Insaciables
Por
Dolores Gómez Antillón
Quedamos
de vernos el fin de semana con planes de salir a La Sierra, a la casa de unos
amigos que amablemente nos la ofrecieron. Hicimos las compras de víveres para nuestra estancia, por supuesto
el vino para después y para antes de nuestra fiesta de amor, el placer el deseo
la pasión.
Alisté mi ropa interior y exterior, él haría su maleta.
Escogí algunos juegos de lencería provocativos, entre ellos uno rojo y medias de
malla rojas con su liguero, zapatillas rojas, negras y blancas.
Platicamos contentos todo el camino, entre sonrisas nos
besamos apasionadamente. Salió un momento hacia una brecha, nos besamos ansiosos, las ganas contenidas se salieron de
control como siempre, nos quitamos lo necesario para unir nuestra piel plural y
empezar con el vaivén de los cuerpos; sin
dejar de besarnos vinieron uno tras otro los orgasmos. Gritando emocionados llegamos
al clímax y extenuados por tanta agitación nos quedamos unidos en un solo
cuerpo. Nos arreglamos un poco la ropa y con una gran carcajada nos besamos y
seguimos el viaje.
La carretera ofrecía un paisaje esmeralda y flores como girasoles,
alcatraces, bugambilias , margaritas, una vista maravillosa hasta llegar al
pueblito que desde la llegada alegraba con música la plaza donde había una
verbena y vendimia de fritangas, dulces de la región, algodones de azúcar y mil
cosas más.
Decidimos llegar a la
bella casita de campo hecha de ladrillo y madera con unas enredaderas de mantos
bellísimas, unos escalones para subir a la puerta principal. Había un portal
con mecedoras para ver los atardeceres. Tenía una salita con sillones, la
cocina, un baño y la recámara con un colchón grande, un cobertor rojo y cojines blancos pachones, un ventanal grandioso de cortinas blancas y un
peinador antiguo.
Fuimos a dar una vuelta por el pueblito y llegamos hasta una
gran alameda que bordeaba los lados del río Papigochic.
Nos sentamos a la orilla del majestuoso río, recostados en el
prado y recargados en uno de los álamos,
descalzos, metimos los pies en el agua tibia y cristalina.
Embelezados miramos la belleza del paisaje; el murmullo del
agua nos excitó a tal grado que en el
prado iniciamos nuestro ritual, nos besamos intensamente la cara , el cuello ,
oídos y boca, nos quitamos la ropa. Nuestros cuerpos frente a frente tocando
cada una de nuestras partes, con mis manos rocé su miembro erecto y de solo
acariciarlo tuve un orgasmo al imaginar
el momento en que el relámpago electrizante de su cuerpo me atravesaría
con impaciencia. Abrí las piernas, penetró mi laberinto no sin antes besar mis
labios caracolas. Sentí un leve mareo, flotábamos en no sé qué parte del
universo con los cuerpos atados por mi ninfa y su rayo que nos hacía vibrar y
llorar de placer, colmando nuestras ganas. Un lazo de pasión nos hizo gemir y
gritar de alegría. Mirándonos fijamente
nos dijimos te amo, te amo. Sin dejar de acariciarnos descansamos unos momentos
en aquel silencioso lugar cuya única voz era el murmullo solidario del río. Nos
vestimos y fuimos a la plazuela para curiosear; compramos algodones de azúcar y
jugueteando con ellos nos fuimos a la casita.
Nos pusimos a cocinar pues teníamos mucha hambre; hicimos una
ensalada de verduras, frutas y crema, unas quesadillas en tortillas de harina y
un corte de carne deliciosamente asada en su jugo con cebollitas y nuestro
vino. Me puse uno de los juegos de ropa preparada para el amor, una tanga roja
y brasier rojo con medias de malla y liguero, desde luego todo rojo, a él le
encanta.
Nos pusimos leer poemas de Neruda, el 15 nos atrapó:
Me gusta cuando callas porque estás como ausente
Y me oyes desde lejos y mi voz no te toca
Parece que los ojos se te hubieran volado
Y parece que un beso te cerrara la boca
Como todas las cosas
están llenas de mi alma
Mariposa de sueños te pareces a mi alma
te pareces a la palabra melancolía...
