Arte de Alberto Carlos
Chistes refritos
Por Alberto Carlos
No sé si mi padre sabía chistes léperos, me imagino que
sí, pero a nosotros nos contaba chistes blancos muy ingenuos que, sin embargo,
a los niños nos hacían reír, a pesar de que nosotros nos sabíamos chistes más
pícaros, aprendidos entre la raza escolar.
Se sabía varios de un tal Don Cacahuate, oriundo de
Lagos de Moreno. Una especie de sabio tonto y toda una institución como el
hazmerreír del pueblo. Don Cacahuate fue, según mi padre, el redactor del texto
de una placa informativa colocada en un puente, que rezaba:
Este
puente esta hecho en lagos y se pasa por arriba con material de aquí mismo.
En la torre de la iglesia de San Juan creció un nopal
que hacía peligrar las junturas de las canteras. Consultado don Cacahuate sobre
cómo resolver el problema, para pronto propuso que subieran un buey para que se
lo comiera. Don Cacahuate negaba tal infundio cada vez que le preguntaban si
era cierto. Cansado de negar y negar se agenció un espejito, cada vez que un
fulano le hacía la tendenciosa pregunta contestaba:
—Sí, es cierto. Y a propósito, aquí traigo la foto del
buey —y le ponía el espejo enfrente al preguntón.
Mi padre nos recitaba fábulas y adivinanzas en verso
que nos ponían a retozar el cerebro en busca de la solución, por ejemplo:
A una liebre, un galgo hambriento (de ella veinte
metros dista) pronto a atraparla se alista, partiendo los dos a un tiempo.
El galgo, como violento, salta tres metros dos tercias;
la liebre ligera y fresca salta tres metros dos quintos.
Pregunto: ¿a los cuántos brincos el galgo a la liebre
pesca? (Se la paso al costo a Mi
periodiquito).
Muchas veces, viendo algún programa cómico de la
televisión, mis hijo me regaña porque no me río. Los chavitos no saben que
muchos, pero muchos chistes que ahí se dicen, con ligeras variantes, ya los
había oído, repetido y vuelto a oír desde niño, contado no por libretistas
refriteros, sino por gente común y corriente.
El arte de
refritear no es ningún delito, claro está, porque el chiste, sobre todo en
México, es de origen y de dominio popular. Nadie sabe cuándo empezaron ni de dónde
salieron. Pero sí es de justicia aclarar que es y ha sido el ingenio popular y
no un señor X, que cobra muy bien por las exhumaciones, el que ha creado toda
una chistología rica, chispeante, lépera, picante y alburera; que divierte y
divertirá a chicos y grandes por los siglos de los siglos.
Cuántas veces nos endilgan cosas novedosas que lo son para la chaviza que no tiene en su memoria los
haberes de antaño. Sucede con canciones, modas, inventos y qué sé yo...
novedades que a la momiza nos dejan fritos porque ¡uuuuh! allá por los veintes.
Y eso no es lo malo sino la aburrida que nos ponen a los decanos, mientras los
debutantes se divierten de lo lindo.
Gócenla pues, muchachos, que a nosotros ya nos tocó
gozarla, a reserva de que, como a veces sucede, nos despabilen con alguna
chispa nueva. También, hay que reconocerlo, la niñez y la juventud tienen más
nueva la antena y agarran mejor la onda sin necesidad de tantas reparaciones,
aceitadas y overjoles como las que
necesitamos los modelos atrasados. Los nuevos tienen el encendido más al
centavo y eso es mucha ganancia cuando hay que arrancarse en primera, ¡pero ya!
Noviembre 1981
Alberto Carlos. Artista nacido en Fresnillo, Zacatecas,
avecindado en Chihuahua desde la infancia. Con medio siglo de trayectoria, su
vasta obra mural, escultórica y de caballete abarcó una diversidad de técnicas
y temáticas. Su natural inquietud y amplia cultura lo llevó a incursionar en la
literatura y el periodismo, en géneros como la poesía, el cuento, el ensayo, la
calavera, el epigrama y la columna, los cuales publicaba en periódicos como el
suplemento Tragaluz de Novedades de Chihuahua, El Heraldo de
Chihuahua, y en las revistas Tarahumara y Solar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario