viernes, 18 de marzo de 2022

MADRUGADA DE MUERTOS. Jesús Ramírez Mendoza

 

MADRUGADA DE MUERTOS

de

Jesús Ramírez Mendoza

 

Esta obra se estrenó en el patio principal del Palacio de Gobierno de Chihuahua durante la celebración del Dia de Muertos, el 2 de noviembre de 2018, con el siguiente

 

REPARTO

 

MARÍA…….. Holda Ramírez

PANCHO…….Jesús Ramírez

 

DIRECCIÓN: JESÚS RAMÍREZ

 

 

 

 

MADRUGADA DE MUERTOS

 

PERSONAJES:

 

MARÍA.

PANCHO.

 

TERRENO TRASERO DE UNA CASA DESHABITADA. EN MEDIO, UNA TUMBA CON LÁPIDA QUE DICE: “AQUÍ YACE PANCHO. MURIÓ COMO VIVIÓ. SUS HIJOS. Y SU MUJER RECORDÁNDOLE...” MÁS ABAJO: “AQUÍ YACE MARÍA, QUE SIGUIÓ A SU PANCHO. DESCANSEN EN PAZ JUNTOS. SUS HIJOS”. TIENE TAMBIÉN UN JARRÓN CON LO QUE ALGUNA VEZ FUERON FLORES.

SON LAS DOS DE LA MAÑANA DEL DÍA DOS DE NOVIEMBRE. LA TUMBA EMPIEZA A MOVERSE, COMO SI ADENTRO SE LLEVARA A CABO UNA LUCHA DE ALGUIEN QUE QUIERE SALIR. POR FIN SE VA ABRIENDO HACIA UN LADO LA LÁPIDA Y EMERGE UNA MANO HUESUDA. CON DIFICULTAD VA SALIENDO MARÍA. ES UN CADÁVER YA EN LOS HUESOS, CON CABELLO RALO, PLATEADO, CON UN VESTIDO MODESTO PERO DETERIORADO Y MANCHADO POR LA TIERRA.

CUANDO POR FIN ESTÁ AFUERA DE LA TUMBA, RESPIRA ALIVIADA COMO SI SE QUITARA UN GRAN PESO DE ENCIMA. CAMINA UNOS POCOS PASOS, LUEGO VE LA LÁPIDA ABIERTA Y CON PRISA VA A PONERLA EN SU LUGAR, CERRANDO LA TUMBA Y SENTÁNDOSE EN ELLA, PRIMERO COMO HACIENDO PRESIÓN PARA QUE NO SE PUEDA ABRIR NUEVAMENTE, LUEGO VOLTEA A LEER LA LEYENDA.

 

MARÍA.-“Aquí yace Pancho. Murió como vivió” Hmm, incróspedo. “Sus hijos y su mujer recordándole…” “Aquí yace María, que siguió a su Pancho. Descansen en paz juntos. Sus hijos”. ¡Hay hijos! ¿Por qué me hicieron esto? ¿No les pedí claramente que no quería que me sepultaran en la misma fosa con su padre? “Descansen en paz juntos” Parece una burla. ¿Tan mal los traté? Siempre creí que había sido una buena madre. Al menos procuré serlo. (SE LEVANTA Y DA UNOS PASOS, RESPIRANDO EL AIRE FRÍO, PERO DISFRUTANDO SU SOLEDAD) ¡Ahhhh! Qué bien se siente la libertad, la soledad. (VOLTEA A VER LA TUMBA) Por lo menos unos momentos. ¡Ahhhhh! (REINICIA SU CAMINAR, PERO EL RUIDO DE LA LÁPIDA AL EMPEZAR A ABRIRSE NUEVAMENTE LA HACE DETENERSE, DESILUSIONADA) ¡Ohhhh!

PANCHO.-(VA SALIENDO DE LA TUMBA. IGUAL QUE MARÍA, ES UN CADÁVER UN POCO MÁS DETERIORADO CON POQUÍSIMOS PELOS, BIGOTE CANO Y PANZA DE CHELERO, VESTIDO DE TRAJE Y CORBATA, TAMBIÉN DETERIORADO Y MANCHADO) ¡Ah, qué vieja tan desconsiderada, caramba! Apenas son dos y media. ¿Qué no se supone que debe ser a las tres de la madrugada, cuando tenemos permiso de salir de nuestras tumbas este día?

