viernes, 4 de marzo de 2022

Marzo. Patricia Lozoya

 

Marzo

 

 

Por Patricia Lozoya

 

 

23 de agosto, recuerdo bien la fecha. Cada año recordé tu cumpleaños. Lo recordaré toda la vida, ¿sabes?

Tú trabajabas mucho. A veces, cuando ambos estábamos recién casados, dejaba un pastel sobre la mesa para que al llegar a casa supieras que había pensado en ti.

Hoy no fue la excepción.

Quizá te he evocado con más intensidad. Sí. Aunque de un tiempo a la fecha traiga una especie de garambullo en la cabeza. (Mis hermanas se equivocan, me corrigen, dicen que se dice embrollo; yo no hago caso).

En el trabajo también se equivocan y tengo que corregirlos, por eso apunto todo desde hace tiempo, concretamente desde marzo, y es que no sé si en marzo de este año, o en el lejano 2020, padecí Covid, lo padecí en serio, estuve grave. Salí airosa pero algo confundida al principio. Permanecí dormida por días enteros, un día desperté sin fiebre. Antes de abrir los ojos escuché un ruido y pensé: llueve, hace aire, el calor es insoportable, ¡claro, es verano! quiero aclarar mi cabeza, descansar. No tenía fuerzas para bañarme. La tía Yolanda, quien cuidaba de mi enfermedad se alegró al verme despierta, pero me aclaró que simplemente había llegado el agua a la tubería. Yo sé que mintió. Como mintió cuando dijo que una noche me había bañado ella para bajarme la fiebre, o que, grave, alguna vez le encargué a mis hijos si yo moría, y que me había puesto una inyección cuando recuerdo claramente que me auto apliqué las 10 ampolletas de dexametazona. Solo me queda la duda de si en verdad saqué a pasear a los perros esos días o si solo lo soñé. Culpo a la calentura.

Siempre he gozado de buena memoria, así que no creo en esos embustes. Lo recordaría. No sé por qué están empeñadas en mentir, en contradecirme cuando hago remembranzas que mis amigas, mi familia y yo conocíamos de antemano.

Te cuento: el sábado llevé un pastel a casa de mi madre, ya sabes que siempre festejamos juntas mis hermanas y yo. Natalia mi sobrina acaba de graduarse de la Facultad de Químicas, y para que no pasara desapercibida la fecha decidí festejarla. Lo que no entiendo es por qué trabaja de contadora si solo son 123 elementos, y por qué se sorprendió y volteó a ver a mi madre cuando puse el pastel en sus manos. Sin embargo, lo colocó en la mesa y habló en voz baja a mis hermanos para que fueran al festejo.

Ahí llegó el nuevo novio de mi hermana. Él me cae bien. Se parece a ti, sobre todo en la apostura. Yo estaba platicándole que fui sietemesina y que cuando tenía 45 días de nacida mi madre se dio cuenta que estaba embarazada nuevamente; me quitó el pecho porque le dijo mi abuela que no era prudente alimentarme así con el embarazo encima. Y que, cuando yo tenía 11 meses, mi hermano nació muerto y entonces ella quiso amamantarme de nuevo pero otra vez le dijeron que ya lo dejara así, que ya yo comía papilla y que después iba a batallar para destetarme de nuevo.

Cuando platicaba eso, mi madre volteó a verme enojada; dijo que no era cierto, que no contara mentiras, que ella ni siquiera se había dado cuenta que estaba embarazada de nuevo y que me alimentó hasta casi el año y medio, aún cuando falleció mi hermanito.

Luis, ¿verdad que te acuerdas que yo te platiqué las cosas como las recuerdo? El día que murió mi hermanito estuvimos en Mausoleos, llovía, hacía aire, el calor era insoportable ¡claro, era verano! y yo quería aclarar mi cabeza, descansar, irme a casa para bañarme, pero no tenía fuerzas. Así que solo me quedé en la primera banca de la capilla. Mi hijo Alex recargaba su cabeza en mi hombro. Y lloraba quedito ¡Cómo olvidarlo!

A propósito, hoy por la mañana lo despedí temprano, recordó que es tu cumpleaños. También Luis Fer lo hizo. Él está en Nueva York ahora, ¿recuerdas que es chef? Se le da eso de los elementos químicos, la masa y el peso atómicos. Dice que te recuerda en cosas simples, caminando por la casa, o tu risa, o la primera vez que lo viste fumar.

Son buenos muchachos, Luis, te quiero por eso, porque traen tu magnífica información grenetina. Gaby me dice que se dice genética. Lo sé y lo siento, creo que el texto predictivo se equivoca cuando hablo.

Salí temprano después de que Alex se fue de la casa, ahora vive donde tú vivías, después que partiste esta mañana arreglamos la casa, sacamos tu ropa y la regalamos, él lloró bastante al sentir tu ausencia, ya no llora, pero yo sé que le haces falta.

