los martes
Oslo
Por Tere Bazaldúa Arizpe
Esa noche me sentía intranquila. Empecé
a dormitar, pero algo me hizo estremecer. Abrí los ojos y puse mi mano en la
espalda de Mateo. Sentir su calor y escuchar su respiración al dormir siempre
me ha tranquilizado. Acomodé las piernas más cerca, para sentirme mejor.
No duró mucho la tranquilidad,
porque entonces sentí cómo unos hilos se deslizaban por mi rostro. Con los ojos
cerrados di un manotazo que me retumbó en la cabeza. Abrí los ojos, la
oscuridad reinaba en la habitación. Prendí la lampara del buró, no se veía nada
que fuera un insecto. Pensé que probablemente habría sido un sueño, tomé un
sorbo de agua. Apagué la luz, me recosté en la cama y volví a acurrucarme junto
a la espalda de Mateo.
Tenía frío, a pesar de la
calefacción. Sabía que en la calle un manto blanco todavía cubría las calles de
Oslo. Cerré los ojos, pero la sensación de esos hilos en mi rostro se repetía
otra vez. Entonces pensé en una araña.
Me levanté, encendí la lámpara del
celular y busqué entre las sábanas, en la pared, en la orilla de la cabecera en
el techo, pero no se veía nada fuera de lo común. Me dirigí al baño, oriné y me
senté en la orilla de la cama. Me puse a ver videos en el celular. De nuevo la
sensación, pero ahora era en la parte trasera de mi cuello. La frustración me
invadió, por mi mente se cruzó la idea de que Mateo fingía estar dormido, que
estaba jugando. Le quité las sábanas y le jalé el brazo, pero no, ni un mohín
de enojo, estaba completamente dormido, creo que el vino fue demasiado para él.
Ahora sí que me sentía sola en esa
enorme habitación, la luz de la linterna jugaba a las sombras chinas con los
objetos. Me levanté y tomé una sudadera del closet, iba rumbo a la cama cuando
vi que de la ventana se desprendía un haz de luz verde, eran como hilos
luminosos que se movían entre las cortinas. Pensé: qué raro si no hay anuncios
y las luminarias quedaban más abajo, estábamos en un quinto piso.
Me acerqué al ventanal para abrir
la cortina lentamente y entonces lo vi. En la oscuridad del cielo se movían,
ondulantes, no uno sino varios destellos de luz verde que tomaban formas
diversas, a veces parecían una corriente de agua que se derrama, o una nube que
se evapora y después se vuelve a formar. Nunca había visto una aurora boreal,
era bella y fría.
El reloj marcaba las 1:30 de la
mañana cuando la aurora se transformó en una gran serpiente que se movía, yo
estaba hipnotizada por el movimiento, no podía alejarme de la ventana; mi
subconsciente me decía que debía alejarme porque algo no estaba bien, pero ahí
continuaba clavada. Entonces mi arrobamiento se transformó en miedo, porque en
un ondular, la aurora dio un vuelco y se dirigió hacia mí.
Pensaba para mis adentros que eso
no era posible, es una manifestación en la atmosfera y sucede a gran altura en
el cielo; en ese momento frente de mi se encontraba el haz de luz que tomaba un
movimiento parecido a una respiración.
Lo más sorprendente fue que
emanaba calor y al mismo tiempo emitía un sonido parecido a un canto de
ballena, pero más largo, más agudo.
No podía cerrar los ojos.
Quise dar un paso atrás, pero
entonces del cristal de la ventana brotaron cilios, muchos cilios que se
alargaban hacia mi rostro. Sentía cómo el latir de mi corazón se aceleraba.
Pero mis pies seguían plantados como raíces en la alfombra.
Ahora esos filamentos
luminiscentes se acercaban a mis ojos. De mi garganta no salían sonidos. Solo
escuchaba mis pensamientos: a mala hora decidimos ir a Oslo de vacaciones. ¡Oh,
Dios!, empecé a ver todo de color verde. Todo era una intensa luz verde que
inundaba mi interior, y ese calor, era un calor húmedo que bajaba por los
pulmones.
Escuché la voz de Mateo reclamando
al sol de la mañana su interrupción en nuestra cama. Después sentí sus labios
en mi cuello y pensé: qué pesadilla la de anoche.
Estire los brazos y me arrojé a su
pecho para buscar sus labios, él tomó mi rostro con sus manos y con voz
sorprendida me dijo:
―¿Ana, por qué tus ojos son verdes?
Tere Bazaldúa Arizpe. Enero 2022
Tere Bazaldúa Arizpe, promotora cultural, trabaja talleres de fomento a la lectura y creatividad para NNA, adultos mayores y públicos específicos, para Alas y Raíces, mediadores en Salas de lectura en el estado. Ha publicado y editado antologías NNA: Pájaros de papel, El baúl y el papalote, El agua se hace pájaros, Cuadernillo alba y Lunas rojas, e Ires y venires La frontera en la poesía, y también como autora en otras antologías de poesía, cuento y ensayo.
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