MARÍA.-No soportaba más que estuvieras encima de mí. Como siempre en la vida.

PANCHO.-Ah. Yo no tengo la culpa de que tus hijos me sacaran y te enterraran a ti abajo. (CON IRONÍA) Tal vez pensaron, como dice la canción, “Por si se quiere salir, que se vaya más p’abajo” ja, ja, ja.

MARIA.-Si te sacaron, antes de meterme a mí, fue para echarte agua bendita, para que así pudieras alcanzar el perdón de Dios. Lo que pasa es que era tan grande su pena de haberme perdido, que se les olvidó meterte primero. Luego dijeron “pos es igual abajo que arriba”.

PANCHO.-Será que así nos cachaban siempre: tú abajo, yo arriba. Ja, ja, ja.

MARÍA.-Sí, siempre llegando briago y abusando de mí, sin tener la precaución de cerrar la puerta.

PANCHO.-Ha, ¿A poco no te gustaba?

MARÍA.-No, no me gustaba. ¿Qué no te acuerdas del día que intentabas violarme y que te di tremendo sartenazo?

PANCHO.-¡Claro que me acuerdo! Si todavía tengo el chichón, mira…

MARÍA.-Ja, ja, ja. Ahora soy yo la que se ríe.

PANCHO.-¿Qué no te remuerde la conciencia? A lo mejor por eso me morí. ¡Tú me mataste!

MARIA.-¡Qué te voy a matar! ¡Lo único que te mate, fueron las ganas de acercarte a mí cuando andabas de borrachote! Te dio miedo de recibir otro guamazo.

PANCHO.-Qué me va a dar miedo. De una vieja, ¡Ja! Lo que pasa es que me agarraste descuidado. Me diste por la espalda.

MARIA.-Ningún por la espalda. Te lo advertí claramente, con el sartén en la mano: “Si te acercas te lo estampo en la cabezota” y te acercaste.

PANCHO.-¿Y de dónde sacaste el valor de enfrentarme? ¿Eh? Porque siempre te ponías a chillar y a gritar. Ese día me desconcertaste y por eso pudiste darme el zorrajazo.

MARÍA.-Ahhh. Déjame platicarte… siéntate. (LO HACE SENTAR EN LA TUMBA) Un día fui al mercado para comprar el mandado. Cuando llegué con Lalo y me vio…

PANCHO.-¿Quién es ese tal Lalo?

MARÍA.-El carnicero. Me vio con los ojos amoratados por la golpiza que me habías dado y me dijo: “¿Otra vez le pegó el briago de su marido, Mariquita? Pues sí, le dije. “No sea tontita”, me dijo: “No se deje”. ¿Y cómo puedo evitarlo, Lalito? Él es mi marido. “Eso no le da derecho a maltratarla. Usted es una buena esposa. Defiéndase. El valiente vive hasta que el cobarde quiere” Pero él es más fuerte que yo, Lalito. Y luego llega todo borracho. “Ahí está Mariquita. Borracho no tiene buen control del cuerpo. Mire: le doy un consejo: la próxima vez, agarre el sartén por el mango y dele un buen sartenazo. Verá que no la vuelve a golpear”

PANCHO.-¡Que se me hace que andabas con el tal “Lalito”!

MARÍA.-No seas tonto. Pero, ya ves, resultó bueno el consejo. No me volviste a tocar.

PANCHO.-Pos no me acuerdo.

MARÍA.-Pos yo sí. Llegabas bien borracho y te ibas derechito a la cama. Bueno, ni tan derechito, ibas zigzagueando.

PANCHO.-Sí, y tú, como hoy, me tirabas de la cama muy temprano.

MARÍA.-Hoy no me dejabas pasar, ya estaba harta de tenerte encima. Es el colmo de mis males, Me tuviste abajo toda la vida y ahora de muertos ¿también? No lo soporto. Y si te despertaba era para que te fueras a trabajar y no perdieras el empleo. Pero ya ves, fue inútil. Te corrieron por llegar tarde y todo crudo.

PANCHO.-No fue por eso. Hubo recorte de personal y… me tocó.

MARÍA.-Te tocó por desobligado.

PANCHO.-No es cierto. El jefe me tenía ojeriza. Siempre me hablaba de ti, que tan bonita, tan buena. Se me hace que quería contigo.

