Shilakil
Por Heriberto Ramírez
Luján
Estaban plantados en
el escenario blandiendo sus instrumentos con una maestría inusitada, sus barbas
y greñas crecidas les daban toda la apariencia hippiesca de la época. Alguien había entrado en una de las clases
de la prepa nocturna para invitarnos a ese baile de tardeada en el salón Capri,
con el debut del grupo Shilakil.
Para muchos de
nosotros fue una experiencia sorprendente, primero porque su imagen estrafalaria
contrastaba con un entorno rústico y rural, segundo porque su música rockera
nos parecía muy al día, además de ser músicos de alta escuela. Taro Gutiérrez
en el sintetizador. Se rumoraba había estudiado en un conservatorio de Los
Ángeles, lo mismo que Tirso, su hermano, a cargo de la batería, aunque este
había desertado, ambos hijos de una familia musical de abolengo. En el requinto
estaba Pepe Vidal, de barbas memorables, hijo de un médico reconocido en el
pueblo y estudiado en la Universidad de Sul Ross de Alpine. Y el ilustre
Santana, sin ninguna credencial académica, pero con un alma y un cuerpo
consagrados al bajo.
Nos sentíamos arañado
el corazón de la contracultura americana, apenas transitando la segunda mitad
de una década de grandes cambios. El contraste de su repertorio era entre
deslumbrante y alucinado, iba desde cumbias como La múcura, El gorrioncillo,
La mula bronca o Popotitos, El último beso,
Venus, Long train running, Long cool
woman in a black dress, Vehicle o
Samba pa’ ti. Su versión de Contrabando y traición era apantallante,
pues el Neca reproducía los balazos y el sonido de la sirena en el sintetizador.
Como suele suceder,
con el paso del tiempo su alineación fue cambiando, a los teclados llegó el
Neca Arroyo y a la batería Mario El Veladoras. Hicieron una gira por varias
ciudades del Estado anunciados como El
sonido Santana de la frontera, dado su amplio repertorio basado en este
músico. Lo cierto era que ponían a bailar a todo mundo con el desquiciado
frenesí setentoso. También intentaron armar su propio Woodstock en la presa
Tarahumara, pero se frustró pues se fundió algún artefacto del equipo al usar
corriente de planta eléctrica. Para hacerse de equipo más potente aceptaron
tocar en el V-29, un burdel cuyo propietario era un conocido narco, y en
efecto, sus decibeles aumentaron pero la gente dejó de contratarlos para
quinceañeras y bodas. La avalancha de narco corridos sepultó en el olvido
bandas con tintes rocanroleros como Los Socks, Los patinadores, La Nave 11, Max
5, entre otros.
Heriberto Ramírez Luján, filósofo mexicano, redacta la lógica
con precisión de cirujano. En sus ensayos y libros de filosofía y también en
sus textos literarios. Sobrio y elegante profesor, el estoicismo es divisa de
su estética. Y de su gran estilo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario