En la
resolana conyugal
Por Larizza Arvizo
Calor ardiente
y ni el desnudo me salva. Las tres de la tarde y siento la espera agónica de tu presencia matándome, y no
porque quiera verte. Es porque ya no
quiero verte. Me ahogo en tu presencia, es difícil mirarte: los años te han
sentado mal; cada hora y segundo que pasan por tu cuerpo se quedan. Y no como
delicadas experiencias, sino como señales de podrida amargura.
Te sientes
con la obligación de vivir, aunque ya no disfrutas la vida; tus negativas, tus gestos, tu mal humor. Tu
espantoso aroma no nos deja respirar. El
saludo te sacude, la mosca te marea, el perro te da asco y le das asco al
perro. Eres incondicionalmente amigable con la amargura.
Tu
infidelidad de hace dos años fue con Rosaura, estoy casi segura. Nadie más se
atrevería siquiera a mirarte. Solo yo que tengo la degradante obligación de hacerlo.
A veces
trato de sonreírte, pero es tan difícil. Y no es por tu fealdad, es por el asco.
En las noches tus espeluznantes ronquidos, que en el inicio eran flamantes arrullos
de un ser enamorado, se han convertido en estruendos que alimentan mi insomnio.
Tu vientre se ha tornado en el contenedor de gases que envenenan mi olfato.
Lo he decidido.
O te vas tú, o me iré yo. Mejor aún: por qué no nos haces un favor a todos y te tomas una taza de
arsénico; te vas a visitar a tu madrecita, ya que tanto la extrañas. En el
infierno se van a ver muy bien juntos.
No te
encamino por el temor de encontrármela en ese lugar; dicen que es infinito y
créeme que no tengo la disposición ni mucho menos el deseo de seguir a tu lado por toda la eternidad, qué
horror.
No me
suicido porque la biblia dice que es pecado y que de una u otra manera nos veríamos
con el diablo.
Día con día
le pido a Dios por ti, para que te lleve con él; pero eres tan indeseable que no me ha escuchado; a lo mejor
ni él te quiere cerca. ¿O será porque
practico el ateísmo y él solo escucha sus hijos? Pero bueno, para el caso es lo mismo.
He pensado
algunas cosas: como tenemos propiedades y dinero en común, y tú y yo sabemos
que la avaricia es como tu segunda madre, podríamos llegar a un acuerdo.
Quédate con todo. No tendrás que esperar la
suerte de que me muera antes; podrás fingir que eso ya sucedió y quedarte
con todo. Hasta con mi ropa, total con este pinche calor ni falta me hace.
De esa
manera podré irme feliz, quiero conocer Cuba, dicen que
la gente es feliz ahí. Tal vez son
tan felices como yo antes de conocerte. Estando allá sin ropa podré fingir que nunca te vi; aunque a
mi edad, con mis dolencias, es algo difícil.
Si pudiera
tener una máquina del tiempo, y volver
atrás, daría prioridad a alguien
que no fueras tú. Pero como no tengo dinero,
porque te lo voy a dejar, y como la máquina del tiempo no existe, seguiré mal
de salud y sin poder moverme. Tengo 75, no
podré ir a Cuba ni ser feliz. Solo me queda pedirte que tomes nuestro dinero y
todo lo que juntos hicimos, te lo
guardes en el culo, y chingues a tu puta madre.
Larizza Arvizo nació en Matachic en 1988. A los cuatro años se trasladó a
la ciudad de Chihuahua, donde realizó sus estudios. Es egresada de la
licenciatura en teatro por la Facultad de Artes de la UACH. Ha actuado en 25
montajes y es ganadora del premio a mejor actriz, y actriz revelación, en la Muestra
Municipal de Teatro 2009.
Larizza Arvizo, escritora de Chihuahua, cuenta algo de la cotidiana lumbre: alguno que otro infiernito conyugal.
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