Miraba el mar mientras bañaba mis pies en el agua salada
Por Almudena
Cosgaya
El tiempo es solo
una ilusión. No existe. Sin embargo, nos hace anhelar el pasado y temerle al
futuro. Oh, pequeñas partículas de polvo somos los humanos.
Miraba el mar
mientras bañaba mis pies en el agua salada. El sol estaba a punto del ocaso y
ahí me encontraba, justo como el día anterior y todos los días desde de mi
llegada. El aire era espeso, como aquella tarde cuando lo cubrieron con la
manta; para descansar en el piso dentro de una caja, de la cual no salió
sonido. Varios se acercaron, derramando lágrimas, pero ninguno de ellos lo
conocía como yo. Detrás de ese rostro blanquecino estaba mi compañero de años.
No se fue en silencio, pues era terco y hasta en ese momento pensé que luchaba
por no dejarme. Siempre le aterró el último viaje.
Miraba hacia el
mar en el séptimo día. Mis manos temblorosas luchaban por abrir una pequeña
urna, donde sus cenizas yacían.
"Tienes que
llevar mis restos al mar en el séptimo día, justo en el ocaso. No antes y no
después. Recuerda, no es beneficioso desairar a un hombre en su último
deseo."
De la comisura de
mis labios intentó salir alguna despedida. No deseaba un comentario que se
tiñera de melodramático, por lo que dejé que solo mi corazón latiera, como un
recuerdo a los momentos que habíamos disfrutado juntos. Los malos momentos nunca
los evoqué.
El agua me llegó
hasta las caderas. No deseaba exhibir mis emociones en presencia del mar.
El polvo flotaba
y se alejaba. Su silueta apareció a mi lado; iba desnudo hasta la cintura y la
piel, antes blanca, ahora estaba oscura. Me produjo una tremenda impresión en
la rigidez de su cuerpo, su destello, pero pude ver el pelo negro y rizado que
le crecía en el pecho y los brazos. Me pareció distinguir en llevaba en la
parte superior del cuerpo tinta de horribles tatuajes. No me miro y lo
agradecí. Aparté los ojos de ese lugar y giré mis pasos hacia la orilla. Me alejé
sin hacer caso al estremecimiento detrás de mí.
Sabía que él
tenía un alma bajo todas las veces que lo odié. Entonces caí en cuenta con
júbilo de que el alma del monstruo estaba enterrada y él había vuelto a ser
mortal.
Mañana todo
volvería a ser normal, o al menos eso quiero pensar.
Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó La maldición del séptimo invierno, su primera novela.
Genial !!!
ResponderEliminarWowwwww
ResponderEliminarAsí es , somos y fuimos , hola y adiós , existir y vivir
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