Nos excitamos de tal forma que tocamos las fibras más profundas
de nuestros corazones. Seguimos leyendo unas líneas más y nos besamos con
premura. Nuestras ganas nos quemaban, nos acariciamos y me fuiste quitando delicadamente
mi ropa y yo la tuya. Me besaste desde los pies, siguiendo por todo el cuerpo,
llegaste a mi intimidad desde mis muslos, los pechos; coincidimos en mi
laberinto, besándonos con pasión yo acaricié tu bello rostro y lo besé muchas
veces hasta que acercamos nuestros cuerpos
y envueltos en la perfumada profundidad de nuestra piel, se
entregaron con ansiedad, nos movíamos cadenciosa
pero enfáticamente, nuestros corazones taquicárdicos se aferraban a los
sentidos placenteramente desatados que en vertiginoso vuelo nos llevó a un valle verde, hermoso, donde seguimos con pasión. Arrodillados fuimos acercando los cuerpos
hasta que entrecruzamos las piernas uniendo las ganas, empezamos a cabalgar al
ritmo acelerado del deseo, besando al mismo tiempo nuestros labios, entre
gemidos y gritos estallaron las fuentes del
amor que nos mojaron los muslos. Abrimos
los ojos y las estrellas estaban cercanas con un brillo intermitente, azul, blanco, dorado, y rojo, bellas florecitas celestiales. Estábamos en terreno
divino. Así poco a poco, abrazados volviste a Neruda :
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca…
Fue un sueño de amor, una sinfonía mágica e inolvidable. Dormimos
y en mis sueños hablaba con Dios y le daba las gracias por tanto amor.
Al día siguiente mi amor me llevó desayuno a la cama, dándome
los buenos días con un beso al que yo correspondí. Nos bañamos y ya vestidos
decidimos ir a la iglesita del pueblito donde delante de la imagen de un Cristo
sonriente y feliz ofrecimos nuestro amor
con un ramo de rosas blancas. Salimos y nos dirigimos muy contentos a conocer un poco más del encantado lugar, de
la naturaleza.
Caminamos por los alrededores y llegamos a una casa de
artesanía, me gustó una blusa bordada a mano y a él un playera. Así llevamos un trocito de aquel pueblo
maravilloso; sin darnos cuenta
caminábamos bajo la lluvia que nos mojaba; hasta que vimos a la gente corriendo
nos dimos cuenta que estábamos empapados.
Apresuramos el paso hacia la casita, al entrar nos
desvestimos. Al vernos desnudos nos abrazamos y con nuestros cuerpos nos calentamos porque sentimos
el deseo de poseernos. Las ansias de mi
cuerpo fueron colmadas cuando él rozó con sus bellos labios mi ninfa que
esperaba por él, yo acariciaba su pene, nos besamos los muslos y todo, atraje
apasionada su cuerpo y vi en sus ojos claros y hermosos el fuego del deseo; las
ganas crecían con fuerza . Ya unidos iniciamos con los movimientos que guiaban
nuestro amor y el deseo irresistible unió nuestros ríos provocando en cascada
orgasmo tras orgasmo. Llegamos al clímax con gemidos, gritos de regocijo, dolor,
placer y llanto, abrazándonos con tal
fuerza pues era tanta nuestra excitación,
el organismo estaba sediento pero como en
esos momentos el tiempo no existe , gozosos nos recostamos el uno junto al otro sudorosos y gritando gracias amor. Gracias.
Tomamos una copa de vino y al saborearlo nos besamos con las
ganas aún encendidas.
La tormenta había
cesado. Nos bañamos. Sentimos hambre, hice
una carne seca con chile colorado, calentamos tortillas de harina y
guisamos unos frijolitos con queso que acompañamos con una taza de chocolate, nos dispusimos a degustar nuestros
sagrados alimentos no sin antes dar las gracias a Dios por todo. Servimos una
copa de vino y salinos al portal a ver el cielo cuajado de estrellas embajadoras
de una luna llena que nos iluminaba con su brillantez.
Ya listos para partir
al día siguiente, tomamos nuestras cosas y nos despedimos de la casita que nos
había dado posada. Dormimos plácidamente , él me despertó con un beso y
musitando dos versos del poema de Neruda:
parece que los ojos se te hubieran volado
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