Cartografía de una casa, libro de FCV
Por Lucila May Peña
Leí Cartografía
de una casa por primera vez en octubre de 2018. Tan pronto la
terminé, le hablé a Federico para comentarle el buen sabor de boca que me dejó,
de esos sabores agridulces que remueven los sentidos y un dolor suave en el
corazón.
Al volver a leerla para esta ocasión, mi mente
viajó hacia los tiempos lejanos de niñez cuando solía ver a mi pequeña casa
como una especie de palacio. Dibujé muchas veces sus paredes de madera, la
ventana al frente, su corona de láminas de dos aguas. Un caminito de cemento
chocaba con la pared. El entrañable roble la flanqueaba a la izquierda, sus hojas
acunaron un cucharón hirviente y oloroso de semillas de calabaza con miel. A la
derecha, el pequeño y verde jazmín que perfumó mis sueños juveniles… Bueno, esa
es otra historia, la mía.
***
La cartografía es la ciencia que
estudia los mapas y cartas geográficas y cómo realizarlos; reúne, realiza y analiza medidas y datos de regiones
de la Tierra, para representarlas gráficamente con diferentes dimensiones
lineales en una escala reducida. Cartografía de una casa, de Federico Corral Vallejo, es una
novela en prosa poética; reúne en veinte capítulos su propia geografía, en primera persona
analiza a lo lejos, en momentos de profunda nostalgia y añoranza, cómo fue que
tuvo que dejar la amada casa colmada de risas, llantos y secretos. Nos lleva a
través de sus paredes a entender el amor, su amor por ella, del terreno entero
y sus alrededores. La escala con que mide no es
reducida, más bien está magnificada al anteponerla como la gran hacedora del
poeta, incomprendido entre los suyos.
Recorremos
los caminos trazados por Federico, el trayecto a veces en línea recta; otras
son un devenir entre el pasado, los recuerdos, la soledad.
Antes
de partir rogó al cielo que dejara caer un rayo para no despedirse. Vemos al
chabacano triste dejando caer una semilla en el bolsillo de su camisa. El
llanto del granado en silencio inundó la casa de grana. Federico nos dice:
―Antes
de partir, ya la extrañaba. Veinte años después, aun no me acostumbro a estar
lejos...
Atravesamos
la puerta como en un túnel, nos introducimos al vientre de la casa-madre, son
tres cuartos comunicados, las estancias en el recuerdo están inundados de
aromas a chile pasado, frijoles con chorizo, tortillas de harina, comino.
La
casa nació en un vientre minero, en un lugar de Parral Chihuahua, con faz de
niña inocente, traviesa. Se enamoró de Pablo (el padre de Federico) al verlo
pasar. Esa casa también fue escuela y hospital, allí nacieron sus hermanos;
ella le daba ánimo, fuerza y respiración de boca a boca a Natalia, su madre. Su
voz maternal sale del metal, se eleva en el aire; se inserta en la tierra, se
evapora en el agua y se funde con el fuego. El poeta derrama sus recuerdos recriminándose la
partida. A diario desde que tuvo que alejarse de su tierra, anhela la ternura
del granado, la paciencia del patio, la fe del techo de lámina galvanizada, la
esperanza de una puerta de hierro, la caridad del refrigerador y el calor de
una estufa de leña. Federico enumera en lista los
objetos que llenaban la casa amada, valioso inventario guardado en el baúl de
sus recuerdos, los saca y los describe como deshojando perfumadas flores. Ninguno
es menos, cada cual tiene una historia que contar. No logro saber cuál de ellos
me dio más pena, si el sillón azul de Natalia o el ropero esculcado.
La
lluvia que trae canto y esperanza no lo será para nuestro amigo.
―Yo
soy mi casa y tiemblo de rodillas al caer las lluvias.
Miro
a Federico acurrucado dentro del cálido vientre, parece ser uno mismo con la
casa, es el traductor de sus gestos y estados de ánimo; en la juventud de
enamoramiento y gran algarabía, entre risas y olores gozosos. La conoce como la
palma de sus manos, así como la sangre corre por sus venas; sabe su pesar y el
dolor que se aporrea por las ventanas y agita sus cortinas por todos sus rincones.
La historia
de esa hermosa casa de larga cabellera se bifurca y entrelaza con las historias
de quienes la habitaron y también tomaron otros caminos.
Las
historias son como uno las recuerda; para Federico lo aquí narrado es el
reflejo borroso de un espejo roto por grandes trozos de granizo enardecido, el
resultado de madrugadas que no encuentran su amanecer…
¿Qué
de dónde amigo vengo? de una casita que tengo más abajo del trigal.
Parral,
en palabras de Federico, es un pueblo que tiene la fortuna de ser de aquellos
que se quedan en la memoria. Como Macondo, el de Aureliano Buendía, o San
Cristóbal, con su gente blanda, donde el miedo usa pasamontañas.
Les invito a descubrir cada línea de esta
cartografía, recorrer el mapa trazado. Desdoblemos las
cartas geográficas y volvamos a armarlas, ya tienen un primer doblez. Analicemos las múltiples situaciones que no nos son
ajenas, porque no lo es la conducta humana, ubiquémonos en ese punto donde
coincidimos a pesar de la distancia y encontrémonos para abandonar al menos por
un rato nuestra propia soledad.
En
septiembre de 2019 visité Parral, quise ver la casa donde vivió un tal Doroteo
Arango y tocar el árbol donde rebotaron las balas que lo mataron. No quise
regresar sin visitar la casa de la calle de Sonora 14, donde nació el poeta
Federico Corral Vallejo. En mi mente soñé con recorrer el patio, acariciar los
amantes árboles de olorosos, coloridos y dulces frutos.
Al
llegar, el vehículo se detuvo a media cuadra de una calle desconocida, bajé del
carro, subí la banqueta y miré…
Mérida
Yucatán 28 de febrero de 2020
Lucila May
Peña es egresada de la Escuela de Escritores Leopoldo Peniche Vallado de la
Sociedad General de Escritores de México. En 2014 publicó su libro De lo más íntimo con un toque de rebeldía y
amor (Rodrigo Parra Ediciones), y en 2018 Oro verde (Luz Vasania Editora). Colaboró en las revistas Mérida viva, sección de crítica
culinaria, Ojos de perro azul y Encuentro digital.
Tengo el honor de conocer a Lucila y al gran autor de esta obra. Comparto los sentimientos que en mi se generaron, descritos tan magistralmente. Esa obra fue la puerta de entrada para iniciar una amistad entrañable y profunda con Federico. Los lazos que nos unen se han fortalecido con el tiempo. Gracias por compartir.
ResponderEliminarMuchas gracias por sus palabras maestra Cuquita y al poeta Jesús Chavez Marin por la publicación.
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