Arte de Alberto Carlos
Prenavideñas
Por Alberto Carlos
Alguien me dijo que el hombre es un animal de
costumbres. No dijo ese filósofo si lo mismo le da agarrar las costumbres
buenas o las malas, según de donde le repiquen más fuerte. Se acostumbra tan
fácilmente a la inflación como a la carne asada. Le vale lo mismo agarrar el
vicio del tabaco que pegarle con devoción al complejo B. Tanto se acostumbra a la invencibilidad del PRI, como al carisma de Raúl Velasco. En fin...
No sé qué costumbres agarraría el hombre de Neandertal,
pero el hombre de México, los mexicanos pues, tenemos cada costumbrita. Un país
sin tradiciones como que no tiene personalidad aunque tenga carnet, sin
embargo, hay algunas que no lo son y nos las hemos inventado con ese espíritu
creativo a nivel pachanguero que nos caracteriza.
Entre estas últimas está la costumbre de las cenitas
prenavideñas de grupos más o menos afines por la chamba, el club, la asociación
y hasta las enfermedades: la cena de los empleados del banco tal, de los
profesores de X, del club de madres de allá, de artríticos unidos, los
invidentes, etcétera, etcétera.
Muchas personas, profesores por ejemplo, para poder
sostener el punto, dan clases por aquí y por allá; se echan una que otra
liebrita en la UACH o viceversa, además pertenece a un club de los muchos que
hay y es miembro de un sindicato. Cuando se le vienen encima las consabidas
cenas prenavideñas, que generalmente son de coperacha, aparte de quemar el
aguinaldo en comelitonas de compromiso, quema el físico a punta de crudas,
indigestiones y agruras. Si la señora también trabaja ¡olvídense!, la cosa se
pone a la romana, sin cuartel y sin moderación.
No estamos en contra de la convivencia, pero no hay que
atacarse. Es bueno el encaje pero tan ancho. Se tiene todo el año para convivir
pero no lo hacemos y en unos cuántos días queremos echar afuera toda la
inconvivencia acumulada, en un maratón sin
medida ni clemencia, como dice la canción. El resultado es un infle tupido,
seguido de un desinfle moral y físico por tanta desvelada. A la gastronomía le
sucede la gastritis, a las charlas de sobremesa le siguen las quejas de
sobrecama, a la abundancia de platillos, la merma en los bolsillos.
Así sucede con el día de las madres, el día del
cartero, el día de los compadres, etcétera. Concentramos en unas cuántas fechas
todo el faltante humano de un año entero. Es una especie de mea culpa nos damos
por satisfechos de haber cumplido y a otra cosa, mariposa. Todos somos
culpables y, como tales, pagamos el pecado de abandono con un martirologio
disfrazado de regocijo. Las tradicionales cenas prenavideñas vienen a ser una
expiación que pagamos con creces justos y pecadores.
Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo, pacientes lectores.
¿Nos echamos un brindis?
Enero 1982
Alberto Carlos. Artista nacido en Fresnillo, Zacatecas,
avecindado en Chihuahua desde la infancia. Con medio siglo de trayectoria, su
vasta obra mural, escultórica y de caballete abarcó una diversidad de técnicas
y temáticas. Su natural inquietud y amplia cultura lo llevó a incursionar en la
literatura y el periodismo, en géneros como la poesía, el cuento, el ensayo, la
calavera, el epigrama y la columna, los cuales publicaba en periódicos como el
suplemento Tragaluz de Novedades de Chihuahua, El Heraldo de Chihuahua,
y en las revistas Tarahumara y Solar.
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