MARIA.-Siempre con tus celos. Lo que te decía era para que recapacitaras y dejaras de tomar.

PANCHO.-Tú tuviste la culpa de que me fuera a emborrachar.

MARÍA.-¡¿Qué?! ¿Yo, la culpa?

PANCHO.-Claro. Salía cansado de trabajar, con ilusión de llegar a mi casa, de verte a ti y a los niños. Hasta iba por la calle cantando aquella canción “Ya vine de donde andaba, se me concedió volver…” pero siempre te encontraba desarreglada, fodonga, con la misma batita vieja, con los pelos agarrados con una liga…

MARIA.-¡Qué desgraciado eres, Pancho! Siempre estaba aseada. Y si me ponía la bata vieja es porque no tenía más que eso y un vestidito para salir. No me maquillaba porque no me dabas para comprar pinturas ni para arreglarme el cabello.

PANCHO.-La casa sin arreglar…

MARIA.-La casa estaba siempre limpia.

PANCHO.-La comida sin terminar de cocerse.

MARIA.-No me daba tiempo para hacer todo el quehacer. Levantar y asear a los niños, llevarlos a la escuela. Ir al mercado a comprar la carne…

PANCHO.-Y te entretenías platicando con el tal Lalito…

MARIA.-Regresar para lavar la ropa que me encargaban las vecinas…

PANCHO.-Siempre te dije que no debías trabajar, que yo era el hombre de la casa.

MARÍA.-El macho de la casa, que no quería que yo apoyara para tener un poco más de dinero que nos alcanzara. Porque lo que tú ganabas…

PANCHO.-Ganaba lo suficiente…

MARÍA.-Pero te lo gastabas en licor y hasta con viejas…

PANCHO.-Nada más una vez que me fui con Paz, la vecina que había quedado viuda.

MARIA.-Y había que consolarla, ¿no?

PANCHO.-Claro… la buena vecindad.

MARÍA.-Descarado. Te quedaste a vivir con ella hasta que un día no te soportó más y te corrió de su casa.

PANCHO.-Pero volví contigo, ¿no?

MARÍA.-Sí. No te quedaba de otra.

PANCHO.-Y hasta llegué con un ramo de flores para festejar nuestro aniversario de casados.

MARIA.-Que había pasado dos meses antes.

PANCHO.-Pero me recibiste porque me querías y te hacía falta.

MARÍA.-Qué me ibas a hacer falta. Te recibí porque los hijos me suplicaron que lo hiciera. Que tomara en cuenta que eras su padre. Que tus borracheras eran porque estabas enfermo. Que la viuda era una lagartona.

PANCHO.-Eso no es cierto.

MARÍA.-¿No era una lagartona?

PANCHO.-No… Sí… Lo que quiero decir es que yo no era un vicioso, yo hubiera podido dejar la bebida cuando hubiera querido.

MARIA.-¿Y entonces, por qué nunca lo quisiste?

PANCHO.-Es una enfermedad, lo han dicho los médicos.

MARIA.-Pues sí que tu enfermedad fue de gravedad. Ya viste, cuando cruzaste aquella avenida, cayéndote de borracho, te atropelló un carro. Y ahí quedaste, ni siquiera tuvieron que llevarte al hospital; directamente a la morgue.

PANCHO.-El que iba manejando tuvo la culpa, no hizo el alto.

MARIA.-Te cruzaste a media cuadra, cuál semáforo podía haber. Y en una avenida muy transitada. Según los testigos ibas haciendo zig-zag y de pronto te detuviste a media calle y te regresaste.

PANCHO.-El tipo pudo detenerse y darme el paso. Ya era yo un hombre de la tercera edad, acababa de cumplir los 62 años.

MARIA.-Ay, Pancho… Siempre echándole la culpa a los demás. Yo no sé cómo pude aguantar tantos años a tu lado.

PANCHO.-¿Qué no fuiste feliz conmigo?

MARÍA.-¿Y todavía me lo preguntas? ¡No! No fui feliz contigo.

PANCHO.-¿Ni siquiera los primeros años?

MARIA.-Bueno, sí. Al principio me hiciste muy feliz.

PANCHO.-¿Recuerdas el día que nos conocimos?

