La
ciudad literaria: libri, ex libris fiunt
Por
Jesús Chávez Marín
(Junio
2010). Los libros nacen de otros libros. La literatura moderna en la ciudad de
Chihuahua inició en 1978 con la salida del primer número de la revista Palabras
sin arrugas, que fundaron Lourdes Carrillo y Federico Urtaza, y cuyo equipo
editorial integraban Enrique Servín, Alfredo Espinosa, Sergio Durán, Jorge
Benavides Lee, Rogelio Treviño, José Urquidi, Daniel Torres Jáquez y Héctor
Varela Unive.
Antes
de esa fecha, solo unos cuantos libros de autores chihuahuenses se habían
publicado, la mayoría de ellos impresos en el Distrito Federal. El aspecto de
esos mamotretos era el humilde libro de rancho, con viñetas fresas y prólogos
locuaces.
Los
autores de esos libros sin ambiciones eran modestos funcionarios de gobierno a
quienes algún gargantón les había concedido la gracia de que los talleres
gráficos de gobierno del estado le imprimieran quinientos ejemplares y le
regalaran el tiraje completo, para solaz de alguna bodega o cocina, donde
habría de guardarse hasta el final de los tiempos.
De esa
manera se hicieron escritores Ramón Armendáriz con sus poemas entre delirantes
e ingenuos titulados algo así como Astrovisión iridiscente o Nostalgia
prematura. También el a veces buen poeta Ramón Olvera Cobos con sus Cantos
a Parral, La canija luna y Oda a los vencedores del desierto,
(sí cómo no: lo van a vencer).
Lulú
Garza Quesada no se quedó atrás y publicó muy elegantones en la ciudad de
México dos libros de cuentos, La absurda espera era uno de ellos. Héctor
Ornelas Kükle imitó la acción y mandó imprimir mil ejemplares bien bonitos con
portada gris de su libro Fruto prohibido. Benjamín Tena Antillón, famoso
locutor metido a literato, publicó Mi de lo más viejo abuelo y Relatos
de mi pueblo campirano.
Había
ya desde entonces tres escritores en la ciudad que tenían una visión más vanguardista:
José Fuentes Mares, cuya vasta obra fue de historiador, en donde le fue bien, y
que luego se animó a publicar tímidamente sus novelas Servidumbre y Cadenas
de soledad, y más después El crimen de la Villa Alegría, que
contradijeron con su obsolescencia la buena calidad de sus libros de historia.
Otros
dos escritores modernos de esa
generación fueron Alfredo Jacob, que publicaba artículos culturales en
periódicos y revistas de su época y era el prologuista favorito de todo autor
que se asomara a la luz de la imprenta, pero no publicó libros. Su primero y
único vino apareciendo en el siglo siguiente: se llama Yermo y trae
muchos buenos poemas, entre alguno que otro de estilo muy Agustín Lara. Y Mario
Arras, que en ese inicio fue considerado poeta de Monterrey e incluso aparece
en antologías de allá, donde vivía y donde publicó sus primeros cinco folletos
de poemas. Sus libros profesionales habrían de aparecer en la ciudad de
Chihuahua el siglo siguiente.
El
único escritor contemporáneo de textos artísticos que salva para su época el
honor literario de la ciudad es Carlos Chavira Becerra (por cierto papá de la
maravillosa cantante Magda Chavira) con sus novelas completamente al día y
contemporáneas de Pedro Páramo, Ojerosa y pintada y Al filo
del agua. Su obra narrativa es lenguaje simbólico de un tiempo frágil,
tristeza social y torcida justicia: La otra cara de México, Atrás
quedó la huella y Demetrio Vázquez.
Algunos
periodistas afirman que entre estos escritores, la mayoría de los cuales ya
murieron, y la generación que inicia en Palabras sin arrugas, hay
figuras como José Vicente Anaya, Víctor Hugo Rascón Banda, Sergio Loya, Carlos
Montemayor y Joaquín Armando Chacón, escritores de la ciudad de México que
nacieron en Villa Coronado, Uruáchic, Delicias, Parral y Santa Eulalia
respectivamente. Pero afirmar eso es un error: ellos se fueron jóvenes y sin
haber escrito aquí ni un haikú de a dos pesos. Iniciaron sus carreras políticas
y literarias en la capital; les fue más o menos de quinta y ahí siguen, tal vez
un año de estos consoliden su obra a mejores alturas, si Dios les presta vida y
salud.
La
literatura en la ciudad de Chihuahua de nuestro siglo 21 inició, repito, en
revistas, con escritores que han sido lectores de alto rendimiento: leen poemas
japoneses, novela norteamericana, formalistas rusos, lingüistas políglotas,
triunfalistas del boom, políticos cristeros y a Borges; escuchan canciones de
Jim Morrison, Santana, John Lennon, Paul McCartney. La primera revista
literaria con rigor de lectura y abanico ideológico fue Palabras sin arrugas,
cuyo primer número apareció en junio de 1978 y llegó a imprimir 12 ediciones
bien cuidadas y sin erratas. Detuvo su vuelo en el número 13, cinco años
después.
