sábado, 12 de marzo de 2022

Oslo. Tere Bazaldúa Arizpe

 

los martes

Oslo

 

 

Por Tere Bazaldúa Arizpe

 

 

Esa noche me sentía intranquila. Empecé a dormitar, pero algo me hizo estremecer. Abrí los ojos y puse mi mano en la espalda de Mateo. Sentir su calor y escuchar su respiración al dormir siempre me ha tranquilizado. Acomodé las piernas más cerca, para sentirme mejor.

No duró mucho la tranquilidad, porque entonces sentí cómo unos hilos se deslizaban por mi rostro. Con los ojos cerrados di un manotazo que me retumbó en la cabeza. Abrí los ojos, la oscuridad reinaba en la habitación. Prendí la lampara del buró, no se veía nada que fuera un insecto. Pensé que probablemente habría sido un sueño, tomé un sorbo de agua. Apagué la luz, me recosté en la cama y volví a acurrucarme junto a la espalda de Mateo.

Tenía frío, a pesar de la calefacción. Sabía que en la calle un manto blanco todavía cubría las calles de Oslo. Cerré los ojos, pero la sensación de esos hilos en mi rostro se repetía otra vez. Entonces pensé en una araña.

Me levanté, encendí la lámpara del celular y busqué entre las sábanas, en la pared, en la orilla de la cabecera en el techo, pero no se veía nada fuera de lo común. Me dirigí al baño, oriné y me senté en la orilla de la cama. Me puse a ver videos en el celular. De nuevo la sensación, pero ahora era en la parte trasera de mi cuello. La frustración me invadió, por mi mente se cruzó la idea de que Mateo fingía estar dormido, que estaba jugando. Le quité las sábanas y le jalé el brazo, pero no, ni un mohín de enojo, estaba completamente dormido, creo que el vino fue demasiado para él.

Ahora sí que me sentía sola en esa enorme habitación, la luz de la linterna jugaba a las sombras chinas con los objetos. Me levanté y tomé una sudadera del closet, iba rumbo a la cama cuando vi que de la ventana se desprendía un haz de luz verde, eran como hilos luminosos que se movían entre las cortinas. Pensé: qué raro si no hay anuncios y las luminarias quedaban más abajo, estábamos en un quinto piso.

Me acerqué al ventanal para abrir la cortina lentamente y entonces lo vi. En la oscuridad del cielo se movían, ondulantes, no uno sino varios destellos de luz verde que tomaban formas diversas, a veces parecían una corriente de agua que se derrama, o una nube que se evapora y después se vuelve a formar. Nunca había visto una aurora boreal, era bella y fría.

El reloj marcaba las 1:30 de la mañana cuando la aurora se transformó en una gran serpiente que se movía, yo estaba hipnotizada por el movimiento, no podía alejarme de la ventana; mi subconsciente me decía que debía alejarme porque algo no estaba bien, pero ahí continuaba clavada. Entonces mi arrobamiento se transformó en miedo, porque en un ondular, la aurora dio un vuelco y se dirigió hacia mí.

Pensaba para mis adentros que eso no era posible, es una manifestación en la atmosfera y sucede a gran altura en el cielo; en ese momento frente de mi se encontraba el haz de luz que tomaba un movimiento parecido a una respiración.

Lo más sorprendente fue que emanaba calor y al mismo tiempo emitía un sonido parecido a un canto de ballena, pero más largo, más agudo.

No podía cerrar los ojos.

Quise dar un paso atrás, pero entonces del cristal de la ventana brotaron cilios, muchos cilios que se alargaban hacia mi rostro. Sentía cómo el latir de mi corazón se aceleraba. Pero mis pies seguían plantados como raíces en la alfombra.

Ahora esos filamentos luminiscentes se acercaban a mis ojos. De mi garganta no salían sonidos. Solo escuchaba mis pensamientos: a mala hora decidimos ir a Oslo de vacaciones. ¡Oh, Dios!, empecé a ver todo de color verde. Todo era una intensa luz verde que inundaba mi interior, y ese calor, era un calor húmedo que bajaba por los pulmones.

Escuché la voz de Mateo reclamando al sol de la mañana su interrupción en nuestra cama. Después sentí sus labios en mi cuello y pensé: qué pesadilla la de anoche.

Estire los brazos y me arrojé a su pecho para buscar sus labios, él tomó mi rostro con sus manos y con voz sorprendida me dijo:

¿Ana, por qué tus ojos son verdes?

 

Tere Bazaldúa Arizpe. Enero 2022

 






Tere Bazaldúa Arizpe, promotora cultural, trabaja talleres de fomento a la lectura y creatividad para NNA, adultos mayores y públicos específicos, para Alas y Raíces, mediadores en Salas de lectura en el estado. Ha publicado y editado antologías NNA: Pájaros de papelEl baúl y el papaloteEl agua se hace pájarosCuadernillo alba y Lunas rojas, e Ires y venires La frontera en la poesía, y también como autora en otras antologías de poesía, cuento y ensayo.

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