¿Onírico o real?
Por Adrián García Noriega
―¿Tendrás una espada nivel 75
+ 9 que ya no ocupes y me pases?
—Sí, con mucho gusto. ¿Hace
cuánto que hiciste tu pj?
—Hace como seis días.
—Para tan poco tiempo ya
tienes bastante nivel. No creo que estés día y noche metida en el juego. A
propósito, ¿por qué elegiste ser sura, acaso eres medio oscura?
—En realidad no soy tan moreno
—dijo un poco sonriente—. Es broma, solamente elegí este pj porque me gustan
sus movimientos y poderes.
—Cómo está eso de que eres
hombre y traes pj femenino. Para mí que lo hiciste porque de ese modo llegarías
al nivel pro, que ahora tienes. Bueno, todavía te hace falta un buen para
alcanzarme.
—Pues lo hice porque me gusta
este pj, pero la verdad es que sí he recibido algunas armas de niveles altos y
me han apoyado a terminar misiones para subir de nivel.
—No te apenes; con que ya no
sigas pidiendo cosas a otros jugadores todo estará bien; ahora yo te ayudaré a
que alcances mi nivel; me gusta tu personaje. Aunque el mío sea chamán, el tuyo
lo completa; es oscuro pero le da luz al mío.
La puerta de la entrada se escuchó;
estaba entrando Martirio, su madre.
—¡Hijo, ven a comer; te traje
algo que te gusta mucho!
El hijo salió de la recamara y
mientras comían platicaban. El hijo le comentó a su madre que quería ir a la secundaría
presencial y en ocasiones salir a pasear en familia, como lo hacían otras,
entre esas las familias de sus tíos. Ella le respondió que no podía abarcar
todas las necesidades de él más los gastos de la casa: comían o salían, que él
decidiera. Ya que pagando los puros taxis tendrían para quedarse sin agua
potable, luz eléctrica, gas, etcétera. Y el autobús no era opción, dado que no
lo podía cargar porque simplemente estaba muy pesado para ella y cada escalón sería
toda una odisea. También le dijo que no era justo lidiar con tantas cosas mientras
su padre bien a gusto deslindado de toda responsabilidad. El hijo gritaba con
su silencio su inconformidad, sin embargo se quedó con miles de palabras en la
garganta, pues de cierto modo sentía que su madre tenía la razón, y su objetivo
no era herirla.
Al siguiente día fue
exactamente lo mismo en su rutina; su vida era como un inventario. Y algunos
tips y obsesiones salieron de eso: le quitó el polvo a toda superficie por
haber, limpió todo lo que según él tenía bacterias, acomodó y ordenó; en el
desayuno masticó cada bocado sesenta veces para no engordar, pero como no era
suficiente para él, se ocasionó arcadas con el mango de su cepillo de dientes
hasta vomitar todo, luego se cepilló los dientes hasta sacarse la sangre de las
encías; el cabello se lo cepilló sesenta y seis veces, se lavó la cara hasta
sacarse la sangre por cada uno de los poros, formando una costra casi uniforme.
Y después de todo este ritual compulsivo volvió a su computadora.
—Ya estoy de vuelta chamán. ¿Cuál
es tu nombre de persona y no de personaje?
—Pensé que no te conectarías
hoy. Ya te estaba extrañando; tú y yo somos dualidad, tú eres ecuánime de mi
ser váculo.
—¿Por qué dices eso si solamente
tenemos unos días de conocernos?
—A mí me basta con tratar poco
a las personas para darme cuenta si son inusitados. Pero por favor, sé
indulgente conmigo por tal atrevimiento.
—No eres atrevido sino atento.
¿Cuál es tu nombre?
—Llámame Bizarro. Cuando nos
conozcamos en persona te diré mi nombre. Tú eres como una hoja en primera
persona, pero para mí eres un pajarito airoso, ya no serás más furtivo. No seas
mesurado, que yo soy inocuo.
—Todo lo que dices es hermoso,
no sé cómo explicarlo; me siento bien con tu compañía. Aunque no estoy seguro
de si sea correcto que nos veamos en persona; tal vez yo no soy lo que tú
esperas.
—Te pediría una foto y te mandara
una mía, si no fuera que por esa pincelada se terminaría la llaneza de nuestra
relación. No me importa tu cubierta sino tu interior ya que allí reside una
hermosa perla.
—¿Y si te dijera que no puedo
salir por mí mismo, por mis condiciones físicas?
—Si quieres yo voy. No te
vuelvas anodino. No pongas evasivas, que yo puedo ir hasta el fondo del mar por
ti.
—Está bien, ven, porque un segundo
más sin ti me desintegraré desde mi interior hasta el exterior.
—Sí, es un sentir visceral. Pero
ya voy hacia allá, hacia la felicidad.
Ya era tarde cuando sonó la
puerta de la entrada.
La madre iba llegando del
trabajo toda agobiada por tanta limpieza que había realizado.
—Hijo, ya sé que llegué algo
demorada, pero te traje algo muy bueno. Es de lo que hice para los señores. Me
traje un poco para ti, yo comeré otra cosa. Hijo…
Después de hablarle seis veces
y ver que no salía, fue a la habitación de su hijo, y cuando abrió la puerta,
lo vio recargado en la mesa que tiene como escritorio, con los brazos cruzados
y su cabeza por encima.
—Hijo, ¿estás bien? Te tengo
buenas noticias: después de seis meses ya te pude pagar el internet para que no
te aburras, pero lo mejor viene después, ya que alguien me va ayudar a llevarte
a la escuela, yo me arreglaré con esa persona, tú nada más te preocuparas por
estudiar, tener amigos; a lo mejor hasta una muchachita conoces.
Su madre le puso la mano en el
hombro. Al sentirlo helado se acercó más, mirándolo detenidamente. Al dar otro
paso, se topó con la botella de ácido que estaba en el baño. Y al ver la cara
de su hijo con un lado lleno de vómito homogéneo por el vómito con sangre y ácido,
y la piel descarapelada, a la madre le salieron seis lágrimas secas, casi
pegadas a su piel. Y en silencio pero gritando con espasmos físicos apenas y
pudo hablar a emergencias.
Ahora Martirio cada vez que
llega del trabajo se pone a leer las conversaciones que su hijo escribió en el
Word, para sentirse cerca de él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario