Arte de Alberto Carlos
Cuestión de confianza
Por Alberto Carlos
En México utilizamos la palabra “confianza” con el mayor
desparpajo del mundo, sin ton ni son y con toda confianza. La verdad es que la
confianza no anda en burro por estos montes, pero sacamos a relucir en cada
esquina la palabrilla como elemento de motivación inútil y, a veces, como
chantaje moral. Si en México practicáramos la confianza como la mentamos,
seríamos un país con alto grado de confiabilidad y podríamos confiar en un
futuro más o menos confiable. Pero no.
En la política, la palabra confianza tiene una
connotación de muletazos recíprocos, que mucho envidiaría Curro Rivera para una
de sus mejores tardes. En este México nuestro, todo es cuestión del grado de
confianza con que se apalabren (aunque no se la tengan) las partes
contratantes, acordantes o simplemente arrejuntadas, en una especie de cuchi,
cuchi tan falso como un anuncio de fritos en la televisión. No importa si la
confianza enunciada vaya a parar al cesto de las palabras huecas, precedida por
una leve sonrisa maliciosa. Un candidato en campaña o un funcionario
declarante, ante un público que trasuda confiadez, derramando su confiancismo
institucional y, a veces, rebasan el punto hasta lo confianzudo:
—Tengo plena confianza y una fe inquebrantable en la
juventud estudiosa, y su voto será nuestro más alto galardón— se dijo por ahí.
Más confiado no se puede ser.
—Confío en el patriotismo y la vocación revolucionaria
de tu incansable espíritu de lucha, hermano campesino— forma por demás elegante
y retórica de mostrarse confianzudo.
—Tenemos una confianza irrestricta en las instituciones
emanadas de la revolución, forjadoras del México de hoy— confiar no cuesta
nada, sobre todo si la palabra “revolución”, también muy usada, aparece de
aval.
A la recíproca, el representante o líder de aquellos en
quienes confía el candidato o funcionario, suelta su rollo de confiancitas a
tono con el confiadero institucional o de campaña:
—Confiamos en usted, señor licenciado tal, porque
sabemos de su limpia trayectoria. Nosotros, los campesinos de Chancuarímaro,
hombro con hombro...— y codo con codo, porque este es de los que, a codazo
limpio, se cuelan al primer plano regional para agarrar una diputación, de
perdida.
—La confianza al tú por tú, inocente y autóctona,
aparece cuando:
—Yo, jefe tribu tarahumara, confía en tú, jefe chabochi
y te doy bastón de mando.
Fuera de la política es lo mismo. El confiadero es
parejo. Hay su tienda de confianza, su banco de confianza: confíenos sus
ahorros. Nosotros se los jineteamos. Hay clientes de confianza, calidad
confiable, patentes de confianza y hasta confianza en nuestra moneda, lo cual
es el colmo de la confiadez. Tenemos por ahí algún amigo de confianza y, desde
luego, nuestro médico de confianza, sin contar con un compadre de todas
nuestras confianzas.
Así la llevamos de confiancita en confiancita, llenando
el ambiente de confiabilidad para que no se diga que la cosa falló por falta de
confianza. De cierto, la palabra confianza, como otras muchas palabras de
postín lanzadas al aire a lo Hermenegildo, sin otra función que la de vernos la
cara de lo mismo, nos da material para ponerlas en orden alfabético y
confeccionar un diccionario surrealista de los más completos.
En otras y pocas palabras: nuestra idiosincrasia que
tanto defendemos contra filtraciones exóticas, se sustenta en un alegre y
verdadero abuso de confianza o de la confianza, para que no suene tan
peyorativo. Lo único capaz de promover la desconfianza explícita, son los
pronósticos metereológicos. Por lo demás, ¿quién sabe?
Alberto Carlos. Artista nacido en Fresnillo, Zacatecas,
avecindado en Chihuahua desde la infancia. Con medio siglo de trayectoria, su
vasta obra mural, escultórica y de caballete abarcó una diversidad de técnicas
y temáticas. Su natural inquietud y amplia cultura lo llevó a incursionar en la
literatura y el periodismo, en géneros como la poesía, el cuento, el ensayo, la
calavera, el epigrama y la columna, los cuales publicaba en periódicos como el
suplemento Tragaluz de Novedades de Chihuahua, El Heraldo de
Chihuahua, y en las revistas Tarahumara y Solar.
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