MARIA.-¿Cómo olvidarlo? Te veías muy guapo con traje y corbata. Hasta te parecías a Pedro Infante. Fuiste muy educado y galante. Me dijiste piropos que me hicieron sentir mariposas en el estómago.

PANCHO.-Luego te pedí que bailaras conmigo. Y cuando te tomé de la cintura sentí que se me subía la milirrubina.

MARIA.-Sí. Yo también sentí que se te subía. Y pegué un salto para atrás, pero tú me agarraste con fuerza y me robaste un beso.

PANCHO.-Y caíste rendida.

MARIA.-Qué presumido. Y tú no puedes negar que en cuanto me viste te gusté.

PANCHO.-Pa que te digo que no si sí. Luego luego pensé: con esta soy capaz hasta de casarme.

MARIA.-Y nos casamos.

PANCHO.-Y nos casamos.

MARIA.-Y vivimos muy felices…

PANCHO.-Vivimos muy felices.

MARÍA.-Los primeros años.

PANCHO.-Los primeros…Sí…

MARIA.-Aunque ganabas poco, pero no nos faltaba lo más necesario y nos divertíamos mucho. Recuerdo que cuando llegabas después de cobrar tu quincena cantabas esa de…

PANCHO.-(CANTA IMITANDO A PEDRO INFANTE) “Oye, María, ahí te dejo estos dos pesos, pagas la renta, el teléfono y la luz”.

MARIA.-Pues cuál teléfono, no teníamos, casi siempre debíamos la renta y varias veces nos cortaron la luz.

PANCHO.-Sí, pues. Ja, ja, ja. Y peor cuando nació Panchita, y luego Mariano.

MARIA.-Tú no quisiste que la niña se llamara como yo, sino como tú, y se le quedó Pancha, por Francisco.

PANCHO.-Y tú no quisiste que el niño se llamara como yo y se le quedó Mariano por María y a… no, no es justo.

MARIA.-Qué pasó después, Pancho. ¿Por qué cambiaste?

PANCHO.-Me desilusionaste. Yo quería que primero me dieras un niño, luego la niña.

MARIA.-Y yo qué culpa tengo. Así lo quiso Dios.

PANCHO.-Cuando nació Mariano, me preguntaban los compañeros que qué había sido, si hombrecito o mujercita. Yo les decía: Pues ya tengo la niña y tengo el niño, nada más me falta el joto. O a lo mejor ya tengo el joto y me falta el niño. Pero lo decía de broma. Jamás pensé que lo que me faltaba era el niño. ¿Eso también lo quiso Dios?

MARIA.-Cómo serás, Pancho. Ni Dios ni Mariano tienen la culpa de que sea delicadito.

PANCHO.-¡Qué delicadito! Bien joto que es.

MARIA.-¿Porque no es borracho ni mujeriego como tú?

PANCHO.-Lo que le gusta es la artisteada.

MARIA.-Es un magnífico pintor, sus maestros dicen que llegará a ser famoso.

PANCHO.-Ni siquiera le gusta el futbol, ni el box, ni las corridas de toros.

MARIA.-Es cierto, no le gustó nada de eso. Y tú querías obligarlo a que se hiciera boxeador. Y lo agarrabas de put-ching back porque se negaba. Si es, como dices, homosexual, tú lo orillaste. No quiso ser como tú: ¡un macho mexicano!

PANCHO.-¡Como debe ser! ¡La culpa la tuviste tú! ¡Lo protegiste demasiado ¡Siempre lo pegaste a tus faldas!! ¡No lo dejaste ser hombre!

MARIA.-¡Es más hombre que tú!.

PANCHO.-¡No me…!

MARÍA.-¡Eso! ¿Vas a pegarme ahora? ¿A romperme los huesos? Hazlo, ya no me duele nada, porque estoy muerta. Y yo también puedo rompértelos a ti. (AGARRA EL FLORERO DE LA TUMBA Y PERSIGUE A PANCHO PARA GOLPEARLO)

PANCHO.-Ya, paz, paz.

MARÍA.-Qué Paz. Si yo no soy la vecina lagartona. Yo soy María. Viejo coscolino.

PANCHO.-No, digo que ya le pares. Perdóname, María. Tienes razón. Ahora solo nos tenemos uno al otro y vivimos muertos tan juntos que no debemos estar peleando.

