Huesos en el desierto de Sergio González Rodríguez
Por Mario
Lugo
Ayer, y qué
importa que fecha fue ayer en la avalancha de los días fronterizos, después de
una charla que se llevó a cabo en la universidad donde intento reconciliarme con los anhelos
de mis años mozos, sobre el tema de la
seguridad o inseguridad menudeaban las conversaciones entre alumnos y maestros
acerca del asunto. Un policía y estudiante, ex miembro de varias corporaciones
que se encontraba presente, defendía algunas posiciones relativas al papel de la
policía y a la participación ciudadana.
Vale la pena
recordar el interrogante y un par de observaciones que planteó el servidor
público en el furor de las discusiones. El interrogante fue:
¿Quién de los aquí presentes puede proporcionar ahora mismo los nombres de
cuando menos cinco de las numerosas mujeres asesinadas? Se recordaban dos o
tres de los casos recientes y los detalles sobre los asesinatos aparecieron en
la discusión como datos arrebatados y superficiales, lejanos, nebulosos. Una de
sus observaciones fue la siguiente: No hay preocupación auténtica por parte de
la población. La otra fue en el sentido de que los fundamentos morales de
nuestra sociedad fronteriza, cualquier cosa que eso signifique, en términos
generales brilla por su ausencia.
Evidentemente
que la oposición de los presentes con respecto a sus observaciones y la
rebelión frente a la conclusión de la falta de memoria solidaria como signo del
desdén de la población y las autoridades no se hicieron esperar. La discusión sobre la seguridad en general,
de la población de ciudad Juárez, puede
ser interminable. La cantidad de enfoques se multiplica por cientos de miles.
Puede dar la impresión de que estamos de acuerdo sobre este tema. No es así.
Quizá haya algunas mínimas convergencias sobre lo más básico; pero esos puntos
de convergencia no han bastado para reducir con claridad notoria para la
población el trágico momento que ya se ha extendido por años y que nos vemos
obligados a vivir, a tolerar, a solapar y lo más terrible: a aceptar.
Algunos
puntos de reunión. Existe un problema de seguridad serio, grave y en
crecimiento. Prevalece la falta de capacidad oficial y ciudadana para resolver
el problema. La impunidad, producto de la corrupción, es el pan de todos los
días. Existe ingobernabilidad extrema. Se dan soluciones efectivas solo por
excepción. No hemos podido precisar de manera más o menos científica la causa
del problema. Y podría seguir enumerando
quizá en el espacio de un par de cuartillas más, como mínimo, los otros puntos
de reunión, de convergencia entre la población juarense.
Podemos
decir también que las divergencias pueden llenar cientos de libros y
periódicos. Los dimes y diretes, los reproches, las acusaciones, los dedos
apuntando en tantas direcciones como el infinito permita. Dentro del maremágnum
de confusión y amarillismo despiadado surgen poco a poco voces equilibradas que
buscan el apoyo de dos elementos que parecen ser claves para la solución del
problema casi imposible de resolver por el momento: La ciencia y la solidaridad
de la población. La aplicación de la ciencia para la solución de problemas no
merece discusión adicional, podemos considerar ese juicio, el de que la ciencia
es el camino más directo y verdadero
para la solución de los problemas humanos, como cierto, como verdadero. La
solidaridad de la población, la solidaridad humana, requiere de más discusión y
quizá del mismo trabajo acucioso que el trabajo científico.
Es necesario
reunir a las inteligencias brillantes y equilibradas de los hombres de
honorabilidad, de probidad y de autoridad moral que seguramente existen en la
ciudad para formular una propuesta de acción conjunta que cumpla los requisitos
básicos del método científico y de la solidaridad humana. ¿Es esto posible? Lo
único que puedo responder es que lo fue con relación a nuestros problemas
electorales, que también parecían no tener solución. Lo ha sido en casos de
catástrofe o emergencia nacional. Recordemos el terremoto de 1985 de la Ciudad
de México. La solución es posible; pero es muy difícil. La gran mayoría, me
atrevo a decir, de los habitantes de
esta ciudad tan lastimada sabemos que vale la pena el intento.
Todo lo
mencionado es en relación con la publicación del extraordinario libro de Sergio
González Rodríguez. Según Sergio este libro le ha costado agresiones golpizas y
amenazas. Lo cual indica que logró con algunos datos atinar. Logró sacar a la
luz a protagonistas que han participado cuando menos en parte en la matanza y
en la creación del ambiente de terror que hoy vive la ciudad. El método
utilizado por González Rodríguez es a mi ver híbrido: el método científico en
cuanto a la metodología de la investigación y el otro método, el más polémico
pero, sin embargo, indispensable en este caso, el de la aproximación humana
solidaria e instintiva que trae aparejados la reflexión sobre la cultura, el
pasado, el folklor, las ilusiones y todo la materia prima de la que un
artista puede hacer acopio.
Tomemos al
leer este libro valiente y cuidadoso lo que nos parezca, lo riguroso del método
de investigación hemerográfico, bibliográfico y de campo o bien, escuchemos,
sintamos el dolor, el llanto dolorido de las victimas y de los familiares de
las víctimas. Este volumen está
dedicado, aunque no de manera expresa, para los que quieran leer, escuchar y
atender; pero sobre todo es un reproche que se nos lanza a la cara. Y Volviendo
al asunto de la memoria, de la solidaridad ciudadana Sepan de la urgencia
angustiosa de resolver quienes son los culpables. ¿De veras estamos tan
preocupados? ¿Quién recuerda los nombres de cinco de las mujeres asesinadas?
¿Quién recuerda qué, quiénes, cómo fueron victimas de eso tan terrible? Lean
este libro, para saber. Para no olvidar.
Ed.
Anagrama. Serie: Crónicas. 334 pp.
Mario Lugo estudió letras españolas en la
Universidad Autónoma de Chihuahua. Es autor de los libros Empezar a morir, El amor entre las ruinas, Fuentes Mares en tonos
intermedios y Detén mis trémulas
manos. Desde los años ochentas del siglo pasado escribe una columna de
reseñas literarias llamada Armario,
publicada en periódicos y revistas de Chihuahua.
Desde los años setentas del siglo pasado, este autor escribe reseñas y comentarios de casi todos los libros que va leyendo, que son un montonal. A veces con ese pre texto borda ensayos de grande sabiduría. Publica todo eso en su columna Armario, que ha sido constante en varios periódicos y revistas de Chihuahua. Este es uno de esos textos.
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