los martes
Crónicas
Cuesta abajo
III.
De vuelta a casa
Por
Sandra Gabriela Ordóñez
A
las nueve y cuarto de la mañana pasa un camión, se estaciona en el tope de la
carretera. Nunca hubo muchas maletas que cargar, así que subíamos sin problema
al autobús. El verano había acabado y se esperaban cuatro meses para regresar
al pueblo. Durante el camino, los suspiros de resignación de mi madre eran mi
arrullo, pero antes de dormir esperaba con ansias mirar “la cuesta”, el vacío y
los árboles.
Tres
horas y media de camino, y llegamos al recinto llamado casa. Mi madre no dura
ni cuatro horas para irse a trabajar. Por mi cuenta, las historias y el convivo
habían acabado. Ahora todo era esperar.
La
casa de mi padre era tan grande como su silencio, en ratos solía crujir como un
león, la tierra del patio era colorada, del mismo color que la sangre de los
animales muertos que descansan debajo de ella. Sus árboles eran gigantes en
velo. Los muebles solían ser de los ochenta. Pisos de colores. De vez en cuando
prendía la consola para que el silencio no se impregnara en la piel.
En
esa casa, la tristeza no andaba de puerta en puerta, andaban la melancolía, el
miedo, la ausencia detrás de las puertas rojas, quizás los llantos de las
pequeñas que no crecieron, quizás el tiempo que se hizo eterno. Era como la
cuesta, vacía y lejana.
Duraba
horas observándola. Sus grietas eran parecidas a mis venas, y las paredes
parecidas a mis ojos. Había tanta soledad que no sabía si alguien entraba o
salía.
Aquí
los juegos no se tornaban de colores, los gatos se resguardaban en la noche
detrás de los muebles.
Sandra Gabriela Ordóñez García creció parte de su infancia entre la Iglesia San Martín de Porres y la Biblioteca Municipal de Cuauhtémoc; a raíz de los rezos y los libros hizo una licenciatura en letras españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua; es mediadora de lectura del Programa Nacional y tiene estudios de asistencia educativa en la primera infancia y educación especial. Ganó el Premio de Poesía Alma Rosa Estrada. Ha trabajado y colaborado en diferentes áreas culturales y educativas. Actualmente es madre de una niña que ama los libros y cuenta las estrellas.
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