MARIA.-Sí, tan juntos… desgraciadamente. Pero no debes juzgar así a tu hijo ni echarle la culpa de tu alcoholismo. Si es o no es homosexual, no importa, lo importante es que sea feliz haciendo lo que le gusta. Es una buena persona y es lo que vale. Él jamás golpearía ni le sería infiel a su pareja, como tú.

PANCHO.-Bueno ya, no sigas echando cacayacas. Ya estábamos reviviendo los primeros y felices años de nuestra unión. Además, por una vez que te fui infiel…

MARIA.-Deveras que no tienes… memoria. Pero yo sí. No te reclamé nunca, por temor a las golpizas. Pero me di cuenta de todas tus viejas. Antes no te pegaron el sida. Te hubieras podido morir.

PANCHO.-Ya, ya, chiquita. Te juro que ahora te seré fiel por toda la eternidad.

MARIA.-Te lo agradezco. Y te aseguro que ahora te creeré. ¡Si no te queda de otra, viejo barbaján!

PANCHO.-No. Deveras, ahora comprendo que te hice daño con mis aventuras de borracho. Pero siempre te he amado. El maldito alcohol le hace a uno cometer barrabasadas. Te comprendo. Qué habrás sentido al saberme infiel. No quiero ni pensar en que tú me hubieras hecho de chivo los tamales.. (PAUSA) ¿Verdad que nunca me los hiciste?

MARIA.-Sí.

PANCHO.-¡¿Sí?!

MARÍA.-¿No te acuerdas aquel cumpleaños de Mariano que te hice tamales de chivo?

PANCHO.-No te hagas taruga. Digo que si me pusiste los cuernos con alguien.

MARÍA.-Ah. ¿Te acuerdas que te hablé de Lalo, el carnicero?

PANCHO.-¿Fue capaz de aconsejarte que me fueras infiel con alguien?

MARÍA.-Noooo.

PANCHO.-Si llego a saberlo, le hubiera propinado una madriza.

MARIA.-Lo dudo, tenía un cuerpo atlético, con unos músculos de Mister Universo.

PANCHO.-¿Y entonces que tiene que ver el tal Lalo?

MARIA.-Pues… ese cuerpito… fue mío.

PANCHO.-¡¿Quéee?! ¡¿Me pusiste los cuernos con él?!

MARÍA.-Cálmate, Pancho. Ojo por ojo, diente por diente y nalga por nalga. Tú me abandonaste dos años por irte con Paz, la lagartona de la vecina. Yo estaba sola y triste… y él… me consoló… (PANCHO MUJE COMO TORO) durante un mes… nada más.

PANCHO.-(SE QUEDA AMUINADO. NO SABE QUÉ DECIR NI QUÉ HACER)

MARIA.-Anda, vamos haciendo las paces, que ya nos sinceramos. Además ya está amaneciendo. Pronto llegarán los hijos a traernos nuevas flores y a rezar por el descanso eterno de sus padres. No querrás que encuentren nuestros cadáveres afuera de la tumba ¿verdad?

PANCHO.-De la tumba que hicieron en el patio de la casa que compró mi hijo Mariano, con la venta de sus pinturas. Y que no pudieron pagar terreno en el panteón, porque yo no dejé más que deudas.

MARIA.-Y deudos. Ya no te reproches. Vamos, seguiremos juntos por toda la eternidad, uno junto al otro, o mejor dicho uno sobre el otro. Amándonos como al principio. (REFLEXIONANDO) Tal vez la muerte nos da permiso de salir de las tumbas el 2 de noviembre para reconciliarnos con nuestros semejantes. Y yo, contigo.

PANCHO.-Tal vez. Vamos, mi amor. (SE DIRIGEN A LA FOSA. PANCHO SE DETIENE PARA QUE ENTRE MARÍA) Primero usted, querida señora.

MARIA.-¡Ah, no! De aquí en adelante, usted abajo y yo arriba. Por toda la eternidad. (PANCHO LA VE Y, RESIGNADO, ENTRA A LA FOSA, LUEGO MARÍA Y CIERRAN LA FOSA)    

 

F I N

 






Jesús Ramírez es hombre de teatro por el ángulo que se le mire: maestro, director, actor, productor. También es escritor de varios libros publicados, unos son de técnica teatral, una autobiografía y un volumen de cuentos, además de textos suyos que están en revistas y publicaciones literarias. Es director de Foro del Arte.

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