En 1980
apareció Tragaluz aventuras y resonancias dominicales, suplemento
literario de Novedades de
Chihuahua. El director fue Luis Nava Moreno con ayuda de sus dos ángeles de
la guarda: Sofía Jurado y Magdalena Minjares. Los escritores de esa revista
eran Manuel Talavera, Alberto Carlos, José Pedro Gaytán, Óscar Robles, Luis
David Hernández, Ceferino Reyes, Gaspar Gumaro Orozco, Héctor Jaramillo,
Lourdes Uribe, Jaime Mariscal Talamantes, yo, y ocho personas más.
Animados
por la apertura del periódico Novedades de Chihuahua, dirigido con risueña sabiduría por José Fuentes
Mares, un grupo de, en ese entonces, jóvenes escritores, luego de graduarse de
letras españolas, urdieron en la mesa de una menudería el suplemento Aura,
cuyo primer número salió en marzo de 1981 y que durante 18 meses apareció los
viernes en las páginas de aquel periódico que ahora es leyenda urbana, pues lo
diseñaban editores de El País y en sus hojas escribieron las mejores
plumas de Chihuahua. El suplemento lo dirigió José Pedro Gaytán y en la mesa de
redacción estábamos Raúl Gómez Franco, Ramón Carrera, Ceferino Reyes, Víctor
Díaz, Luis David Hernández, Óscar Robles, Héctor Contreras López y el actual
redactor de esta reseña histórica.
Uno de
los factores interesantes es la lista de quienes colaboraron en Aura:
Luz Ernestina Fierro, Gaspar Gumaro Orozco, Heriberto Ramírez, Luis Nava
Moreno, Carlos Carrera Robles, Gastón Fourzán, Flor María Vargas, Jesús Gardea,
José María Piñón, Raúl Sánchez Trillo, Jorge Benavides Lee, Micaela Solís,
Josefina María Cendejas, Guadalupe Guerrero, Mario Lugo, Estela Fernández,
Selina del Rayo Nava Cano, Ángela Siqueiros Falomir, Tomás Chacón, César
Antonio Sotelo Gutiérrez, José Antonio García Pérez, Humberto Payán Fierro, Dolores
Gómez Antillón y otras 18 personas que en la actualidad continúan el vuelo de
su trabajo artístico.
El
ciclo de revistas literarias sigue como vuelo de tsubame hasta la fecha: Media
hora, de Lety Santiesteban, Luis Carlos Salcido y Federico Márquez, donde
escribían Eduardo Moye Botello, Guadalupe Salas, Ana Belinda Ames Russek,
Alicia Márquez, Guadalupe Guerrero y otros escritores y escritoras. ProLogos
inició en 1982 dirigido por Rubén Mejía y Rubén Nevárez. Finisterre por
el gran poeta Gaspar Gumaro Orozco y cuya producción editorial funcionaba como
reloj suizo a cargo de Hildeberto Villegas, Gabriela Salas y Mario Lugo. Letras
y algo más circuló cinco años y publicó a una multitud de buenos poetas y
cuentistas, regenteada por Minerva Ramírez y corregida con fiereza y cariño por
Ernesto Visconti, Candelario Barrios, Rafael Ávila Lozoya y Ana María Jiménez. Chihuahua
me vuelve loco, dibujada a mano por el artista Luis Carlos Salcido y donde
escribieron Guadalupe Salas, Ana Belinda Ames Russek, Eduardo Moye Botello,
Rosa María Sáenz y este escribidor.
En esa
época también el maestro Jorge Villalobos escribía en El Heraldo deChihuahua una columna de rock llamada “Esqueletos en el closet”, que luego
se reunió en libro por Moon shadow editores (2001); el mismo autor había
publicado en la Universidad Autónoma de Nuevo León su muy bien informado ensayo
El rock como agente cultural (1998). Cuatro años después sacó en Synthesis
su bello relato “Amada mía”.
Más
revistas: Synthesis, establecida en 1990 por Arturo Rico Bovio, Víctor
Hernández, Heriberto Ramírez y Concepción Landa. Solar, bien diseñada
por Luis Carlos Salcido y Mario Humberto Chávez y continuada por Carlos Mario
Armendáriz Valdés, Willivaldo Delgadillo, Rubén Alvarado, Ramón Antonio
Armendáriz y actualmente Iván Carlos.
Otro
hecho fundador del arte literario fue el inicio de los productores de libros,
las editoriales: la primera fue el Departamento Editorial de la Universidad
Autónoma de Chihuahua, administrada en su origen por Arturo Rico Bovio y
continuada por Concepción Landa, Virgilio Gastélum y Heriberto Ramírez, el
actual.
Luego
llegó Ediciones del Azar, director y barrendero el buen poeta Rubén Mejía.
Doble Hélice Ediciones de Marín Reyes con la ayuda de su corrector de estilo de
lujo Luis David Hernández. Y la más joven de las casas editoras de la ciudad,
el Programa de publicaciones del Instituto Chihuahuense de la Cultura, iniciado
por Heriberto Ramírez y continuado por Ramón Antonio Armendáriz, Sergio
Armendáriz Royval, Iván Carlos y Gonzalo García Terrazas, actual gerente.
Esa es
la historia.
Junio
2010
Jesús Chávez Marín es editor de Estilo Mápula. Ha publicado Te amo Alejandra, Aventuras de Coctel, Coralillo, Nueve leyendas de Chihuahua, Diente de león y otros libros. Publica periódicamente relatos en las revistas digitales Enlagrilla, Oserí y Difusión Norte.
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