martes, 16 de diciembre de 2014

Gustavo Hirales Morán. En el aniversario


En el aniversario del Che




Por Gustavo Hirales Morán




Bienaventurados los que se aman a lo largo de sus noches;
dulce canción los ata: la voluptuosidad que parece infinita.
Para ellos crece en silencio el verde pasto, la primavera adorna
sus jardines
y la brisa del mar, la fresquísima, acaricia la frente,
besa el fulgor de una mirada oscura, se extasía y se pierde
en la curva perfecta de unos labios.

Digo: quienes agonizan junto al cuerpo amado
y se dieron tiempo, antes del responso,
de limpiar atuendos, de escoger pecados,
no son los que murieron en barrancas nocturnas,
embriagados de gozo al verse malheridos.

Unos intuían que en las profundidades
imperaba la ley
y se dispusieron, serenos, a esperar su llegada.
Hubo otros, ávidos de impaciencia; se asieron a la vida
como a una brasa; dicen que sin amor, pero amorosos
                                                           en su delirio extremo;


alguien los vio pasar, sucios, desencajados,
acaso perseguidos,
mascullando “por siempre”, “jamás”, “regresaremos”.

Embriagados de olvido cuentan sus cicatrices
con los dedos, y en cada aniversario celosamente
inclinan sus desvaídos, vandálicos recuerdos,
ante el que armó su voluntad con frenesí de arquero,
solo para caer desde lo más alto
en medio de los gritos
ligeramente histéricos
de los que hicieron de la premonición
balido de batalla y, farsantes,
                                               se llamaron “epígonos”.

No fueron días de gloria, Baudelaire, de acuerdo;
mas qué decir del maltratado orgullo
de los que combatieron, y con qué irónica sonrisa
agradecen las esquelas hipócritas, los mentirosos duelos.

“En honor” del tropel de errantes-insurrectos: cese el
viscoso humor del arrepentimiento.

Levantemos mejor los espumosos tarros,
no para celebrar los larguísimos días
                                   de humo y guerra,
de una tripulación violenta y lúdica que es
ahora nada: polvo en el viento.

No para recordar la patética prisa de quienes,
antes de caer,
escribían su epitafio: “los que estábamos vivos
                                               nos estamos muriendo”.

Mejor, sin amargura, brindemos por los vivos
y también por los muertos.
Y al final, ¿por qué no?,
un brindis por nosotros, por el tropel hirsuto
de los que aún ahora,
nos imaginamos correr contra el viento.






Gustavo Hirales Morán,
escritor mexicano, ha publicado La Liga 23 de Septiembre, orígenes y naufragio, Memoria de la guerra de los justos, El complot de Aburto, Camino a Acteal, Chiapas, otra mirada y Siempre de nuevo. Escribe también periodismo en El Nacional y Unomásuno,  Nexos y Etcétera.

1 comentario:

  1. Este bello poema de Hirales celebra la vida y alza un canto a los que desde la muerte en el recuerdo viven con todo lo suyo: los ideales y los errores. La derrota de alguna batalla y luego la gloria y el símbolo. Estética lección para el que tenga oídos para oír, que oiga.

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