¡Tú y yo permanecimos juntos tanto tiempo! ¡Quién iba a decir que seríamos tan cercanos, almas tan gemelas! Y todo desde aquel lejano día que coincidimos en la fiesta de la maquiladora: tú tan guapo y yo tan rejega. No quería ir, mi madre insistía en que acompañara a mi hermanita a la fiesta porque ella tenía 17 años y no la dejaba ir sola con el novio, yo llegaba del gimnasio en ese momento y Lolita me rogó para que fuera, pues no le darían permiso si yo no iba.

Ash… llovía, hacía aire, el calor era insoportable, ¡claro, era verano! Solo quería aclarar mi cabeza, descansar. No tenía fuerzas para bañarme. Pero nunca pude decir que no, así que fui y lo más maravilloso del mundo fue conocerte, verte caminar hacia mí, mientras me quitaba coquetamente la toga y el birrete. Mentalmente hice un esquema, algo así como un análisis químico para conseguir las respuestas a las preguntas que todavía no me hacías.

Me gradué con honores, lloré hasta el cansancio enfrente del féretro que contenía tu cuerpo. Dije el discurso y las palabras de agradecimiento en la misa donde nos despedimos. Hubiera querido que estuvieras allí, bueno sí estuviste, fue en tu honor la ceremonia, estaban todos tus amigos, tus compañeros de equipo de futbol del Tec, tus dos hermanos, tus hijos, uno presente y otro ausente, más tan íntimo contigo. y yo, tu mujer. La mujer que escribe y que lee a Vargas Llosa, a Virgilio, a Yourcenar y a Steinner quien partió junto contigo, la que creció con un poco menos de vista cada día tal como me lo dijo mi padre: ¡te vas a quedar loca de tanto leer!

Y mírame aquí, con una camisa que me he puesto al revés, platicando con seres que le hablan a los árboles y al viento. Yo sigo leyendo, mis hijos me regalan de vez en vez un libro y cuadernos para escribir, para escribirte. No sé dónde estás, bueno, sí lo sé, estás tan dentro de mí que te extraño de tanto no sacarte para verte el rostro. 

Mi madre es dura, sé que siempre hemos sido más hermanas que madre e hija, y debo entenderla, ya es una anciana y a veces ella es quien me ve con una especie de compasión que no comprendo. Me dice que tú estás muerto, mientras me abraza quedito y yo escucho su corazón palpitar junto al mío. Y suspiro porque sé que miente.

Hoy nadé mucho, me fui con Alma y Laurita a la casa de Jacales. Pero nunca dejé de pensar en ti, que conste. Antier estuve con Mariela, Marthita y Fran, con Alex, Wicho y el buen Luis. He pasado días magníficos, ¡agradezco tanto los buenos amigos!, somos como las ensaladas que hace Natalia, o como el agua y el oxígeno que al juntarse formamos un nuevo e indispensable elemento.

Te quiero, Luis, ojalá pronto pueda verte. ¡me has hecho tanta falta!, de regreso de la universidad donde estuve con Mariela y Laura, en plena carretera, de repente me sorprendí llorando, y no precisamente porque me cambiaron los puntos cardinales, porque La Junta está a la izquierda, y Guerrero y Jacales sin variar la dirección; ni porque mi jefe me ha dicho que los estados financieros no se hacen solos y que vacaciones ya no hay hasta la otra vida; sino llorando por ti, recordando tus manos grandes y tus ojos tristes, oyendo tu risa encantadora y tu voz de barítono en el vidrio blanco y esponjoso de la ventana en el que pego la boca y la nariz hasta que se empaña, y viendo en el viento tu rostro hermoso, llorando por el cumpleaños que no pasamos ni festejamos juntos; por esta camisa que me aprieta y por estos locos que me ven como si dijera mentiras y ríen, y yo solo quiero llegar a casa. Y Abrazarte. Y permanecer dentro de tu abrazo toda la vida.

Llueve, hace aire, el calor es insoportable, ¡claro, es verano! Solo quiero aclarar mi cabeza. Descansar. No tengo fuerzas para bañarme.

 






Martha Patricia Lozoya Nájera comenzó su carrera profesional muy joven en el área de servicios enfocados a lo contable. Durante la formación académica participó en eventos literarios, tanto de escritura como de oratoria y declamación. En 2015 participó en la antología poética Girasoles, sueños y palabras, que incluye a escritoras de diversas ciudades de la república mexicana. Ese mismo año se incorporó al staff de Clave ETR Comunicación en Libertad, equilibrio en movimiento, de Radio Universidad en Chihuahua, en el programa La voz del corazón. Tiene en prensa su libro Con remitente y destinatario, que saldrá a la luz en 2019.

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