Cada mañana
Por Viviana Mendoza Hernández
El perfume se extiende,
cálida manta de nostalgias.
Las memorias avanzan
los sueños se pierden.
La sangre se calienta
cuando los labios tocan el borde.
La mente despierta y el corazón salta.
La maquinaria se enciende.
Los adictos caen en el hechizo,
se entregan.
Ahogan cualquier duda
en la oscuridad del pensamiento.
Bastan unos instantes de cada mañana
y todo cambia.
Se cumple un deseo cotidiano.
El alma canta.
La metamorfosis se completa
cuando el tren del pensamiento
deja que los tripulantes hablen.
Allí adentro.
La maquinaria toma su ritmo,
las ideas saltan.
Las durmientes sostienen ese mundo
donde solo entienden un sonido.
Una palabra poderosa,
oscura y legendaria.
¡Café, café, café, café, café!
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