máster en artes en literatura por la Universidad de Pittsburgh, y candidato a doctor en literatura hispanoamericana, también por la Universidad de Pittsburgh, se ha desempeñado como investigador, docente universitario y editor para medios de crítica literaria como la Revista de Literatura Mexicana Contemporánea y la Revista Iberoamericana. A últimas fechas se dedica a investigar la producción literaria del norte de México a partir de estudios culturales, tema bajo el cual ha publicado y presentado ensayos y cuentos en publicaciones y congresos internacionales. Actualmente es docente en la licenciatura en comunicación del Instituto José David A.C. Está interesado también en la figura histórica-literaria del héroe y sus modernas aplicaciones en la cultura de masas. En 2019 publicó su libro Las cortas visitas.