Foto Mercedes Macuitl
El perrito
Por Heriberto Ramírez
Luján
Llegó sin saber de
dónde, era peludo como si fuera de peluche afelpado, cariñoso y juguetón. Era
mi primer perrito, pues los otros perros de la casa, El Centinela y El Fairo,
ya eran grandes, y aunque eran excelentes amigos, ya habían perdido su gracia.
Era la temporada de
cosecha de algodón. Afuera del último cuarto construido había un enorme bulto
de algodón cosechado y pizcado en las tierras de mi padre. Llegaba hasta la
azotea y desde ahí nos lanzábamos haciendo marometas, era la última pizca, pues
el frío de noviembre ya había llegado con toda su intensidad.
Empecé a juguetear con
el perrito sintiendo sus leves y medidos mordiscos hasta que llegó la noche; en
ese momento apareció la energía de mi padre y dispuso que el precioso perrito
durmiera afuera, pues no estaba dispuesto a soportar sus lloriqueos durante la
noche. Mi voluntad no podía hacer nada ante ese mandato amurallado al que nadie
más opuso resistencia. Como opción me sugirieron que enterrara el animalito
entre el algodón, y así lo hice antes de irme a dormir.
Al día siguiente de
inmediato me dirigí a desenterrarlo del algodón. Lo encontré tieso y muerto de
frío. Los siguientes días mi padre se convirtió en el ser más odiado por mí.
Heriberto Ramírez Luján, filósofo mexicano, redacta la lógica
con precisión de cirujano. En sus ensayos y libros de filosofía y también en
sus textos literarios. Sobrio y elegante profesor, el estoicismo es divisa de
su estética. Y de su gran estilo.
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