Visitas
Por Gustavo
Hirales Morán
Una vez tuve
un amor secreto,
pero realmente
no lo tuve.
O si lo tuve
no era amor
sino
affaire, asunto, amorío,
algo como
una querencia,
si saben lo
que quiero decir.
Ella también
me tuvo
de vez en
cuando
y de cuando
en vez,
ningún gesto
posesivo,
y nunca por
otra parte
me consideró
“un amor”,
sino
sencillamente alguien
con quien le
gustaba
tener sexo, musiquita,
unos tragos,
el placer de
la conversación.
Todo iba
bien,
demasiado
bien
(algo debió
haberme prevenido);
nunca avisó
de su llegada,
simplemente tocaba
de improviso
en mi puerta
con una
media sonrisa,
un poco
defensiva,
preguntando: ¿no soy inoportuna?
Nunca que yo
recuerde
fue
inoportuna en alguna
de sus fugaces
(y para nada
efímeras)
visitas.
¿Cómo y por
qué acabó?
No lo sé
todavía,
no estoy
seguro.
Una noche me
negué
(quizá por
inseguridad,
seguramente
por eso,
o por machismo,
es igual)
a formar un
trío amoroso
con alguien
que yo quería
y ella también quería y
si yo
hubiera sabido
que de ello
dependía
la continuidad
de sus visitas
habría dicho
que sí,
“a darle que
es fandango”.
Pero no lo
sabía y
adopté un
aire digno y todo
se echó a
perder.
La tuve
entonces solo para mí
y quebranté la
única regla
Irreparable
de un juego que nunca
aprendí a
jugar.
A veces,
como esta tarde
un tanto
fría y lluviosa,
extraño su apenas
esbozada,
Y extraño sus
visitas.
Gustavo Hirales Morán,
escritor mexicano, ha publicado La Liga 23 de
Septiembre, orígenes y naufragio, Memoria
de la guerra de los justos, El complot de Aburto, Camino a Acteal, Chiapas,
otra mirada y Siempre de nuevo. Escribe también periodismo en
El Nacional y Unomásuno, Nexos y Etcétera.
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