Mirar con
desdén la desventura
Por Gustavo
Hirales
"Mirar
con desdén la desventura" surgió a partir de una vieja columna de Ricardo
Garibay (en Proceso, allá por 1990) sobre la suerte y muerte de Víctor Serge,
escritor y revolucionario de la primera hora que terminó sus días en México,
padre del pintor Vlady.
Me dice
Vlady que Serge
tenía unas
manos hermosas,
como de
pianista,
y que fue
agente del Komitern
(única y
breve temporada de bienestar,
pues pasó
por la vida asido a una
pobreza
interminable, a una pobreza
sin final).
Murió de un
ataque al corazón,
en alguna
calle anónima de una
Ciudad de
México
entonces
todavía transparente
y ya
cubierta por
la ocre
hojarasca del otoño,
y dos días
después Vlady fue llamado
para que
identificara el cuerpo
de su padre,
en una
maloliente comisaría,
y encontró a
Serge tendido en una mesa,
en una
plancha mejor dicho
de cemento,
y lo primero
que el hijo miró
fue la vieja
seña de identidad
de su
aguerrido padre,
la imagen de
la eterna
pobreza: los
zapatos rotos,
reducidos a
hilachos, del viejo
bolchevique,
traicionado, perseguido,
defenestrado
por Stalin y su ejército
de matones y
corifeos
(desarrapado,
desnutrido, cada vez más
aquejado de
angina de pecho
—que empeoró
a causa
de la altura
de la ciudad—,
sufrió un infarto
en la calle,
solo a altas
horas de la noche,
llamó a un
taxi y apenas
le alcanzó
el aliento para morir,
para irse
muriendo
en el
asiento trasero,
escribió Susan
Sontag
muchos años
después).
Y aquella
inteligencia, ¿no lo amargaba?
Le preguntó
el viejo y un tanto cínico
escritor;
aquella inteligencia –musitó Vlady-
le servía
para ir con los demás…
“No tuvo
nunca un gesto de amargura”.
Que era un
hombre silencioso
pero siempre
dispuesto a una buena
y cálida
conversación,
amigo de
Kazantzakis y de PanaitIstrati
(si
entienden lo que quiero decir),
un hombre
que discutió
de tú a tú
con Bujarin y con Gramsci,
y que al
final vivía
de lo que le
reunían sus amigos,
alguna
colaboración que alguien le pagaba,
siempre en
íntima familiaridad
con la
penuria…
Mira Ricardo
Garibay una foto
donde el
veterano militante llora,
y escribe:
“probablemente
el lector
estará de
acuerdo en que,
entre lo que
más nos conmueve,
está el ver
llorar a un hombre
que parece
hecho para mirar
casi con
desdén la desventura”…
Ese era
Víctor Serge, hombre
(lo voy a
decir con un lugar común
“de un
temple especial”, de los que
Ya la
historia
no fabrica
más…
Gustavo Hirales Morán, escritor
mexicano, ha publicado La Liga 23 de Septiembre, orígenes y naufragio, Memoria de la guerra de los justos, El
complot de Aburto, Camino a Acteal, Chiapas, otra mirada y Siempre
de nuevo. Escribe también periodismo en El Nacional y Unomásuno, Etcétera y Nexos.
Cantar y contar, dijo Ocatavio Paz que son las funciones del poema. El autor del texto poético de hoy en E. M. cuenta la historia de Víctor Serge y canta su heroica memoria.
ResponderEliminar