jueves, 3 de mayo de 2018

Viviana Mendoza Hernández. Soy tu lobita en el viejo bar


Soy tu lobita en el viejo bar

Por Viviana Mendoza Hernández

Mientras la espuma baja y las gotas de condensación siguen su camino, el humo asciende y las líneas del fuego consumiendo la vida del cigarro avanzan dejando un rastro de cenizas cada vez más frías y temblorosas. Me pregunto por qué te sigo esperando, sin haberte invitado.
 ¿Quiero una de esas escenas de novelas rosas que tantas veces hemos parodiado?
No lo creo, pero tampoco me voy mientras atardece afuera de este bar con toque de cantina.
La música todavía no es tan vieja como para preocuparme por lo que pasará cuando todos alrededor estén tan ebrios como para ser canción de José Alfredo o de algún otro amargado.
Te extraño. Y voy con la gente que menos toleras para olvidarlo. Quiero acordarme de algún santo milagrero que no tenga que voltearlo. Creo que a San Antonio le gustaría más que le dieran las 13 monedas de regalo, aunque lo confundan luego con Judas.
Mejor guardo esas trece monedas y ahorro para una lata; así brindaremos por las veces que no nos hemos encontrado.
Mientras el mesero se lleva la ceniza y me trae otra cerveza y tostadas sin hacer un comentario de la mesa solitaria donde me estoy quedando, me cuestiono. Esas monedas ¿las guardo, aunque me arriesgue a gastarlas en tu ausencia? ¿O hago un gesto de fe y me arriesgo a tomar hasta el azote?
¡Bonita apuesta se me ocurre rodeada de tanto borracho!
Tampoco sé si irme o quedarme otro rato. Eso de pensar en el santo que me sirva de recadero me convenció de que ahora quiero silencio y el olor a madera e incienso. 
Decía mi abuela que San Antonio también es el santo de los viajeros y los que dudan de todo lo que piensan. Que el amor no es el peor de los problemas, que ayuda a quien le reza.
Escribo esto en una servilleta para poder hacer un cuento si no te encuentro a tiempo, por si es verdad que en verdad eres alguien que he perdido en el camino. Creo que ya me está afectando el alcohol y la tertulia, aunque no reconozco la canción que los trae tan conmovidos a los que no platican y solo aúllan dizque cantan y gritan pendejadas.
Acaba de sonar mi celular. ¡Es verdad! ¡Un milagro! Estás llamando y acabas de llegar a la ciudad. El mesero sonríe, él también está más tranquilo, aunque por algo diferente. Junto a la cerveza recién servida se queda su propina y la servilleta para agradecerle su paciencia.
Estoy ebria de alegría porque te veré de nuevo.
Mañana mismo organizo algo de filantropía para agradecerle a San Antonio el recadero.





Viviana Mendoza Hernández es licenciada en letras españolas por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Escritora, periodista y fotógrafa, ha publicado la novela Buscando una vida normal y numerosas colaboraciones literarias en varios medios. Actualmente es reportera de El Devenir de Chihuahua.

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